La cita se pactó, celular mediante, en el mismo ceremonial tono con que solíamos pactar nuestras escapadas de amigos, en el mismo lugar de siempre, el que solía gratificarnos observando por horas la playa que enfrentaba al Náutico de San Vicente do Mar, mientras comentábamos nuestras vidas, compartiendo un delicado tempranillo de bodegas Neo acompañado con algún estofado de aves o alguna cazuela, según la ocasión. Generalmente un Tío Juanillo de dicha bodega, acompañaba el evento mientras de fondo se podía escuchar la envolvente música con la que solían recibir a sus visitantes, pero ya mi amigo no vendría, lejos había quedado su vida de las regatas, los buenos vinos y la cautivante música que el Náutico nos solía brindar al flamear sus banderas azules al viento, como dándole los buenos días a la isla que se divisaba salpicada de peñascos entre la bruma marina. Su vida se extinguió a medida que se encendía la pestilencia en el mundo.
Su hermana mayor solicitaba verme, para que la ayudara con unos papeleos relacionados a su hermano, en pos de aligerar tiempos en torno a propiedades que compartían en herencia, con lo cual me aseguraba un encuentro cargado de nostalgias y recuerdos. Quedamos en vernos en el próximo fin de semana, en el náutico de San Vicente do Mar, como no podía ser de otra manera. Carla como su hermano José, eran como hermanos para mi, pues nos habíamos criado juntos en nuestra Pontevedra natal y estás históricas playas enmarcadas entre el monumento a los Voluntarios del Prestige y Punta Abelleiro, siempre fue nuestro paseo favorito.
Los fines de semana la prisa me corría por llegar al Náutico y dedicarle atención a la ya vieja embarcación que poseíamos junto a José, “La Elegante” que era fiel testigo de nuestras travesías, nuestros triunfos y algunas travesuras, pero en este día la proximidad al reencuentro con Carla había superado mis ansias por estar en mi antigua nave.
Ni bien observe la inminencia de su llegada, salí del náutico a su encuentro fundiéndonos en un cálido abrazo familiar.
-Carla… ¿Cómo estás?
– Acostumbrándome a su ausencia.
– Por cierto trágico, ya sabes cuánto lo siento. Elijamos algún buen vino de la casa, si te apetece lo acompañamos con alguna tablilla de quesos o mariscos y me vas contando a que debo este reencuentro.
-Si obvio, me encantaría un Neo Viñas Viejas con alguna tablilla a tu elección, como en los viejos tiempos.
-Ya sabes que el náutico de San Vicente sigue siendo nuestra casa a pesar del tiempo, voy a ver si Miguel se encuentra, seguramente se alegre al verte y nos prepare alguna de las especialidades de la casa.
Acomódate y ve eligiendo que me impaciento.
-Nada de importancia Jorge, ya sabes sigo siendo bastante torpe en papeleos y necesito la partida de defunción de José. Un problema, pues, el falleció en Portugal, en esas circunstancias terribles donde nos vimos obligados a aceptar su cremación. No conozco de trámites, no se por donde comenzar.
-Tranquila Carla, hoy día es una diligencia muy sencilla, ya lo he realizado cuando aconteció lo de mi padre.
-¡Mira quien viene ¡
-Hola Miguel.
-¡Qué guapa esta la niña más chula de Galicia!
En realidad Miguel había exagerado los elogios motivados por la alegría genuina de vernos, no contemplando que el tiempo y el dolor son dos eximios escultores a la hora de encargarse de dejar marcas imborrables en los rostros desfigurándolos con el cincel de la vida.
-Que zalamero eres Miguel, vieja… Ni guapa, ni chula, por Dios…
-Viejos los trapos y para rejuvenecer nada mejor que las especialidades de la casa, que hoy los invita.
-Gracias Miguel echaba de menos tu calidez.
-Pues los dejo, tendrán mucho para hablar.
-Volviendo al tema, esos trámites se realizan vía web, en diez minutos y en una semana lo tienes en tu correo.
-No sabía Jorge, soy tan…
-Ni bien llegue a casa preparo el pedido.
-Te agradezco Jorge, te dejo sus datos detallados pues seguro los solicitan.
-Vale, déjalo en mis manos Carla. El lunes lo presento.
-Una vez más te agradezco.
-Hablemos de cosas lindas. ¿Sabes con que me estuvo tentando Miguel antes de tu llegada?
-No sé, Miguel es capaz de cualquier propuesta, a favor de motivarte.
-De eso se trata, me inscribió en la próxima regata, el gran premio del 25 de Abril.
-Buenísimo. ¿Llegaras a tiempo, para poner en condiciones a “La Elegante”? Quedan pocos días, estamos ya entrados en Abril.
– Tendré que apurarme un poco, pero es todo un desafío, volver a las regatas después de años.
Y así fue como entre copas y recuerdos, el sol se fundió en el mar y los peñascos quedaron platinados por la luna, anunciando el fin del emotivo encuentro.
A primera hora del comienzo de la semana, comencé a llenar los datos del penoso petitorio. A ver…”Yo Jorge Murientes solicito en carácter de gestor la partida de defunción correspondiente a quien fuera en vida José Sánchez. Bien solo resta completar los números de documentos, la localidad del fatídico suceso y abonar la tasa exigida, en una semana prometen enviarla a mi correo electrónico, sencillo y rápido.
Y así se cumplió, al cabo de una semana recibí el mail con dicha partida de defunción, la cual con lujos de detalles documentaba que el día 25 de Abril del año 2023 el señor Jorge Murientes falleciera en un trágico accidente, siendo encontrado sin vida en uno de los islotes de la bahía.
Pero…Si mal no veo, esta es mi partida de defunción. Como broma me parece de muy mal gusto. Mañana tendré que ir a quejarme al registro.
-¡Quiero una explicación!
– Le pedimos disculpas, es un fallo de nuestro nuevo sistema integrado por inteligencia artificial. Un error lamentable, en un par de días tendrá la partida que ha solicitado,
El día 25 de Abril, después del trágico accidente volví a sentarme con José, bebiendo un tempranillo que Miguel siempre dejaba gentilmente olvidado en nuestra mesa.
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