Trovador de letras.

Trovador de letras.

Kramen

17/03/2018

No es ni siquiera un trabajo con su debida remuneración, tan sólo es un arte como otro cualquiera. No recibes nada durante toda la vida, el reconocimiento es tan efímero como una pompa de jabón en mitad de un desierto inhóspito. Bailas, saltas y jadeas mientras la tinta se imprime sin que nadie le preste la debida atención. Una sombra entre páginas blancas que se estremecen frente a un huracán de sentimientos enraizados que arrastra hasta las penas donde no hay quien las busque.

Una vez deseé desaparecer del mundo, perderme allí donde no había llegado ninguna persona anteriormente, la soledad no me daba miedo y en verdad había pocas cosas reales que me aterraran. Huía de una extraña casa sin volver la vista atrás y aquel lugar me parecía el mejor sitio donde esconderme. Tarde meses en llegar a ese sitio donde el tiempo pasaba más despacio, donde se podía oír la voz de uno mismo contándote historias inconexas, fascículos de histórias que se mezclaban con el hambre y la sed en una vorágine encarnizada de sentimientos enfrentados.

Acabé alimentándome de cenizas como los dragones de antaño, cazando mentes perdidas, recolectando sueños rotos que masticar después y robando estrellas de un firmamento oculto tras la polución de mil ciudades sin alma ni intenciones. Fue entonces cuando lo llamé hogar y construí una fortaleza que me protegiera de los mordiscos que aún me perseguían y llegaban a oleadas de efervescente espuma. La paz llegó cuando deje de vigilar mi espalda, era una sensación desconocida como no notar el espoleteo de mil látigos azotando mis recuerdos junto a mi carne, entre el silencio apareció una conciencia que tenía por extraviada.

Ella comenzó a hablarme de nuevo, a susurrarme cuentos y fábulas. Las molarejas aparecían vestidas de colores para distinguirlas de la sobriedad de las palabras en blanco y negro. Era un mundo perfecto, donde escuchar y jugar a no perder el equilibrio entre aventuras y ficciones que había vivido pero no había asimilado completamente, era como la digestión de los grandes reptiles, lenta y progresiva. Y cuando el tiempo me devolvió a la realidad. De esa fortaleza, no salió una persona, si no dos que se complementaban.

El ente físico cumplía las rutinas, las obligaciones y los deberes de ciudadanos normales, pero la conciencia no tangible, se encargaba inmersa en la locura de hacer que toda aquella experiencia valiera la pena. Uno vivía de día con el resto de las personas y la otra reinaba de noche mientras los ciudadanos descansaban del ajetreo de sus jornadas. Era como una luna para los que viven al otro lado de la tierra, una existencia verdadera oculta tras las horas donde habitaba el sol.

La letras y las palabras son un ganado que vive dentro de las cabezas, forman renglones soberbios y manadas heterogéneas. Braman, sufren y mueren si las olvidas ó las ignoras, tienes que mirarlas con los ojos de una madre que las ama sin importar su procedencia y sus antecedentes. Vives, rezas y mueres como una persona, pero aquel que no sigue a los dioses encuentra en el mundo de tinta, una posibilidad infinita con la que acontecer mil hazañas y el doble de maravillas. «Los ojos del observador son la clave», musita el ciego de la esquina, porque hasta él sabe que el mundo tiene texturas que contienen más información que la propia paleta de colores.

Por la noche todos los gatos son pardos, pero en verdad en las sombras lo que lo parece puede ser un perro… y lo que surca por debajo de la superficie del agua en vez de un pez, quizás sea una serpiente. Cuando la mirada miente a la razón, el cerebro sabe discernir la verdad sobre las cosas, incluso el vello de los brazos tiene más inteligencia intuitiva que los ojos de quien no quiere ver la realidad. O peor aún se engaña a si mismo para no sufrir más de lo debido.

El corazón tiene tantas vidas como pajaros haya dentro de su pecho, se rompe, desquebraja y estalla como el cristal si no lo cuidas adecuadamente. El mio se volvió arena dentro de un reloj el día en que mi musa desapareció prendida del brazo de otro de sus amantes. La locura llegó montada sobre un magnífico corcel blanco y se convirtió en escudo y lanza de mi eterna condena.

Entonces fue cuando delante de mí comenzó a florecer un mundo entre los arboles de raquíticas ramas que apuñalaban al cielo, haciéndole manar gotas de otros mundos repletos de oraciones y versos. Personajes variopintos de otras culturas en tiempos escondidas surgieron espontáneamente. Daban ritmo, otorgaban rima, mostraban sus relatos danzando canciones olvidadas por el pasado. Multiversos increíbles que surcaban sobre cuerdas, historias que unos dedos pinzaban en arpas infinitas. Lo que ocurrió y se perdió regresaba por las madrugadas a contar sus sucesos para encontrarse conmigo allí donde ya nadie buscaría jamás. Su voz narraban lo que mis tímpanos escuchaban como música de cajones y trompetas.

Sin la capacidad de dormir… la conciencia se deslizó entre los mandos de mi cuerpo y poco a poco cambió al autómata por un trovador de palabras que salpicaba tinta por su boca y las yemas de sus manos. Desde entonces mil páginas han caído entre el sonido de sus dedos en un teclado mecánico y el camino que sus pies erráticos han dibujado por el suelo entre brincos y cabriolas.

En el gran escenario del mundo, no existe suficiente silencio que no pueda perturbarse con la ternura de poemas y cuentos sin final triste, lo imposible sólo existe si ninguno lo intenta con la suficiente firmeza como para no caer abatido a la primera contingencia, ni tener el valor de seguir mientras el aliento sufle como un fino velo inmerso en aceite hirviendo. La vida es un sueño si no eres insomne. Nadie resta, ni sobra cuando las letras aparecen y el universo se concentra expectante antes del temido punto y final.

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