Borrado por la superfluidad de la vida.

Es a cada paso que doy, envuelto en la rutina y sometido al eterno vaivén al que la ciudad me somete que siento como los bordes de la realidad se desdibujaran y me desdibujaran a mi. Siempre al margen de los sucesos importantes, de las grandes noticias, de los titulares más llamativos, siento que los lugares y las calles que frecuento se hacen invisibles, esperando a que un gran suceso les permitan volver a reclamar su propia existencia mientras transcurre allí mi vida y la vida de cientos, que así mismo esperan también por una oportunidad para sentir que son parte de alguna historia que valide su propia identidad.

Sin embargo y conforme pasan los años dichas calles tienen como única particularidad el ser invisibles y otorgar una carga etérea a las vidas que se contienen en ellas. Y aun así, un transporte que siempre es lento, calles siempre atiborradas, la lluvia siempre impredecible e inoportuna, esos breves sucesos que son solo nimiedades sin importancia que también se tornan invisibles como las calles y aceras así como aquellos que las transcurrimos forman un eterno relato de personas que, al margen de la vida misma. nos perdemos en una historia que nadie nunca oirá, y por ello nos borra de la existencia.