Diciembre.

Época navideña.

El frío es intenso, pero la calidez de la gente se siente en el trato de todos los días.

Pues navidad es la excusa perfecta para reunirse con toda esa familia a la que no vemos en todo el año, que casi ni extrañamos… ¿verdad?

No para Matt.

Matt, un chico de 17 años, hambriento de aventuras. Como quisiera este muchacho comerse al mundo.

Pero no.

No puede.

Por eso, en un día común y corriente como cualquier otro, se encontraba el chico rubio sentado en su salón de clases, con la cabeza recargada en la mano, los ojos entrecerrados, y una cara de aburrimiento total y absoluto.

Apenas era la 1:30 pm, por lo cual le quedaba aún una hora y media de clases.

Uff!

No, definitivamente no le gustaba la escuela, pensamiento demostrado por ese oscuro y aburrido semblante. Él prefería fantasear con dragones, grandes reinos, héroes, y con magia. Le encantaba la idea de usar magia. No sacar un conejo del sombrero, o una cuerda interminable hecha de listones amarrados. Eso no era divertido.

No, Matt quería magia de verdad.

Fuego, tierra, aire, agua.

El manejo de todos los elementos, poder hacer lo que él quiera…

Ese era Matt. Un rubio de ojos azules con muchos sueños, atrapado en su vida de adolescente-hombre joven que lo mantenía insatisfecho.

El profesor ingresó al salón. Un salón oscuro y gris, sin vida y sin nada nuevo o emocionante.

Física era la materia que seguía, así que el muchacho se vio obligado a sentarse bien y salir de su mundo mental un rato, para regresar a su tediosa realidad. Una realidad que le hacía poner los pies en la tierra, y que lo aburría más que otra cosa.

Ya dadas las 3:30 pm, la escuela había sido vaciada por una estampida de jóvenes ávidos de conocer el mundo y sus misterios.

Matt se encontraba afuera del plantel, recostado en un jardín, simplemente viendo al cielo. Por un lado, su mente divagaba en diversas aventuras fantásticas en las que, por supuesto, él era el protagonista. Y por otro lado, estaba casi molesto de que solo fueran simples fantasías.

Y es que este rubio era un chico sumamente impaciente. Con hambre por subir, bajar, escalar, viajar… todo lo que ampliara sus horizontes era bienvenido.

En verdad pensaba, y muy dentro de si mismo sabía, que él era más que un simple chico.

Que algún día sería más que solo un hombre que se levanta todos los días para ir a trabajar, comer, tener una familia con la cual no compartir casi nada de tiempo, etc.

Él sentía que el destino tenía algo grande para él en su vida.

Tan adentrado estaba en sus pensamientos, que no detectó cuando se acercaron a él, hasta que una voz sumamente familiar lo sacó de sus cavilaciones.

-Sucede algo, Matt?- El rubio conocía esa voz… la voz del mejor amigo de su infancia.

-No, nada…- su amigo se acuclilló a un lado de él, y le sonrió.

-A veces pienso que pasas demasiado tiempo divagando en tu mente, sabes? Deberías conseguirte un empleo, o unas clases extracurriculares. Te vendría bien estar un poquito ocupado- La sonrisa no se borró del rostro del recién llegado. Matt por su lado, suspiró.

-Eso suena aburrido. No me interesa un empleo, no lo necesito. Crees que quiero vivir el resto de mis días trabajando para una empresa, para que los dueños cumplan sus metas mientras yo estoy enfrascado en una actividad que me tiene insatisfecho, y sin poder cumplir mis propios sueños? Max, pensé que me conocías mejor que eso- El chico nuevo rio un poco.

-Lo sé, eres un flojo de primera. Que hay de algunas clases extras? Pudiera ser de algún tema de interés para ti- Este chico era rubio como él, pero sus ojos eran color esmeralda.

Matt se enderezó un poco y volvió a suspirar.

