Las claves del Camino de Santiago en 1000 palabras

Las claves del Camino de Santiago en 1000 palabras

Joaquín Pereira

12/03/2018

Contar lo vivido al caminar 500 kilómetros del Camino de Santiago en sólo 1000 palabras es similar a cómo se arma la mochila para la peregrinación: nos quedamos con lo esencial y dejamos atrás lo accesorio. Con sólo 21 días para caminar inicié mi peregrinación en la ciudad de Burgos.

Me costó un poco encontrar a la mejor amiga del peregrino: la flecha amarilla. Dentro de la ciudad de Burgos la señal cambia por una concha plateada empotrada estratégicamente en las calles por donde deben transitar los caminantes.

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En un recodo del camino me topé con unas impresionantes ruinas de un edificio dedicado a San Antón. Allí los caminantes acostumbran dejar allí mensajes y peticiones al santo: Yo escribí pidiendo por el alma de mi gata Miguelina que se había ido recientemente y para que el santo me ayudara a escribir mi novela El enigma Pessoa.

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En una de las paredes de uno de los alberges leí una cita que me hizo reflexionar sobre las personas que nos vamos encontrando en la vida: “Un amigo es uno que lo sabe todo de ti y a pesar de ello te quiere”, Elbert Hubbard.

Durante mi trayecto fui conociendo gente maravillosa que fui asociando a mis protectores espirituales. Un joven madrileño lo asocié con el Arcangel Miguel; un bombero llevaba el nombre del santo que motiva el peregrinaje, Santiago; una brasileña a la que auxilié la asocié con la virgen morena venerada en Brasil; en otra ocasión cuando cojeaba de una pierna una señora de nombre Pilar me ayudó, siempre la he asociado con la Virgen del pilar, y años después me apoyaría para costear mis estudios en el master de narrativa en Madrid.

Tener el tiempo justo para llegar a Santiago me hizo aprender una lección difícil pero muy importante: debes seguir tu propio ritmo. No puedes atrasar tu tarea por el apego a tus amigos, ni retrasarlos a ellos si estás lastimado y no puedes avanzar rápido.

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Definitivamente utilizar el bastón de un solo lado comprometió mi pierna derecha. Llegué a la ciudad de León con la rodilla y el tendón derechos muy adoloridos y además con una ampolla en el pie. Decido entonces tomar un día para descansar. Aprendizaje del día: El dolor te libera de “lo que hay que hacer” pues debes prestarle atención a lo que te hace único.

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Hay un poblado en los montes de León de nombre Foncebadón que estuvo abandonado mucho tiempo hasta que resurgió a finales del siglo XX con el aumento de las peregrinaciones.

Al salir del poblado se llega a una cruz de hierro colocada sobre un poste de madera que es sostenido por cientos de piedras traídas por los peregrinos de todo el mundo. Es muy conmovedor ver las fotos y mensajes dejados por los caminantes en homenaje a un ser querido.

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Antes de llegar finalmente a O Cebreiro –el primer poblado gallego del Camino de Santiago- se desató un viento muy fuerte que provocó un silbido aterrador entre los árboles. Era como si una fuerza oscura intentara decirme que me rindiera, que no valía la pena continuar.

Como si fuera un sediento que busca frenético una fuente de agua, así me acerqué de inmediato a la iglesia del pueblo en busca del famoso milagro. En el fondo, protegido por un vidrio y con una iluminación rojiza estaba el cáliz que lo resguardaba. Cuentan que hace muchos años un cura del pueblo se dirigió a la iglesia a celebrar misa y se sentía desmotivado porque por el clima no tendría a nadie que lo escuchara. Un hombre estaba allí y le agradeció no haber suspendido el servicio. Cuando fue a bendecir la ostia esta sangró; en ese momento sintió que era un mensaje de Dios que le invitaba a no perder su fe: su misión era ser sacerdote aunque fuera ante una sola alma.

En un atril había una Biblia abierta en el libro de Isaias. Leí el capítulo XLIV, versículos 18 y 19: “Más no hagas mención de las cosas pasadas, ni miréis a las antiguas. Héos aquí que las haré yo nuevas y más maravillosas, y ahora saldrán a la luz, y vosotros las presenciareis: abriré un camino en el desierto, y manantiales de agua en medio de los valles”.

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El último tramo siempre hay que hacerlo solo: como aquella audición musical o entrevista de trabajo; la vida nos coloca en el último tramo solo para que nos demos cuenta de nuestra propia fortaleza. En un café coloqué mi concha en la vara y al tropezarla cayó al suelo y rompió el símbolo de la peregrinación. Era un aviso de que pronto retornaría al mundo frío y a la dictadura violenta de Venezuela: el 2014 sería especialmente sangriento para los venezolanos.

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Al llegar al llamado Monte de Gozo –desde donde se ve a Santiago de Compostela-, me quedé en albergue municipal. Aún tenía que recorrer 4,5 kilómetros hasta la catedral y deseaba asistir a la misa de los peregrinos. Todo está atado y bien atado, hasta las situaciones que nos parecen malas ocurren por un bien mayor. Luego lo entendería.

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El día siguiente salí a las 7 de la mañana de Monte de Gozo y antes de las 9 estaba en Santiago. Lo logré: hice mi camino de Santiago y llegué vivo. ☺

Esperando porque abrieran la oficina del peregrino tomé un buen café y tarta de Santiago. Recorrer 500 kilómetros a pie ha sido lo más espiritual que he hecho en la vida así que respondí afirmativamente a la pregunta de la dependienta sobre los motivos religiosos que motivaron mi peregrinación y recibí finalmente mi compostela.

Como era temprano y llovía tuve la catedral de Santiago sola para mí sin turistas incómodos. Recé ante los restos del apóstol, abracé su estatua y un padre bendijo un rosario pequeño que compré en una tienda que tenía una cruz de Santiago en su extremo. En mi interior el camino continuaba.

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