SOMNUM MORTEM

SOMNUM MORTEM

AL

09/09/2023

Me desperté a las tres treinta y siete de la mañana, después de que un raro sueño que no se alejaba mucho de la realidad, movió emociones que había enterrado hace tiempo.

Estaba en mi casa, me había costado regresar de la escuela, el metro era algo peculiar, afuera de las estaciones vendían elotes en excéntricas presentaciones y las personas caminaban despreocupadas por las alturas, al lado de la metro vía. Cuando llegué a casa, ya era muy tarde, así que subí las escaleras para ver si había alguien que me recibiera, y allí estaba ella, mi madre, afligida.

Mi corazón dio un vuelco al verla con los ojos estáticos y húmedos, sus brazos los tenía temblorosos y parecía querer taparse los oídos. Intenté preguntar el porqué de su errático estado, pero no recibí respuesta, la abracé cuando mi padrastro apareció. Gritó unas palabras que ya no recuerdo bien y bajó las escaleras hecho una furia, pero también temeroso, parecía estar huyendo de algo. Mientras bajaba, me cruce con un gato negro de ojos bicolor, verde y azul, él subía mientras yo bajaba.

Perseguí a mi padrastro y me lo encontré reclamando incoherencias al aire. Lo señalé con el dedo índice y exclamé —¡No le grites a mi madre!—. Con la voz más seria y firme que jamás escuché salir de mi boca, me sentía poderosa, pero no podía parar de llorar, todo el mundo se quedó callado y luego, desperté en mi habitación con la almohada pegada a la mejilla.

Estaba sedienta, así que bajé las escaleras para tomar un baso de agua de la cocina. La casa estaba más oscura de lo usual y un silencio de ultratumba me erizó la piel, fría ahora que el calor de mis sabanas la había abandonado.

Subí las escaleras, dispuesta a recostarme de nuevo y volver a soñar en lo que daba la hora de ir a mi escuela, pronto me graduaría y podría empezar a trabajar.

El gato negro de ojos heterocromáticos me interceptó, su intensa mirada me detuvo en el penúltimo escalón.

¿Es que aún seguía dormida? Era lo más seguro, pues no había razón lógica para que ese gato estuviera allí.

—cierra los ojos, Sofía, no des ni un paso más y no dejes de mirarme—. Me dijo el gato sin mover su hocico, dejándome hiper acomplejada con su profunda voz, no podía hacer nada más que tambalearme en mi propio eje, mirándolo fijamente.

Me empezaba a sentir más fría y ansiaba meterme entre mis cobijas.

Algo no estaba bien, por más que intentaba moverme para llegar a mi habitación a escasos metros de distancia, no podía, mis piernas dejaron de funcionar.

Una pesadilla sumamente realista, pensé y antes de hablar, el gato me repitió.

—Sofía, no te muevas, no hables y no mires a nadie, más que a mí—.

Pero no había nadie con quien hablar, nadie a quien mirar, todos estarían dormidos a esa hora, mi madre, mi padrastro y sobre todo mi hermanito que también iría a la escuela temprano.

Sentí las oscuras escaleras tras de mí y me empezaba a desesperar el no poder moverme, el frío me acicalaba los huesos y los ojos me pesaban.

Harta de mi inmovilidad, subí la mirada hacia el final del pasillo que daba a mi recámara.

Podía sentir el penetrante mirar del gato cuando la puerta se abrió poco a poco, chirriante, mi cuerpo fue recorrido por gélidas corrientes de aire tensando cada uno de mis músculos.

—No mires, Sofía, cierra los ojos—. Dijo el gato inflexible. Pero ya era demasiado tarde, no podía mover mis párpados, y pude distinguir el más fétido de los olores emanar de la oscuridad de mi habitación, un olor metálico y penetrante.

No podía dejar de mirar, ahora la puerta estaba totalmente abierta. Pude ver mi cama, alguien estaba acostado en ella y una sombra alta miraba severamente. La sombra tomó por el cuello a la persona en mi cama, podía distinguir el tronar de la piel, el pánico me inundó al presenciar la brutalidad del acto.

El gato negro había desaparecido y ahora la sombra me miraba, se acercaba a mí, sus andar se distinguía viscoso, dejando una estela negra y un hedor cada vez más concentrado a cada paso. La sombra colisionó contra mi cuerpo, cerré con fuerza los ojos y caí por las escaleras, escuché mis huesos crujir cada que mi cuerpo golpeaba el piso, rompiéndome el cuello en el último golpe.

Desperté cuando el brillo de una vela penetró mis párpados, los cuales no podía abrir, pude distinguir figuras humanas, que decían que un hombre había asesinado a su esposa y a sus dos hijos sin razón aparente, escuché cómo nombraban a cada integrante de mi familia y al final, la profunda voz del gato me llamó.

—Descansa, Sofía.

Mi cuerpo se relajó y por fin pude dormí, sin soñar nada, sin sentir nada y nunca más volví a despertar.

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