-No me interesa nada. Ese es el problema, que no encuentro algo que me haga sentir pasión. Lo único que me gusta, es imaginarme todas esas aventuras que deseo. Es lo único que me pone verdaderamente feliz- Ambos muchachos se pusieron de pie. Max conocía bien a su amigo, ya se esperaba esas respuestas. Aun así, quería hacer algo antes de que cayera en la desesperación de una vida monótona y sin salida o sentido. Cosa que, cabe decir, no había logrado hasta ahora, pero con la nueva cercanía quizás esta sea una nueva historia.

El chico de los ojos esmeralda palmeó la espalda de su amigo.

-Vamos, te invito a mi casa. Roy y Alex llegarán al rato. Podemos comer algo juntos y jugar mis videojuegos después de eso- Matt enarcó una ceja y se le quedó viendo fijamente.

-¿Primero me dices que consiga empleo o clases extras, y luego me sonsacas para que coma comida chatarra y juegue videojuegos toda la tarde? ¿De verdad?-

-Hey! ¿Yo nunca dije nada de comida chatarra?- Ambos comenzaron a reír, en una complicidad total digna de amigos de antaño.

Sin decir nada más, fueron a casa de Max. Una casa pequeña que compartía solamente con sus padres, pero que cubría toda necesidad de este.

Comieron pizza, bebieron cuanta cosa encontraron en el refrigerador, y jugaron con sus amigos toda la tarde. Ya entrado el atardecer, cuando estaban en el cuarto de su amigo y en un momento sumamente divertido, Matt decidió que era hora de irse.

-Me voy chicos, es hora de llegar a casa, y no es como que está a la vuela de la esquina- los tres compañeros voltearon a verlo.

-Vamos Matt! Una carrera más! De seguro que esta vez sí te gano!- Dijo animadamente un chico de cabello negro azabache, y ojos del mismo color. Era un poco menor que los demás, pero no por eso era menos divertido.

-Roy, el día que me puedas ganar, me retiraré de las carreras- Max y Alex soltaron una gran carcajada.

-Oye, no soy tan malo!- Había que admitirlo, Roy era algo infantil para sus 16 años. Pero era un amigo leal, y por eso los demás lo consideraban parte de su grupo.

-No es que seas malo, Roy. Simplemente soy mejor que tú- Dijo Matt con una sincera sonrisa de autosatisfacción y grandeza, sintiéndose superior. Roy simplemente hizo una mueca y decidió no contestar, sino que se dio media vuelta y regresó a su juego.

-Ve con mucho cuidado Matt, es algo tarde. Por favor nos hablas cuando llegues a casa- Alex de puso de pie para despedir a su amigo, mientras Max trataba de aguantarse la carcajada.

-Sí mami, no te preocupes, llamaré nada más ponga un pie dentro de mi casa- Dijo burlón.

La verdad es que Alex, siendo la única chica del grupo, era la más cuidadosa. Con sus 17 años, no era una chica común; de hecho distaba mucho de serlo. No era nada delicada, y le gustaba pasar tiempo con sus amigos más que con otras chicas. Siempre se sentía más agusto con ellos. Sabía que podía ser ella misma, y no pasaba de una que otra broma como la que Matt le acababa de hacer.

Aun así se hizo la indignada y se volteó para ir con Roy.

-Que te atropelle un carro, pues!- Matt sonrió y volteó a ver a su cómplice Max. Esos dos eran grandes amigos y se entendían con tan solo una mirada. Levantó su mano, se despidió de todos en voz alta y salió después de una agradable tarde, sin necesidad que nadie lo acompañara a la salida, pues estaba familiarizado con el lugar.

Le gustaba pasar tiempo con sus amigos. Eran los únicos espacios de tiempo en que no sentía un gran vacío en su vida.

Comenzó a caminar hacia su casa, que estaba como a un kilómetro y medio de ahí.

Y mientras caminaba, pensó en su vida.

Para muchos, Matt tenía todo lo que cualquier muchacho de su edad podría desear.

Una familia que lo amaba y estaba al pendiente de él, un hermanito menor que lo admiraba casi insensatamente, una cómoda y cálida casa, su propia habitación, comida siempre en su plato, ropa… en fin, la lista podría ser interminable.

