LIMPIABOTAS Y SU PAN

LIMPIABOTAS Y SU PAN

Martha Wandemberg

27/07/2023

Tenía un cajón de madera con mil sueños escondidos, corría por las praderas descalzo de mentiras, con su pelo alborotado y la mirada encendida. Venía dejando el lecho presuroso pues sabía, que no se le permitía descubrir que era tan sólo un niño y merecía estar en la banca de una escuela, con las puertas del saber abiertas a una esperanza, que le deparen momentos, no de cepillo y tinta, no de franela sucia, o de zapatos fuertes que pisaran sus creencias.

Recostado en sus recuerdos pintó en su cara la escena, del calor y el amor que su madre le regalaba discreta, cuando apenas el alba se hacía presente en la cocina y la espera, de una leche caliente alumbrada con la vela, con la llama protegida por las manos presurosas de ese alguien que tanto ama; sigilosos otros pasos se encaminaron despacio hacia la humilde mesa, mientras alguien secaba alegre sus manos en el delantal, ese mismo que tenía uno y mil colores para alegrar esa estancia, para que con orgullo de trigo y con voz cariñosa y breve invitara a sus hermanos a sentarse y disfrutar, no sólo del olor que alivia las penas y algo más, sino del sabor bendecido que arribó sin mayor protagonismo, sólamente como un buen pan.

Para él no era difícil concebir un mundo nuevo, bastaba cerrar sus ojos y dejar pasar al tiempo, susurrando melodía de su alma joven dispuesta. Pensó para sus adentros lo afortunado que era, pues a cambio de su esfuerzo algo indefinido daba poder a unas manos, aquellas solariegas que habrán de hundirse en blanca harina con mágicos ingredientes. Poderosas, siempre amigas, formando sueños distintos ¿ que sí pequeños o grandes?, ¿ que si de dulce tal vez?, irán vestidos de fiesta y salpicados de sal.

Panes juguetones amasados con estrellas y madrugadas serenas, con promesas semi-rotas o trajes de luna nueva, panes que adornan la mesa y que mitigan nostalgias a semejanza de aurora que viene callada y pura, a saciar el hambre y a curar penas.

Panes que el Dios de la tierra multiplicó en su momento; pan que convida al vino y regatea su esencia; pan que reúne amigos y que pinta formas bellas, en la alameda del río cuando convoca a niños y viejos, hermanos y otros ajenos, como también al recuerdo de aquellos a los que se extraña y están con un pan de vida, compartiendo en otro cielo.

Pan que conquista igual a los pobres y a los ricos, a los que se dicen felices y aquellos que con dulzura enjugan lágrimas tiernas, con un trocito de pan que se acuna entre sus manos y eleva su degustar, a la plegaria secreta, “que no falte nunca más”…

¡LIMPIABOTAS le decían:- Luce tu cara feliz- ¿cuéntanos cómo lo logras?, ya ves nosotros queremos descubrir tu gran secreto para saber sonreír. El balbuceó muy despacio: es mi cajón de madera una constante sorpresa, ahí guardo muy celoso el bien ganado pan, con el esfuerzo del día, con la renuncia de tardes en las que podría jugar. No me apena el sacrificio cuanto en mi alma reina la paz, pues logro dar a los míos un pan que no ha de faltar. Por cierto en mi fantasía los frascos son mis soldados que me ayudan a luchar; la tinta es cual agua pura que transparenta en su magia la imagen que nos proyecta a ser luchadores buenos y a cultivar la alegría, aún cuando a veces serena se columbia una lágrima que viene a refrescar, las mejillas sonrojadas por el sol de los campos que yo suelo frecuentar. El cepillo es mi arma noble pues con él le saco brillo a mi infantil ilusión, de que siempre en mi camino habrá un cielo azul y un retornar a casa donde tendré el mejor PAN!

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