Se me olvidó decirte…

Se me olvidó decirte…

Jennifer Ovalles

27/03/2018

Hace frío, las calles están cubiertas de nieve, hacía más de cinco años que en Londres no se presentaban temperaturas tan bajas, por de bajo de cero grados. Llevamos varios días así, contemplando como poco a poco el blanco le va quitando protagonismo al monótono gris que tan acostumbrados nos tiene esta ciudad. La calefacción se ha apagado automáticamente a las 01:00 de la madrugada, así que mientras siga bajo el edredón, mi cuerpo se mantendrá templado, justo como me gusta. Sin embargo, de un momento a otro mi vejiga decidirá por mi, y aunque me relaja observar el paisaje en plena noche, cuando todo está en completo silencio, hace tanto frío que ni los zorros han decidido dar su paseo nocturno en busca de alimentos.

Acabo de volver del aseo, estoy devuelta en la cama y sigo sin poder dormir, tal vez porque hoy ha sido el ultimo día de trabajo, y a pesar de estar aliviada por haberlo dejado, me aterra la incertidumbre de no saber si encontraré otro antes de que en mi monedero comiencen a sonar las últimas libras. Ya hace más de dos horas que el sueño le ganó la partida a mi novio, y esas mismas horas son las que llevo admirándolo, preguntándome qué fue lo que hice para ganarme el amor de esa persona, para que haya decidido quedarse conmigo. He contado todas sus pecas, y por décima tercera vez he comprobado que su barba es pelirroja, aunque él se canse en ganarlo. No me reprimo a la hora de besarlo porque sé que no se va a despertar, y si lo hiciera, me miraría a los ojos, besaría mi frente y volvería a viajar a la ciudad de REM. Me encantaría tener esa capacidad de control, de decidir que es hora de desconectar y dejar la mente que vaya por libre, pero no, en cambio aquí estoy, otra madrugada más preguntándome qué voy hacer con mi vida. Normalmente cuando me sucede esto intento obligarme a dormir, utilizo todos los métodos que están a mi disposición para conseguirlo: infusiones, masajes, música para relajarse, como los sonidos de la naturaleza, entre otros. He llegado incluso a hacer ejercicios justo antes de ir a la cama, pero lo único que consigo es darme una ducha para quitarme el olor a sudor. Sin embargo, hoy no forzaré nada, permitiré que la noche haga conmigo lo que sea que tenga preparado; leer hasta que mis párpados no puedan más, acompañar a la luna en su vigilia o escribir hasta que mis dedos me recuerden que soy humana, y creo que voy a optar por lo segundo.

Con mucho cuidado intento salir de la cama, esta vez me voy a poner el albornoz blanco que está colgado detrás de la puerta, es mi favorito, no tiene nada en especial, ni siquiera un adorno que lo haga destacar, es simplemente blanco, pero su textura me recuerda a la piel de mi gato Panda; suave y caliente al mismo tiempo, y cada vez que me lo pongo, me siento como en casa. Antes de abandonar la habitación abrí el armario, aparté toda la ropa y ahí estaba ella, LA CAJA, exactamente donde la había dejado la ultima vez…, esa misma que guarda tantos secretos como la misma Pandora. Después me de tuve y lo observé una vez más, él, ese ser tan especial que le ha devuelto el sentido a mi vida, y al que por desgracia, iba a desamparar por las próximas horas, tal vez días, para adentrarme de nuevo en aquel fatídico mundo.

Había una vez, érase una vez….qué importa cómo empiece esta historia si ni siquiera sé de qué voy a escribir, o quizás si, tal vez podría intentar terminar la maldita historia que lleva perjudicando mi estado mental ¡Quién sabe!, probablemente escribiendo una novela, o en este caso terminándola, encontraré la cordura que perdí el día en que lo conocí, el día en que no acepté que existe el amor no correspondido.

Hola Tyan:

No sé cómo empezar, supongo que nunca debí comenzar este juego que surgió sin querer y que tantas veces se ha vuelto contra mi, tantas veces como me he equivocado con esto, y aunque no te lo creas, me ha dolido cada tropiezo, porque de verdad, a mi parecer, me he enamorado de ti. Sé que es ilógico e irracional, y probablemente un fruto más de mi inmadurez, pero si hay algo que soy es impulsiva y quizás esos impulsos son los que han hecho que las cosas fueran de mal en peor. Ya sé que nunca ha habido nada en ti para mi, porque lo que yo siento, en tu vida no significó ni significará nada, pero para mi tú has sido el mundo, y la razón por la que me he levantado todos estos días, sumados a tu preciosa mirada.

Lo mejor que podría hacer es resignarme a la realidad y mirar en silencio tus ojos en vez de forzar las cosas, sin embargo, si supiera hacer eso, tal vez ya te habría olvidado hace tiempo y de paso me hubiese ahorrado unos cuantos ridículos intentos de nada, pero no es así, al fin y al cabo tan solo soy una chica de quince años aferrada a un imposible.

Me encantaría, si me das la oportunidad, de poder despedirme de ti, de esa forma podría explicarte mi versión de la historia, de mí historia. Te voy a estar esperando donde siempre, donde comenzó todo, ya que no encuentro mejor manera para terminar que esta; invitarte a un café a travéz de una carta.

¡No llegues tarde! O se enfriará.

Fdo:

Chloe

Cuando escribí esta carta estaba convencida que sería la ultima, que a partir de ese momento nuestros caminos tomarían caminos diferentes. Aún recuerdo como me sentía, tenía el corazón totalmente destrozado, y puedo determinar por las lágrimas que dificultan su lectura, que realmente pensaba que el mundo se iba a terminar con su partida del instituto. Obviamente no fue así, todo lo contrario, a partir de ese momento fue cuando las cosas comenzaron a enmarañarse, a llenarse de intrigas y misterios que, incluso ahora, sigo preguntándome qué hubo de real en todo aquello. Pero eso lo dejaré para más adelante, porque si realmente pretendo ponerle un punto y final a esta historia, primero tendré que comenzarla, y para ello tengo que viajar al pasado.

Me llamo Chloe y nací en Santo Domingo, República Dominicana, el primer trozo de tierra que pisó Cristobal Colón, un verdadero paraíso para los turistas, la primera capital del nuevo mundo, y actualmente, unos de los países más pobres de Latinoamericana. Mi padre es blanco y mi madre es negra, lo que me hace ser antes los ojos de otros “mulata, nombre que aceptaba con orgullo hasta que descubrí su significado despectivo. Mis padres se divorciaron antes de mi primer año, por lo que siempre había vivido con la idea de que el amor no duraba para siempre, hasta que lo conocí, por supuesto. En mi tercera primavera Marga, mi madre, se trasladó a España en busca de un futuro mejor, al igual que hacen miles de personas que no han tenido la suerte, si puede considerarse suerte, de nacer en el “primer mundo» Eso hizo ella, dejar su país, sus hijos y lanzarse a la aventura, tratar de conseguir hacer realidad sus sueños y los de toda su familia. A pesar de mi corta edad tengo muy buenos recuerdos de esa época, sobre todo de las visitas de mi madre. Todavía no he conseguido volver a respirar esa clase de sensación, donde piensas que tienes exactamente todo lo que necesitas; mi padre alejado de una botella ( pues seguía albergando la idea de reconquistar a mi madre), ella de vuelta y mi familia toda reunida. Mi dicha era tal, que si me hubiesen concedido un deseo, mi respuesta, en aquel instante, hubiese sido que no necesitaba nada más, que lo tenía era más que suficiente para ser feliz…hasta que un trágico acontecimiento cambió mi vida de la manera más cruel. El 19 de febrero de 1998 mi hermano, sufrió un accidente que le arrancó su vida con tan solo 16 años de edad. Para mi eso fue el ¡Boom!, el detonante que le dió un giro de 360 grados a mi mundo. Marga tuvo que regresar de urgencias para encontrarse con la situación; ver a su hijo metido en un ataúd. Nunca seré capaz de borrar de mi mente aquella escena, así como tampoco olvidaré a mi padre llorar desconsoladamente, como si de un niño se tratase mientras todo el mundo se paseaba en frente de nosotros y nos ofrecía el famoso “pésame”. En medio de toda esa locura que parecía interminable, mi refugio consistía en cerrar los ojos y rogar que mi hermano apareciera para protegerme como siempre lo había hecho, y todavía hoy lo sigo esperando. Pasarían seis meses, ciento ochenta días en los cuales mis padres se habían estado disputando el rumbo que iba a tomar mi vida. Algunos llaman a eso custodia, yo en cambio, si hubiese tenido la oportunidad, le hubiese puesto algo así como: “Práctica que consiste en destrozar la vida de una persona que, por el mero hecho de no superar una cierta edad (impuesta por otra absurda ley), provoca absoluto derecho de un sujeto sobre otro, originando con ello decisiones injustas que alteran física y psicológicamente el futuro de todos los involucrados″ Sin embargo con la edad, y con la carrera que escogí, de la cual hablaré en su momento, he terminado por convencerme que la palabra ″custodia″ no queda tan mal después de todo. No supe con exactitud lo sucedido durante el proceso, lo único que me quedó claro fue que Marga lo debió haber hecho muy bien, porque a finales de agosto de 1998 me encontraba en un avión directo al viejo continente.