Esa gente pensaba que Matt era un chico malagradecido, rebelde e insatisfecho, porque no era feliz.

Y es que… qué es la felicidad?

Para nuestro protagonista, ser feliz era simplemente sentirse completo. Sentir como la vida lo llena a uno y no le falta nada. Eso era lo que él sentía cada vez que estaba con sus amigos.

Pero, en momentos como este, después de haber convivido con ellos y al tener que retirarse, sentía un gran vacío en su pecho y en su vida.

No podía ser que él existiera simplemente para estar feliz solamente al estar con su grupo de amigos.

Tampoco creía que existiera simplemente para estudiar, terminar la preparatoria, estudiar una carrera y dedicar toda su vida a trabajar. Es más… estaba totalmente convencido de que su destino era más grande que eso.

Entonces… a qué había venido él a este mundo?

Quería cumplir sus sueños, llegar a sus metas y cumplir objetivos. Pero, más que otra cosa en el mundo, Matt quería acción en su vida.

Sí… siempre había fantaseado con samuráis, ninjas, caballeros, arqueros… todo tipo de guerreros. Aventuras en la pradera, en el campo. Castillos, laberintos. Todo eso que podemos ver en las películas, él lo quería en su vida. Más que nada en el mundo.

Matt sentía que era la pieza que le faltaba para poder ser feliz.

Estaba convencido de que una vez que su vida diera un giro más emocionante, eso lo haría tener un propósito para levantarse cada mañana y vivir con energía y mucho ánimo, y entonces sería un hombre feliz.

Y era esa la precisa razón por la cual ir al bachillerato todos los días por la mañana, y por las tardes divertirse con sus amigos, no era su sueño de vida. Tampoco lo eran las clases que su amigo le había sugerido. Mucho menos el empleo.

Matt suspiró, y volteó al cielo.

¿Qué le deparaba el destino? ¿Qué grandezas tenía guardadas para él? ¿Era real esa sensación de grandeza, o sería una simple alucinación?

Siguió su camino, desanimado y hasta cabizbajo.

Y tan sumido en sus pensamientos estaba que nose dio cuenta realmente como llegó a su casa.

Cuando hizo conciencia de donde estaba, simplemente se dio cuenta de que estaba sentado en las escaleras de la entrada a su casa.

Una casa bonita, austera. Algo rústica se podría decir. Pero más que nada, un hogar para la familia que vivía en ella.

Suspiró una vez más, y entró.

-Ya llegué- Dijo más por costumbre que por querer saludar a alguien realmente.

Escuchó unos pasos que provenían del piso de arriba, y frunció el ceño con algo de molestia.

-Hermano? Eres tú?- Un niño de no más de 8 años se asomó desde las escaleras para corroborar que era su hermano mayor el que había llegado.

-John, están mamá o papá?- El mayor no se molestó en saludar al niño. La verdad es que muy poca paciencia le tenía. No sabía ni porque, pero ese niño tenía la cualidad de sacar a Matt de sus casillas con una facilidad impresionante. Más de la que el mismo Matt quisiera.

Por su parte, el pequeño John admiraba a su hermano. Eran 9 los años que había de diferencia entre ellos, y eso generaba una admiración hacía su hermano mayor que no podía contener. Lo que John más quería es que Matt le hiciera un poco de caso. Como niño que era, le gustaba jugar, y anhelaba algún día que su hermano se sentara a jugar algo con él.

Cosa imposible por el momento, pero… hey! Soñar no cuesta nada, ¿cierto?

-No, salieron. Me dijeron que te dijera que la cena está en el refrigerador, que cenaras y me dieras a mí también, y que procurarían no llegar muy tarde- Matt suspiró de nuevo, pero esta vez de molestia. ¿Por qué se tenía él que encargar de darle de cenar a su hermanito? No era su hijo!

-Mmmm… está bien, iré a mi habitación- Paso de largo al niño y subió a su habitación, importándole poco si el niño cenaba o no.

Dejó su mochila y sus cosas en una canasta a la entrada de su habitación.

