El bar
Debían entrar al tugurio peleando a codazos por un de los señaladores ya que estos no se repetían, especie de azar forzado. En una mesa pequeña a la entrada dispuestos los señaladores triangulares con las siguientes inscripciones: silencio, amor, olvido, tedio, ignorancia, critico, filosofo, poeta, sarcástico, nihilista, sin sentido, pesimista, etcétera, escritor, etc. Siendo intercambiados periódicamente con otro género, por ejemplo: Dioniso, Hermes, Apolo, etc. Representaban, como es evidente, la esencia elegida. Algunos miembros aclaraban su postura según el libro, es decir: Aquiles de Pavese, pesimismo de Cioran, amor según Sade, y demás. Sentados frente en una mesa redonda apoyaban un libro y el señalador. La pauta de lección de libro era encontrar uno no leído por los otros miembros del club, raro; sin importar la edición e idioma. Cada quién por turno presentaba el titulo y autor. El libro era aplaudido por quien lo ignoraba. Estaba terminantemente prohibido exhibir libros superfluos o sin interés literario como libros de economía o política atemporales o en desuso; esto, llegando a un boto en contra, se castigaba con la quema del libro en cuestión y no exhibir un libro la siguiente reunión. No se permitían antologías ni recopilaciones de ningún tipo, a menos que el mismo autor así lo deseara como del mundo que conocimos de Castillo. No se podían repetir. (En caso de duda consultaban un catálogo que además tenía los aplausos recibidos, libros quemados y los nombres alegóricos utilizados por cada miembro aquellas noches.). Además, únicamente era posible citar los libros presentados. En cuanto al registro no era posible utilizar insultos directos, barbarismos, vulgarismos, etc. sin denotando intelecto o culto, por ejemplo: No es permitida la palabra “idiota”, pero si “buena idea griega”.
-Empecemos la reunión. ¿Todos de acuerdo?
-No
-No
-No
-No
-…
-Excelente. ¿El tema de interés?
Silencio.
-La vida.
-Excelente. La muerte. ¿Alguien en contra?
-No se
-Si se
-No se
-Si se
-…
-La vida es la carencia de muerte. La vida es la perdida de ….
-¡Un momento!, ¿¡perdida!?, ¿¡Posees algo!?
-Imposible. Cuando Ambrose describe la vida como intelecto se equivoca al definirla como tal, describe el movimiento y no el intelecto. Resumiendo, la vida es todo objeto en movimiento aparentando un intelecto. Sabemos que el libre albedrio es un chiste. El objeto en movimiento es vida.
Un murmullo en la sala. El miembro con el señalador de mudo- siempre tenia el mismo- agarra un diccionario perteneciente al club con las definiciones propias del club (también se encuentran un diccionario etimológico, sinónimos y antónimos y uno de definiciones contemporáneas.)
Al leer el diccionario se encontrarían palabras dicotómicas tachadas con: “no existe”, corregidas con: “posibilidad en proceso”. El resto de palabras concatenadas, ejemplo: “casa” deriva a otras palabras propias de su misma descripción. Se repiten, curiosamente, palabras del diccionario con nexos diferentes. Repiten “muerte” más de siete veces pero con nexos diferentes en todos los casos: Muerte- deseo, muerte – futuro, muerte- posibilidad, muerte-psicología, muerte-filosofía… a la vez que cada nexo conlleva a la definición del anexando y este a otros, dependiendo del humor o interés del club en hilvanar. La palabra religión (pese a sus setenta palabras) no despertaba ningún interés, por lo tanto ningún nexo.
-Queda concluido: vida: objeto en movimiento. Todo objeto en el universo visible tiene movimiento, todo esta muerto y vivo.
(En coro) Omnia mors est vita, vita mors est. Nihil omnia, quae nihil. – (Lema de la sociedad.)
-Dado que la vida son elementos químicos e impulsos eléctricos lo que tenga estas dos cualidades tiene vida. Las personas cuando mueren no apagan sus impulsos electico- químicos, su cuerpo sigue en movimiento puesto que la tierra rota alrededor del sol a 107 klm. por hora y 30 klm. sobre si misma. En conclusión: Los hombres no nacen ni mueren.
-Excelente. Anote: 2_ Los hombres no nacen ni mueren. Es imposible nacer, por consiguiente, morir.
-Nexos para la siguiente reunión: movimiento y conclusiones. ¿De acuerdo?
Uno de los miembros tosió fuertemente. Enrojeció la tez junto con los ojos.
-Vamos
-¡Muere!
-…
(En coro)- ¡Muere! ¡muere! ¡muere!.
(Recomponiéndose)– Lo siento, perdí la oportunidad.
Se trataba del miembro fumador. Cada uno de los miembros esta obligado al consumo excesivo de alguna sustancia nociva, únicamente esta, hasta la muerte; o privación total. La cantidad medida es el triple de una ingesta dañina, pero podían ser dosificadas durante todo el día. Estaban obligados a consumir esa cantidad. Además de fumar y beber, otro no podía consumir ninguna, otro no podía hablar, otro sin sexo y por último no amar (debía cortar toda relación luego de dos meses y medio). Las “condenas” estaba anotadas en una libreta. En las misma las apuestas de quien moriría primero y quien se suicidaría. Podían participar en las apuestas cualquier interesado. Son las siguientes: muerte del Fumador: 13 apuestas. Suicidio 2; muerte del Bebedor: 17 apuestas. Suicidio: 14; muerte del Sin Amor: 1. Suicidio 20; Sin Drogas: 0. Suicidio: 24; Mutismo: 15; suicidio: 24; Sin Sexo: 20. Suicidio: 35.
Terminada la reunión dos miembros mantenían un soliloquio mientras caminaban:
-¿Cómo te matarías?
-…
-Lo pensé mucho tiempo. En un principio pensé en saltar de un edificio, ya sabe, para no equivocarme; si uno se corta las venas puede que lleguen a socorrerlo o que se arrepienta y el dolor… Le tengo pavor al dolor físico; al igual que con veneno: Se dice que Napoleón intento matarse tomando tres veces la dosis letal, la cual naturalmente termino vomitando. En el error la oportunidad. Seguramente Napoleón sintió que un dios no quería que el muriera, que una voz le decía no es tu hora.
-…
-Y un día me encontré con Chamfort, escritor del siglo xxiii. Intento matarse al dispararse justo en la frente, para su mala suelte cargo mal la pólvora dejándole algunas cicatrice en la frente, para luego arrematar bestialmente con una navaja. Se salvo. No recuerdo bien quien dijo intentando citarlo “soy tan estúpido que no sirvo ni para matarme”.
-…
-Entonces concluí matarme de la misma manera, una pistola antigua, cargarla con pólvora, sin saber siquiera como hacerlo.
Sabe, un dato curioso sobre el suicidio es que los diarios son breves e insulsos para no sentir empatía. Es curioso pensar que al leer del suicidio ajeno uno quiera matarse; Cioran decía todo lo contrario, cavilar el suicidio cohíbe el acto, quien piensa mucho en matarse no lo logra. Algo así como el titulo de Shakespeare “mucho ruido y pocas nueces”.
Yo, por ejemplo, no me mataría porque le estaría dando sentido a mi vida.
-…- Asiente con la cabeza.
-Veo que me comprende. La vida no tiene ningún sentido, entonces matarme implicaría que la vida tenia el sentido del tedio y dolor, es pensar que el mundo es hermoso y puro cuando nunca lo fue, la decepción del pesimista. Por ello creo que ninguno de nuestro club se matara, todos pensamos igual, es más, probablemente alguno se mate cuando alcance una felicidad extrema, se desprenderá de su pesimismo quebrando toda vida y realidad, como Schopenhauer frente a una mesa hinchida de manjares. Inclusive menos después de hoy, sin vida no hay posesión de la vida que se intenta quitar. Curioso pensar en que nuestras prohibiciones y vicios obligados sirven de salvavidas.
¿El suicidio colectivo? Jamás. Cada quien tiene su misticismo del suicidio, ya habrán elegido el lugar, los símbolos desparramados como piezas de un rompecabezas, los últimos escritos, el último trago y demás.
-…
-En una playa, todas las piezas del ajedrez, pero sin la tabla; El ultimo hombre en francés (idioma que desconozco, libro que nunca leí); un rompecabezas sin armar con una epistolar ocupando todo el reverso, destinada al biógrafo. ¿Qué te parece?, ¿ ¿Divertido verdad? Y podre una mesa con manjares tapados, claramente para que no se llene de arena así mis invitados puedan disfrutar del festín. Y música de fondo. (# buscar nombres de cantantes francesas)
…
Y pensar que alguna vez lo tuvo todo, riqueza, fama. poeta y filosofo- hibrido peligroso-.
La imperfección lo destruía: en las letras faltaba algo o sobraba, algo elevado y mas profundo que toda la literatura: el silencio. ¿Para que decir algo cuando no se puede llegar a decirlo todo?, ¿cuándo un idioma es ajeno y enajenante?, ¿hilvanar conceptos cuando la verdad es una teoría?, ¿la huella mnémica única?, ¿los signos no concuerdan con el significante ni significado?, ¿decir algo siendo él y los diccionarios volubles? Todas las palabras son convenciones para convencer ¡y el no quería vaho preconcebido, infección letrada, ley masticada.
