Poco tiempo

Solía preocuparme por el número de primaveras que atravesarían mi piel y crearían cauces en mis mejillas, también miraba las manos arrugadas de mi abuela y me afligía pensar en aquel segundo donde las manchas de la senectud invadirían las mías. Temía infinitamente que llegara el día en que ya no sintiera la brisa veraniega y que solo me visitara el frio abrazo de la muerte.

Pero luego llegaste, y entonces ya no me afligían las primaveras ni las arrugas que pudiera con los años tener, me preocupaba más despertar a tu lado sabiendo que el amor no envejece. Dejé de temerle a las manchas en mis manos, porque más temía perder la oportunidad de sostener las tuyas por el resto de mi vida. En cuanto a la muerte; esa nos llegará a ambos y no hay eufemismos que la detengan ni la desvíen, pero tengo la seguridad de que cuando llegue me sonreirá y yo le sonreiré a ella porque sin importar lo que haya al otro lado, me iré con el calor de la vida que construimos juntos.