Sin duda estoy en mis últimos días y aunque mi mente no deja de escenificar el momento exacto de mi declive humano , quiero hacer mi última aportación al mundo, quiero dejar por escrito los hechos que acaecieron en mi pequeño pueblo natal justo después del final de la guerra civil.
No soy escritor, así que perdonen de antemano mi forma de escribir así como las posibles lagunas mentales o exhortaciones inútiles para con la historia, sin duda fruto de mi edad, además hace tiempo que mis dedos enfermos libran una cruda batalla con el teclado del ordenador.
Era el marzo de marzo de 1941 , los ecos de la finalizada recientemente guerra civil española todavía resonaban en cada esquina, las miradas mezquinas y de soledad de cada persona se asomaba sin pudor a los rostros de todos nosotros. Yo vivía por aquel entonces a tiempo completo en una pequeña aldea Gallega a las orillas del río Miño , el pueblo no tenía más de 1.500 habitantes todos se conocían , sin duda era un pueblo idílico , pese a todas las carencias propias de una sociedad en reconstrucción, tanto física como moral , tras una guerra entre hermanos , sin duda el peor tipo de guerra conocida por la humanidad.
Las gentes humildes de O Pincelo, como se sigue llamando el pueblo, eran buena gente, todos y cada uno se dedicaban en su día a día a tareas propias del sector primario, la familia de los Freixo eran de siempre pescadores , los Vázquez cultivan unas fantásticas hortalizas que después vendían los domingos en el mercado, aún recuerdo el olor de aquellas lechugas recién cortadas del campo al pasar por el mercado justo después de la misa de doce, y como ellos el resto de aldeanos.
Y por supuesto estaba el Sr. Juan , solo se le conocía de esa forma, él era el panadero del pueblo, llevaba desde niño primero como ayudante de su malogrado padre y después al frente del obrador , el pan de pueblo no se puede mejorar, su sabor y la suavidad de su molla entre los dedos no tenía parangón alguno , estaba buenísimo , nunca comí semejante manjar después de la muerte del Sr. Juan. Perdón , ya me estoy yendo por las ramas, menos mal que os había avisado .
Bueno a ver sigo , estamos situados en O Pincelo verdad , vale , todo empezó cuando llegó a la aldea aquel extranjero , era delgado y alto , destacaba entre los aldeanos por muchos aspectos pero a mí se me gravó en la mente una cosa , su rostro no expresaba nada ,su tez era blanca y sin arrugas pese a no tener menos de 50 , su extrema delgadez hacía sospechar una dura estancia en algún campo de refugiados de guerra o peor, alguna cárcel de post-guerra con todo lo que ello implica .
El Sr. Hoffman, así se dio a conocer el extranjero, se instaló primero en un pequeño caserío de las afueras de la aldea, pero a las pocas semanas de su llegada y nadie sabe como compró el local de la familia Couñago, un pequeño local que antiguamente fue una lechería y que ahora permanecía cerrado desde el inicio de la guerra . El local era muy céntrico y a menos de 50 metros de la panadería del Sr. Juan, la única de la aldea.
Nuestra sorpresa fue cuando después de varias semanas de obras , se instaló en la puerta del local un pequeño cartel mal escrito donde se leía » mañana abierto , vendo pan , primer día Gratis» .
A quién se le podía ocurrir la idea de abrir una panadería en una aldea donde el panadero era Juan y punto , nadie le compraría pan a un extranjero y menos uno que era desconocido y además poco simpático.
Recuerdo que la panadería del Sr. Hoffman estaba justo enfrente de mi casa , yo tenía 10 años por entonces y el hecho de vivir en una aldea donde no pasaba prácticamente nada hacía que aquél pequeño acontecimiento fuese lo más destacado del año, incluso para mí , así que desde la ventana de mi habitación observaba cada movimiento que se producía tanto en el interior del local como los clientes que pudieran entrar a comprar.
El primer día como se preveía fue un total fiasco allí no fue nadie, incluso observé como el Sr Juan situado en la puerta de su local y no solo en una ocasión sino varias miraba de reojo la puerta del vecino panadero con una mueca de tristeza a la vez que serena altivez , a fin de cuentas él era el panadero del pueblo.
Toda la semana fue igual, en aquél local solo entraba el Sr. Hoffman a horas intempestivas y marchaba al anochecer, con aquél traje de chaqueta negro y aquel sombrero raído por los años pero con aire elegante, solo , siempre estaba solo .
