Al principio fue el pan

Al principio fue el pan

Ha estado
toda la noche lloviendo, no recuerdo tanta lluvia desde la niñez. Todo el
desierto que he vivido parece ahora una ilusión, oigo las gotas desperdigadas
caer, las que se han quedado prendadas de los árboles por la propia atracción.
Esa trama enrejada de las hojas de los Pipirinambos acuna la redondez del agua
que se reúne en su propio centro equidistante de la esfera, que es de pronto el
espejo donde se mira la otra esfera del mundo, en su soledad de cuerpos y
estrellas flotantes. Serán los trigos azotados por el viento y las rocas los
que atraparán el hongo vivo del mismo aire silencioso, tardío, que decante. Si
tu mordida al vientre amarillo que coges con tu dedo opuesto, prensil,
abarcador de la selva de liana en liana, lo deshizo en su terrestre aspecto y
fue tu hambre la que te dio la idea ¿cómo es que ahora fabricas armas que
invalidan los campos y anhelas el pan? Fue la harina lo que te saciaba y fue el
propio tiempo sin tiempo que pudo abandonar tanto grano de más que ya dejaste
en tu mano abierta en la noche de la lluvia, fue la paz la que te invitó
absorto a enseñar la burbuja esponjosa, el hueco de la nada como un resultado
benigno.

Si tú, aquel
que renunció a lo inhumano asido en la huida a los matorrales y a las aulagas
para evitar el dolor en la caída imprevista. Si tú en tu grito lames las
heridas al despertar, después de la lluvia entre las sombras.

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