Con el silencio es comprendido, es real, más real que su mera descripción adjetival, su realidad alterna, externa o interna. El dice todo porque no tiene nada para decir, porque dejo sus palabras suspendidas en algo concreto: él. No eligió la cohibición del silencio por capricho, la eligió porque era mas poeta, o al fin poeta.
Es inútil preguntarle algo, ya respondimos.
Dandi.
-¡Por que me dijiste que me amabas!
-Lo hice, ayer. Las ilusiones son pasajeras y mueren como el canto de las aves en la noche, por mas bellas que fueran sus voces. El amor es igual, no importa que tan bella seas o la seductora ilusión, siempre la noche es más inmensa.
-Imbécil. Me voy- dijo titubeando y cabizbaja.- Entonces – repuso – ¿Por qué peleaste en el bar con mi ex? ¿Por qué sonreías? ¿Por qué? ¡No te creo!.
-La ilusión persiste en tu corazón, es la esperanza la que habla y la ultima que muere. Te lo digo: todo es cierto, te ame con locura y entrega, con vorágine pasional y angustia del solitario. Pero eso fue ayer.
-¿Y las promesas? ¡Me mentiste por nada!
-Esas promesas eran ciertas, no te mentí nunca. Esa cabañas en algún lugar de la Patagonia era una promesa, una de dos personas diferentes, de dos enamorados; yo no soy quien prometió.
-Era todo mentira
-Era una verdad intempestiva… como todas las verdades.
-¡No!
-Te tenes que ir.
La mujer se le acerca. El responde con una cachetada. Silencio. La mujer vuelve en si lanzándose, pegándole en el pecho torpemente. El resiste unos instantes; violentamente la tira a la cama. Sollozando:
-No me dejes por favor. ¿Qué hice mal?
-Nada. Todo estuvo perfecto, sincero.- agarrando su chaqueta- me voy al bar. Te tenes que ir.
-¿Y si no quiero?
El se tira a la cama y le hace el amor loca y estúpidamente, como si no le importara nada, pero cavilando intermitentemente “otra mas, otra vez”. Ella llora y gime y se pierde en algo que no puede ser llamado ser o estar. Se siente violada a la vez que no quiere que aquel momento termine, todo lo contrario, quiere que ese instante perdure para siempre; erotismo asqueante y voluptuoso, asco de ser y no-ser que nunca se desprenderá de la carne y sin noción del tiempo del universo subyugante; momento de muerte y vida, de sosiego y pesadumbre, del desnudo por fin sin valor, nada que proteger y olvido. Todo termina en un instante eterno.
Eyacula en su cara. Para complacerlo se pasa la mano, ¿aún es su mano?, encementada, imbuida en humos, y lame. La mira con distancia, con desprecio despótico. Por un instante piensa en quedársela, luego sublevarse: “otra vez, mil veces”. Ella lo abraza. Sabe a priori el silencioso “no quiero irme… pero ¿esto? ¿Qué fue?”, que ella reflexiona, pero no saca conclusiones. Las dilucidaciones son de el, y vacíos para ella.
Duermen.
-¿Qué hora es?
“Se habrá ido”, notando que no esta en la cama. Pero no, estaba en la cocina preparando un cena considerable de tres platos y disert horneándose. Mira el reloj. ya es tarde para el happy. Saca debajo de la cama uno shot y una botella de vino tinto. Se siente estúpido con el shot y lo vuelve a meter debajo de la cama. toma un destapacorchos de la mesita al otro lado de la cama. Bebe unos angustiantes tragos largos, tanto como para dejar media botella con cuatro tragos.
-¿Que haces?- cuando se cruzan sus miradas- perdón. Esta bien que tomes.-dice con tono dulce de perro reprendido.
Y funciona, la pena seduce porque nadie merese nada y, sin embargo, sucede todo; porque podría estar con ella como con cualquiera, pero no y si y toda decisión es capricho.
RESUMEN: Seis personas afiliadas al particular “club de los suicidas”. En el club posee reglas particulares como la ingesta diaria de dosis altas de drogas legales y prohibiciones extremas, con las que efectúan apuestas sobre la longevidad de los miembros y la tentativa de suicidarse. No solo es un simple club, sino un taller literario y de pensadores. Los vicios y el interés por la muerte/suicidio representan las vidas de muchos genios de la literatura de todos los tiempos.
A lo largo de la novela se vera los efectos de pertenecer al club como los desamores obligatorios, la ebriedad destructora de relaciones, el mutismo desolador, y demás vicios y cohibiciones. También las peculiares conversaciones con sus aún más curiosas conclusiones y definiciones del diccionario del club.
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