Colección: La Salsa Llegona

Lorena Tercon Arbiza

El libro de retos había logrado sacar su atención de la pantalla y trasladarla al papel. Andaba con él de arriba para abajo y había llegado a cumplir varios de los desafíos en sus páginas propuestos. Me enteré de algunos a través de su maestra y presencié uno yo misma al encontrarlo exhibiéndole a través de la ventana sus diminutos genitales a nuestra querida Pola, la vecina que tenía más años que el edificio. Solo por curiosear, abrí el libro en una hoja cualquiera y me encontré lo siguiente: hazle comer un huevo crudo a tu madre. “Ja, ja. Seguí participando”, pensé. Esa misma tarde, al terminar las ilustraciones para el libro Sobre el lomo de Tomato, para mi cliente más antigua, me puse los lentes de descanso y pasé las dos horas siguientes tipeando más páginas de la tesis. Cuando por fin me los quité y presioné mis ojos para masajearlos, de cara a preparar la cena, su dulce vocecita se hizo oír como cada nochecita cuando me veía terminar el trabajo del día: “Mami, ¿te traigo el vasito de yogurt?” Asentí haciendo sonar un beso en su tersa mejilla. Ni bien lo trajo, precipité tres tragos dentro de mi garganta; tenía más sed que de costumbre. En ese momento, lo observé dirigirse a su habitación con los bracitos haciendo el mismo gesto que cuando su equipo favorito hacía un gol: “¡¡¡¡¡Síiiiii, otro reto cumplido!!!!!

Fin

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