Era como dibujar.
Un camino de árboles gigantes
unidos arriba,
unidos al final.
Y mis pequeños pasos
y mis constantes pasos abrían el camino.
Más allá, más al fondo,
el camino no terminaba de cerrarse.
Había un caballo.
Esta vez era blanco.
Era manso y peligroso.
Me impedía pasar.
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