Con apenas trece años me encontraba envuelta en una encrucijada de sentimientos; por una parte estaba con mi madre y no iba a tener que esperar dos años para verla sólo dos míseros e insuficientes meses, pero al mismo tiempo, me costaba no pensar en lo que había dejado atrás, en cómo iba a ser mi vida sin mi hermano, porque mi héroe se había marchado dejándome completamente sola. Al que en un principio estaba obligada a llamar hogar, pero que a medida que pasaba el tiempo no habría otra ciudad en el mundo al que quisiera y sintiera llamar de la misma forma, no es otro que Alicante. Alicante es una pequeña ciudad situada en pleno mediterráneo, un paraíso al alcance de casi todos donde puedes hacer prácticamente cualquier cosa. Sus playas en combinación con el clima hacen de ella un trozo del caribe en Europa. Pero para mi es más que eso, es mi casa, y no me refiero exclusivamente a las cuatro paredes de mi piso, ni a mi barrio, sino a todo en general; su gente, sus fiestas ( incluso cuando no puedes dormir debido a ellas y a todo lo que acarrea, como la música de madrugada, los fuegos artificiales, sentir como los niños en su tierna y puñetera inocencia te tiran petardos justo a tus tus pies), el castillo ¡Oh mi hermoso puñado de historia! Tal vez no sea el Buckingham Palace o el Taj Mahal, al contrario, son ruinas… un montón de piedras que curiosamente forman una cara, pero es nuestra cara, nuestro montón de piedras desde donde se puede ver todo lo mágico de la ciudad, es El Castillo de Santa Bárbara, y estoy segura, que muchas personas tienen esa pequeña porción de tierra donde únicamente con pisarla, sienten la más extraña e inexplicable sensación de confort.

SINOPSIS

Hay dos principales razones que impiden este amor: La primera es que Tyan ya tenía pareja cuando Chloe lo conoció, y la segunda es la diferencia de edad, porque existen bastantes puntos a considerar entre los que están saliendo de la adolescencia y los que están entrando en ella. Pero nada de eso impedirá que nuestra protagonista se obsesione e inicie algo que, aunque en un principio parecerá un juego mediante cartas y reuniones en la cafetería del instituto, pronto se convertirá en una lucha por la supervivencia de la raza humana. Pasarán años en los cuales aprenderá el valor de la amistad, donde esas cartas la llevarán a descubrir amor por la prosa, y los que ellas pueden hacer. Se enfrentará a más pérdidas pero irá ganando fuerzas con cada una de ellas, y esa fuerza será crucial para lo que está a punto de vivir. El instituto, la universidad, la vida después de los estudios…tú como lector, tendrás la oportunidad de verla crecer, de llorar y reír con ella, pero sobre todo de vivir una historia increíble donde vas a creer en el amor, en la magia, en la familia…en todo lo que irás leyendo que te vas a sentir parte de ella. Y cuando consigas conocerla bien, te vas a cuestionar hasta qué punto es real y no un producto de su imaginación para no aceptar que no es correspondida….o quizás si.

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