La situación empezó a cansarme , mi observación no derivaba en nada ya que no pasaba nada, hasta que llegó aquél día. Recuerdo que era un lunes , esta vez en el local había un nuevo cartel » hoy al llevarse su barra de pan encontrará un regalo en su interior», este cartel si llamó la atención , las gentes humildes de la aldea, vacías de ilusión en aquellos tiempos oscuros de post-guerra, vieron en esas palabras escritas algo que les iluminó la cara por un instante.
No se formaron colas delante de la panadería pero sí que por primera vez, algún aldeano al dirigirse hacía el obrador del Sr. Juan se volvió a sus pasos y entró en la panadería de Hoffman , gran éxito pensaba yo desde la ventana de mi habitación, y sobre todo que regalo podía ser introducido dentro de una barra de pan, sin duda algo muy pequeño y de poco valor.
Recuerdo que mi madre un día al llegar del colegio comentó que había comprado el pan en el nuevo obrador del Sr. Hoffman , rápidamente yo le pregunté » y como es el Sr Hoffman , habla español y …» » y que regalo nos ha tocado mama» , recuerdo como si fuera ayer que estaba super nervioso jajaja , era un niño , un niño de una aldea jajaja.
Mamá comento durante la comida que el Sr. Hoffman era un señor muy amable , era Alemán y tras la guerra tuvo que emigrar como muchos otros , que él había sido panadero toda la vida en su país y por eso quería y deseaba hacer lo mismo en nuestra tranquila y pequeña aldea , estas palabras de mi madre no me produjeron ninguna satisfacción ya que yo hubiese preferido algo más misterioso .
Abrimos la barra de pan con sumo cuidado para no estropear el regalo escondido en su interior, en mis pensamientos esperaba un pequeño objeto, algún muñequito infantil o algún pequeño souvenir envuelto en plástico, pero no , solo había una nota escrita , una pequeña nota que no llegue a leer por la celeridad con que mi madre la atrapo , le insistí en muchas ocasiones que me dijera que ponía en la pequeña nota pero mi madre cariacontecida no me dijo nada , nunca me dijo nada.
Lo cierto es que desde aquél día el obrador del Sr Hoffman no paraba de tener clientes , las colas del obrador de Juan desaparecieron para formarse de nuevo a 50 metros mas o menos de su local , que había llevado al éxito al Sr. Hoffman , total el pan no distaba mucho en calidad y sabor del pan de siempre de Juan, yo desde mi ventana observaba como en la cola los aldeanos no mostraban ningún tipo de alegría en sus caras, es más no se miraban entre ellos y cosa no muy común casi no se dirigían palabra alguna , que ponía en esas notas camufladas de regalo , mi interés era cada vez incontrolado.
Tenía que robar una barra de pan recién comprada a mi madre , pero ¿como hacerlo? , la rutina de mi madre iba en mi contra , compraba el pan cada mañana a primera hora cuando yo estaba en el colegio y desde aquella primera nota el pan cuando entraba en casa ya había sido previamente descuartizado por mi madre para sin duda ser la primera y única en leer la nueva nota diaria .
En el segundo mes desde la apertura del obrador, la noticia en la aldea fue la muerte del hijo mayor de la familia Suarez , Andrés se llamada, tenía 25 años y era pastor junto con su padre , casi no bajaban al pueblo dado que vivían en la montaña , pero nadie de la aldea los conocía como malas personas, así que causo dolor y a la misa celebraba en su honor acudió gran parte del pueblo.
A los pocos días de aquél suceso fue arrestado un vecino del pueblo, la guardia civil se presento en casa del presunto asesino de Andrés y descubrió que en ella yacía el cadáver de su joven esposa , en el pueblo corrió rápidamente el rumor de que el joven Andrés era el amante de la mujer Ramiro Sánchez el presunto asesino .
De hecho lo extraño es que recuerdo ver al Sr. Ramiro haciendo cola día sí día también en la cola del obrador del S. Hoffman, me parecía un hombre tranquilo, pero el amor es algo extraño para un niño de 10 años, un tema del todo incomprensible.
En los días subsiguientes, los sucesos en el pueblo no paraban de acontecer casi al mismo ritmo que se incrementaba día a día las colas frente al obrador de Hoffman, las peleas también se incrementaban , normalmente sucedían los sábados por la noche tras alguna discusión sobre ganado en el viejo Bar del centro pero ahora sucedían casi cada día , en la puerta del colegio ,en el mercado,
incluso en la puerta de la iglesia antes de misa . La imagen del padre Damián separando a los hermanos Jover se quedo grabada en mi mente , sobre todo cuando el codo golpeó la cara del padre abriéndole la ceja y empezó a brotar la sangre de aquella manera, espectacular me dije, aunque también asustado.