Su habitación, un lugar sólo para él, que atesoraba con el alma. Solo las almohadas sabían de cuántas aventuras mentales del chico habían sido testigas. No era muy ostentosa, ni mucho menos. Una cama, un sillón individual, closet, escritorio y silla… y detalles por aquí y por allá.

No sería mucho, pero la verdad es que era algo suyo. Y por o tanto lo valoraba como pocas cosas en su vida.

Se quitó sus tenis y se tumbó en la cama.

Su mente siguió divagando, y una vez más se encontró pensando en todas las aventuras que le gustaría tener.

No supo cuánto tiempo había pasado, pero poco no era y lo sabía. Escuchó unos suaves toques en la puerta.

-Sí…- Contestó desanimado, sabiendo que de seguro era su molesto hermanito.

-Matt, bajarás a cenar?- Escuchó su voz detrás de la puerta –Es que tengo hambre- Y claramente escuchó la inseguridad en el tono de voz. Matt suspiró por enésima vez en el día, pero esta vez lo hizo irritado.

-No molestes. Prepárate un sándwich o algo así, yo ya me voy a dormir- El tono que usó Matt fue algo agresivo, pero no sintió el más mínimo remordimiento. Además, sabía que no era rara la situación, y que no era como que su hermano se fuera a morir de hambre, ni que se le fueran a caer las manos si él mismo se preparaba algo.

No escuchó más, tan solo unos pasos que se alejaban de su puerta, y que después bajaban los escalones de la casa. Estaba seguro de que era John.

Por unos momentos más, siguió divagando mentalmente acostado en su cama.

De un momento a otro, se incorporó, y dio un fuerte golpe a la pared más cercana. Su puño ardió bastante, pero él ni se inmuto. Tan solo quería liberar un poco de su frustración contenida por vivir una vida monótona y aburrida.

Suspiró una vez más, y se recostó de nuevo.

-Bah… como me gustaría tener algo de acción en mi vida. La verdad es que… sé que lo tengo todo, pero… este vacío… Estoy seguro que mi vida es algo más que “nacer, crecer, reproducirse y morir”, mi destino es más grande que eso…- Se dio la vuelta, se acurrucó, suspiró por última vez en el día, y un último pensamiento cruzó su mente justo antes de dormir.

Como deseo una aventura. Algo que me haga sentir adrenalina, y que me haga despertar todo eso que yo sé que traigo dormido… Lo deseo más que nada…

Alguien debió enseñarle que hay que ser muy cuidadosos con lo que pedimos, porque… puede hacerse realidad.

RESUMEN

MATT ES UN HOMBRE JÓVEN ÁVIDO DE AVENTURA Y ACCIÓN EN SU VIDA. LO DESEA MÁS QUE NADA. Y ES ESE MISMO DESEO EL QUE LO LEVA A UN MUNDO TOTALMENTE DESCONOCIDO, DEL CUAL ÉL NO SABE NI COMO LLEGÓ NI COMO SALIR.

AHÍ ENCUENTRA TODAS ESAS AVENTURAS QUE TANTO PIDIÓ.

EN AQUEL MÁGICO Y EXTRAÑO MUNDO, ENCUENTRA UNOS GUANTES QUE LE OTORGAN CIERTOS PODERES MÁGICOS, MISMOS QUE SOLO SE ACTIVAN SI USA SU PODER DE INTENCIÓN Y ENFOQUE.

MAS DELANTE, SE ENCUENTRA CON OTRO CHICO QUE LO EMPIEZA A ACOMPAÑAR, COMPARTIENDO NUEVAS EXPERIENCIAS.

DESPUÉS DE PASAR DIVERSAS PRUEBAS PARA FORTALECER EL CARÁCTER, LA ENERGÍA Y EL CORAZÓN, Y SOBRE TODO PARA APRENDER A VALORAR A LA FAMILIA Y TODO LO QUE TIENE EN LA VIDA, REGRESA A SU MUNDO CON UNA PERSPECTIVA DE TODO EN SU VIDA TOTALMENTE DISTINTA.

ESE MISTERIOSO VIAJE LE ENSEÑA MUCHO Y LE HACE CRECER COMO SER HUMANO.

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