Se da por hecho que lo “normal” es estar rodeados de gente. Amigos, familia, pareja… El ser humano es un ser social gracias a la cualidad de relacionarse y convivir. Este hecho se ha convertido en norma general creando el pensamiento de que la gente vive rodeada de gente.
Desde mi punto de vista la mayor parte de la población tiene al menos una persona a la que recurrir en caso de necesidad. Pero eso no lo hace algo “normal”.
Día a día tengo la necesidad de pensar en la gente que me rodea, en la que me apoyo para moldear la vida haciéndola más llevadera en ciertas situaciones. Personas con las que no sólo vivo el presente, sino que me hacen disfrutarlo.
Es tan placentero poder amar y que te amen. Dar todo de ti a las personas que quieres sin esperar nada a cambio. Sentir que pase lo que pase siempre tendrás dónde refugiarte.
El amor nos hace aún más humanos a la vez que activa nuestro instinto más animal, es capaz de incendiarnos y apagar todos nuestros fuegos internos al mismo tiempo, es paz y agitación.
Normalizar algo tan grande como el amor es como confiar nuestra sed al pequeño oasis dentro del inmenso desierto.
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