El ambiente se torno irrespirable, nadie hablaba con nadie, a los niños se nos prohibió salir a jugar con los amigos de siempre , después del colegio todos teníamos que ir a casa y quedarnos allí.
El sábado 15 de julio mi madre y yo nos levantamos con un fuerte olor a humo, rápidamente nos asomamos a la ventana, en la calle justo enfrente del obrador de Hoffman estaba la Srta. Felisa Rodríguez mi profesora de 1er curso de lengua, en su mano llevaba una botella de plástico, estaba casi desnuda, totalmente despeinada parecía estar totalmente desquiciada, no paraba de gritar y chillar, sus alaridos e improperios hicieron que mi madre me empujará hacía el interior de la habitación pero no sin antes observar como vertía el líquido de la botella por encima de su cabeza y como tras ello una enorme llamarada cubría todo su cuerpo, no pude ver más pero sus gritos de dolor todavía resuenan en mi cabeza.
El día siguiente, fue triste, llovía, nadie en las calles y todos los locales estaban cerrados, incluso la panadería del sr. Hoffman, en un despiste de mi madre salí corriendo y pude alcanzar la calle, necesitaba correr y despejarme mi mente de aquella imagen perturbadora, al romper la esquina de la plaza, observé la vivienda de la Srta., Felisa , había sufrido un incendio, sin duda ese fue el olor que nos depertó el día anterior.
No había nadie, así que subí por las escaleras, quería ver como había quedado la vivienda tras el incendio, para mí no era más que una aventura, entonces junto al rellano las encontré.
Había tres pequeñas notas mal escritas sobre el felpudo, no sabía que hacer, leerlas, tirarlas o simplemente ignorarlas, que hacer . Finalmente el deseo y la curiosidad pudieron una vez más, cogí una de ellas y leí para mi interior » su marido es sabedor de su relación » , la segunda nota decía
» siento comunicar que el hijo que espera no es de Pedro» y una tercera nota donde se decía » su marido ya lo sabe todo»
Después de leer aquello, y bien bien sin saber que hacer con las notas, salí corriendo de nuevo para casa, mi madre estaría enfada y no había nada peor.
El obrador del Sr. Hoffman no abrió en las siguientes dos semanas, pero la situación no había mejorado nada, los niños no podíamos salir de casa, y cada noche se escuchaban gritos y peleas por todos los rincones de la Aldea.
El domingo 4 de julio, tres jóvenes del pueblo llevaron a la plaza con una carretilla, en su interior había algo pesado, sin duda era un cuerpo, sería algún jabalí, era típico del pueblo cazaros en temporada y dejarlos en la plaza para ser vistos por los niños.
Pero aquél día no fue así, el cuerpo cubierto por una manta no era de un jabalí, era un cuerpo esbelto de un hombre totalmente desnudo, con la piel blanca, era el cuerpo del Sr. Hoffman .
Los tres jóvenes, uno de ellos el hermano pequeño de Andrés, rodearon el cuello inerte de Hoffman para luego y con total presteza izar su cuerpo cuál bandera en el mástil de un velero, tras esto rociaron su cuerpo con gasolina y sin más preámbulo prendieron fuego al mismo , acto seguido miraron a su alrededor y salieron corriendo de la plaza sin dejar más huella que un deslumbrante entorchado colgado del palo mayor.
El lunes siguiente todo volvió a la normalidad , o más o menos, nunca más se habló del tema, la policía no busco ni arrestó a nadie por aquellos hechos, simplemente algunos vecinos se marcharon del pueblo a los pocos meses y el Sr. Juan volvía a tener sus habituales colas en su obrador.
Nadie recuerda hoy al Sr. Hoffman el panadero llegado de Alemania, pero a día de hoy y sobre las cinco y cuarto de la mañana cuando me asomo a la venta de mi habitación observó como una pequeña luz se enciende en el viejo local, ¿será el sr Hoffman escribiendo alguna nota que regalar a sus clientes?
Por cierto y antes de acabar con este recuerdo infantil, en el cajón de la mesita de noche de la habitación encontré las notas que guardo mi madre tras aquellas barras de pan, no eran para ella, eran para su nieto, es decir para ti hijo , léelas cuando tengas fuerzas o no , tu mismo .
PAPA.
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