El mejor trabajador

El mejor trabajador

Adán Third

22/03/2018

En mi juventud, trabajé un buen tiempo como garzón -mesero o mozo- de un par de restaurantes. Si bien, este tipo de trabajos se ha asociado a jóvenes estudiantes, no quiere decir que la carga y exigencia laboral sea diferente. No es nada fácil el servicio al cliente, el tratar de generar un vínculo con personas desconocidas no es sencillo. Más aún cuando se pretende brindar una buena experiencia gastronómica.

Recuerdo particularmente un restaurante, en el que trabajé hace unos años. En el cual, había que lidiar con un sistema digital de pedidos -software- no muy satisfactorio. Primero, no contaba con todos los productos que existían en el menú. Y luego, siempre habían problemas de actualización que dejaban sin funcionamiento este sistema de gestión de productos. Igualmente, habían veces en que el sistema funcionaba bien, se encontraban todos los productos, y no había problemas con sus actualizaciones. Pero los ingredientes necesarios, para cocinar los platos del menú, no habían sido comprados.

Lo que se suma, a que los compañeros trabajadores de ese lugar, nunca fueron muy amables. Entonces, después de no encontrar un producto en el sistema, tener que lidiar con un cliente impaciente, compañeros poco solidarios y con las directrices de un jefe poco prolijo, había que seguir trabajando en la misma dinámica.

Llega una pareja en busca de una mesa, los acompaño a la terraza, y les brindo un espacio con linda vista. Era una hermosa mujer rubia, de unos treinta y cinco años, con un hombre notoriamente mayor, y con una expresión de pocos amigos en el rostro. Les entrego el menú, y ella me pregunta dónde está el baño. La acompaño mientras el hombre revisa los platos. Vuelvo donde el hombre que ahora estaba fumando.

El hombre me mira intrigado y con una voz grave y un tanto imponente, me pregunta:

– Cómo son las empanadas de queso mozzarella y tomate?

No es primera vez que un cliente pregunta por los productos e ingredientes del menú. Por lo que le contesté amablemente: -Son unas masitas rellenas de tomates frescos y queso mozzarella. Son bocados de aproximadamente 5x5cms.

En ese momento, llega la mujer rubia y toma asiento. Me pide un jugo natural de frambuesa, mientras elige qué comer. El hombre me pide un vaso de agua y sigue mirando de lado a lado el menú. Al volver, la mujer tiene la intención de pedirme algo, pero el hombre la interrumpe, y me hace una nueva pregunta: -Qué son los ñoquis?

A lo que le respondí: -Es una pasta italiana hecha a base de harina y ricota. Acompañada de la salsa pomodoro del chef.

Al terminar mi respuesta, vi una expresión de desagrado de la mujer. Al parecer, el hombre tenía la costumbre de preguntar muchas cosas antes de comer. Es así que, siguió pregunta tras pregunta, a las cuales traté de dar respuesta amable. Pero sin saber si el hombre sólo se divertía mientras yo intentaba hacer mi trabajo de la manera más correcta.

Entendiendo que no era la única mesa que atender, ni los únicos clientes indecisos, me empecé a impacientar. Pero el hombre seguía preguntando cada ingrediente que aparecía en el menú. Seguí respondiendo. Ya no sé si parecía tan amable como al principio, pero la situación ya me desgastaba. Hasta que el hombre hace una pausa reflexiva, luego de una conversación extensa, pregunta: -Qué me recomiendas?

No podría describir cómo se desfiguró mi cara al oírlo. Y fue cuando el pensamiento se disparó, potenciado por no poder verbalizarlo en ese contexto:

«Llevo quince minutos aclarando todas tus dudas, he guardado la compostura, aún cuando creo que no has sido nada amable. No sé tus verdaderas intenciones. Si tienes un serio problema para tomar decisiones o sólo te querías reír un rato a costa de mi trabajo. Creo que yo no iría a reírme a tu trabajo. No me imagino yendo a una oficina central, a verte detrás de un escritorio, como no haces nada y descansas tu barriga sobre el mesón.

Independientemente de lo que quieras obtener, la verdad es que me tiene sin cuidado, soy bastante paciente para lidiar con personajes como tú. Pero no por eso, me voy a dejar de divertir. Me has hecho un montón de preguntas, la mayoría obvias, puedo denotar que no conoces google, te hubiese ahorrado un montón de tiempo y saliva.

Y luego de toda tu idiotez, que además pasa a llevar a la hermosa mujer que te acompaña, me preguntas: -Qué me recomiendas?- No crees que vendría muy de cerca aquella recomendación? Crees que si pertenezco a este trabajo, y me pagan por vender los productos, por los cuales me has preguntado una y otra vez; te voy a decir la verdad? Quién, con gran poder de raciocinio, va a un restaurant y ordena lo que le dice un empleado del mismo lugar de dudosa reputación?

A pesar de todo, y abstrayéndome de la ridiculez de tu comportamiento, no tengo por qué ser descortés con la dama que te acompaña. Y como no soy como los demás, seré sincero contigo y responderé a tu pregunta»

– Le recomiendo que se vaya porque este restaurant es una mierda…

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS