Pan
–¿Qué es pan mamá? -preguntó el niño de doce años al subir al coche de la madre. Ella lo había recogido después de haber pasado la noche en casa de su mejor amigo Manuel.
–¿Pan? –preguntó la mujer sorprendida por la pregunta
–Sí– la miró el niño intrigado e inquieto.
–Pues mira, yo diría que es trigo que se hace masa y que luego se hornea y ¡ya está! Tienes pan.
–Sí, pero…– continuó el niño bajando la cabeza como reflexionando sus palabras– ¿qué significa?
La madre lo miró por el retrovisor realmente intrigada, se acercó a la acera y paró en seco. Giró la cabeza para verlo mejor a los ojos.
–¿Por qué me lo preguntas hijo?
–Te lo pregunto porque cada vez que me quedo a dormir con la abuela horneamos panecillos juntos. Ella los mira con amor y cuando salen del honor y la habitación se llena de ese olor que se siente como el sol en la piel, mi abuela ríe y se emociona y me cuenta que es como cuando ella era niña y como todos los domingos comían pan fresco, recién hecho. Me cuenta como ya en misa y de regreso se ponía contenta y añoraba llegar a su casa para saborear el pan recién hecho por su madre. –el niño hizo una pausa para reflexionar un poco y prosiguió –Mamá, el pan, ¿es malo?
–¿Por qué lo dices?
–Porque en la casa de Manolito me han dicho que ellos no comen pan. Que es malo para la salud. ¿Es verdad?
La madre, primero sin saber que decir, pensó en la cita de no solo de pan vive el hombre sino de la palabra. Y de ahí que el pan era el alimento del cuerpo, pero su significado era también el alimento del alma. Si pensaba en la abuela y en ella misma. ¿Cuántas veces no había cerrado los ojos de niña para llenar sus pulmones de ese olor a hogar hecho pan? ¿Cuántas veces no había disfrutado de mañanas claras llenas de ese regocijo familiar con un pan? Ese olor que la llevaba directamente a su infancia. Sabía perfectamente de lo que su hijo hablaba. Pero no le iba a mentir.
–El pan no es malo para la salud. El que te diga eso, miente. Es una fuente de carbohidratos y solo, si no se come bien o se abusa de el puede perjudicar la salud.
Por un segundo pensó en Ceres quien en su generosidad hacia los humanos les enseñó a arar la tierra y a fermentar el trigo para hacer pan y ellos le pagaron llamando cereales a lo que creen más sano. Pan que ahora es un símbolo de cualquier alimento, pan que junto con el vino es cuerpo y alma. Por qué ahora lo querían desacreditar. Y más cuando solamente su olor podría llevarte a los lugares más escondidos y remotos de la memoria. Como la famosa magdalena de Proust.
–No, hijo, el pan es lo más delicioso y sano que hay. Pregunta a tu abuela. Si comes mucho puede ser malo. Todo en exceso es malo.
Su hijo sonrió. La confianza que despedía su madre lo hizo centrarse nuevamente en su universo.
–Gracias, mamá.
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