Después de que el juez le leyera la sentencia, el acusado pidió ver el documento. Este decia:
«El reo ha sido condenado a morir decapitado»
—Que significa «decapitado?«
Le preguntó el acusado al juez.
—Que un verdugo le cortará la cabeza con hacha o espada.
—Supongo que el castigo se ceñirá estrictamente a lo que dice la sentencia, y que el método empleado para llevarla a cabo no cambiará, verdad? —Por supuesto. —le respondió el juez, extrañado por tantas preguntas.
El día en que iba a cumplirse la sentencia, llevaron al reo ante el verdugo. Cuando ya el verdugo alzaba el hacha para separar la cabeza de su cuerpo, el preso dijo que podía cortarle la cabeza, tal como rezaba la sentencia, pero de ningún modo podía tocarle el cuello.
El verdugo, sorprendido, miró al juez buscando una solución. ¿Cómo iba a cortarle la cabeza sin tocar el cuello?
Ante la respuesta del magistrado que procediera con la ejecución, el abogado del prisionero se levantó y dijo que su cliente tenía razón. El cuello, aunque unido a la cabeza, no forma parte de ella.
También dijo que si el verdugo lastimaba el cuello de su cliente, sería denunciado por no cumplir exactamente lo que decía la sentencia. Y también al juez, por permitir que no se llevara a cabo correctamente la ejecución.
El juez, al comprobar que no había forma de decapitar al condenado sin tocarle el cuello, y que el método de ejecución no podía cambiarse, no tuvo más remedio que dejarle en libertad.
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