Estás ahí, tirado en la orilla. Desmadejado como un muñeco roto sobre la arena llena de piedras. Esta playa siempre tuvo demasiadas piedras.

Estás ahí, por fin quieto, y esa horrible sonrisa se ha convertido en una grotesca mueca. Un hilillo de baba enrojecida ─qué asco─ se escurre por la comisura de los labios, resbala por la barba mal afeitada. Cada vez es más roja, la baba. Unas olas blandas, transparentes, te bañan los pies, se deslizan apenas bajo tu cuerpo y cerca de tu cintura se vuelven violáceas. El reguero de sangre nace cerca de la nuca, se ensancha junto a tu hombro izquierdo y se está convirtiendo, ante mis ojos, en un gran charco oscuro que se traga la arena.

Hace un día fantástico para ser enero. Eso es lo más raro de todo.Este día de sol, con la brisa tan suave. No hay sitio para la muerte en un día así. Deberíamos estar paseando con los pies descalzos, como hacíamos antes, al principio de conocernos. ¿Qué nos pasó? Te miro ahí tirado y recuerdo que amé a un hombre que se parecía a ti.Después la vida se ensañó con nosotros y ya nunca volvimos a ser los mismos.

Tengo que lavarme las manos, y debo enjuagar mi ropa, las manchas de sangre son difíciles de quitar. Debería irme de aquí y en cambio no puedo moverme. Miro mi mano derecha como si fuera la de otra persona y aún sostiene la piedra, ¿cómo puede ser? Es un guijarro redondo y blanquecino, ahora pegajoso y oscuro.

Oigo chillar las gaviotas a lo lejos. Me vuelvo y las veo perderse en la distancia, como pañuelos de papel arrugados. Tan blancos.

Blanco era el vestido que yo llevaba la última vez, ¿te acuerdas? Era blanco y me lo desgarraste, no conseguí correr lo bastante rápido. Fue un error entrar en aquel callejón, qué estúpida, pero tenía prisa y no te vi venir. Llevabas tiempo sin rondar la casa y alguien me dijo que te habías ido a Francia. El vestido quedó sucio y roto, y yo ese día no pude ir a la oficina. Era muy bonito. Después, nunca he sido capaz de comprarme otro de ese color.

He soñado tanto con tu muerte que me parece estar atrapada en un sueño. Esperaba sentir un gran alivio pero ahora, frente a ti, no siento nada, solo un gran cansancio. Si no te hubieras abalanzado encima de mí, si no hubieras resbalado. Cuántas preguntas abiertas.Si no te hubiera visto en la arena, inconsciente, inofensivo al fin, quizás nunca habría cogido esa piedra, no te habría golpeado una y otra vez. Pero toda la rabia se me volcó encima. ¿Cuánto puede aguantar una mujer?

Y ahora tú estás ahí, por fin quieto, y yo siento que también mi vida se ha acabado.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS