EL ICEBERG QUE PALPITA

EL ICEBERG QUE PALPITA

BRAGI

27/04/2023

Recuerdo la única vez que vi el  océano Atlántico reflejado en los ojos de Karina. Fue en el cinema y coincidió con el estreno de la mejor película del Director James Cameron, donde las pasiones de los ahogados salieron por sus bocas burbujeantes para darle nacimiento a las medusas arco iris (como sucede en todos los desastres marítimos, pero nunca en los hundimientos en ríos o lagos). Más allá de las retinas de mi novia Karina y el celuloide narrando la tragedia,  pensé en el poeta León de Greiff, quien en su balada del mar no visto afirma que: “Mis ojos, fantásticas luciérnagas no han visto el mar”. Al respecto, ahí mismo surgieron dos interrogantes: ¿Cuántos amores se congelaron esa noche y en cuántos versos del poeta aún vive el beso de despedida de los amantes antes del desastre?

También recuerdo que después de cada estreno nos íbamos con mi amada Karina a mi casa paterna para entregarnos a otra especie de muerte momentánea, ese sofoco húmedo donde caballitos de mar microscópicos y anguilas trasparentes jugaban al escondite entre nuestros fluidos (como sucede en todos los encuentros íntimos de los noviazgos y las aventuras, sin embargo, jamás se repite esto en matrimonios o uniones maritales). Cuando la acción concluía y Karina dormía siempre recordaba al poeta Jaime Sabines, quien en el poema cuarto de su obra Adán y Eva confirmaba: “Cuando estoy en ti, cuando me hago pequeño y me abrazas y me envuelves y te cierras como la flor con el insecto, sé algo, sabemos algo. La hembra es siempre más grande, de algún modo”. Respectivamente y sólo por esa madrugada del 5 de abril, anoté está pregunta: ¿Cuántos orgasmos malogrados encuentran su tumba en el océano y cuántos en la poesía?

Ese 5 de abril a mediodía (Al día siguiente del estreno de Titanic), terminaríamos nuestra relación por culpa de la mejor amiga de Karina, quien me condenaría a ser un pez de las profundidades abisales medio ciego y a la vez luminiscente buscando lo irrecuperable (como sucede con las mujeres que siempre se quieren follar al novio de la mejor amiga, cuando lo ven detallista o les gusta y si no lo consiguen levantan cuentos en contra como me sucedió a mí. Este tipo de hechos nunca han sucedido en la historia de los hombres, pues consideramos sagrada a la mujer del mejor amigo). En fin, es cierto lo que dice el Poeta José María Muñoz Quirós en su poemario el color de la noche: «Y quizás el río llegue hasta el mar en calma y las olas se vuelvan pasos de peces invisibles, y entonces, río y mar, (aguas calladas) se abracen dulcemente en la última costa del silencio”. Para terminar, siempre quedará pendiente la incógnita: ¿Por qué no fuimos capaces de ver el iceberg y todo se redujo a este mal relato, acompañado de tu bella música Karina?

LA MÚSICA ES INÉDITA Y ES EL PORRO «KARINA», QUE ES AUTORÍA DEL MAESTRO COLOMBIANO JESÚS ALONSO COMBARIZA.

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