(Infraordinario)
Recuerdas el cuarto blanco, donde absolutamente hay nada ni nadie, pero para deleite tuyo puedes entrar. Si, allí donde las ideas se apagan, la risa esta lejana y las melancolías quedan fuera por quizá una o dos horas.
Es una exquisitez porque será propio de quien haga uso de sus bondades. Además por excelencia es para una persona y nadie más pero eso sí, super amplio e infinito. Blanco por donde se le vea, ahí ínfimas emociones y conversaciones se cuelan mientras dura la estancia. Nada prevalece por entre sus paredes ni hay un itinerario establecido.
Tal estadía concluye cuando la brisa atraviesa tu piel, tus pupilas se detienen las mías junto a: “¿Estas escuchándome?” por interminables milisegundos.
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