Padre Dagón tal que Metatrón: La maravillosa confusión y lo paradójico que resulta tergiversar lo divino.

Padre Dagón tal que Metatrón: La maravillosa confusión y lo paradójico que resulta tergiversar lo divino.

Julieta Sarutobi

22/12/2022

Padre Dagón tal que Metatrón: La maravillosa confusión y lo paradójico que resulta tergiversar lo divino.

Allí estaba el cuadro. Estático, fijo en la pared cubierto por una delgada sábana que se traslucía, algo que si bien no permitía ver la totalidad de la imagen permitía ver los extraños colores rojizos y pálidos que componían la imagen.

Su sola presencia era atroz y no por las razones que uno esperaría. No era tanto la composición del mismo o su contenido, si no el contexto lo que había sentenciado esta pieza al exilio absoluto.

Hace algunos años, la Iglesia Ortodoxa
de Saint Parom sufrió un accidente luego de que un grupo de saqueadores asaltaran las ancestrales catacumbas debajo de la misma para robar algunas reliquias que databan desde la edad media, piezas con más valor religioso e histórico que económico, aunque es posible que los ladrones no supieran aquello. En su pequeño asalto, fueron descuidados, ocasionando un incendio en su campamento que se extendió hasta la propia iglesia, que quedó atrozmente dañada por las llamas.

De todas las antiguas piezas y efigies religiosas de aquella locación, el cuadro fue una de las pocas cosas que lograron salvarse, hecho que desde el punto de vista del clero solo podía entenderse como un acto de voluntad divino, y no era para menos: Una antigua iglesia sufre un accidente, y de las pocas cosas que sobreviven, lo hace un antiguo cuadro datado del medioevo, una representación del propio Dios sentado en su trono, una imagen del cristianismo medieval de la cual apenas sobrevivían registros.

Dicha pieza de arte fue creada por un pintor anónimo en el siglo XIV, aparentemente en algún lugar de lo que hoy es considerado Rumania. Su título, es una de las controversias principales, pues según los registros la traducción del título sería “Tergiversación de Jehová Apócrifo”, un título que aparentemente no tendría sentido, aunque bien puede ser una mala interpretación. En algún momento, una comitiva de investigadores y lingüistas sugirió que otra interpretación correcta podría ser “Escena olvidada de Dios”, quizá planteando que el cuadro estaba destinado a representar una suerte de escena perdida de la Biblia, algo que inicialmente parecía ser subjetivo, pero que poco a poco comenzó a tomar un sentido siniestro.

Tras el mentado incendio, el cuadro pasó por varias iglesias distintas, hasta que por motivos inciertos terminó en manos de un coleccionista de arte, quien eventualmente decidió donarlo, acompañando la pieza de una carta en la cual cuestionaba: “Desconozco si la imagen es un intento por representar a Dios. Según entiendo, el título de la obra alude a que no lo es, pero temo no estar lo suficientemente versado para entender la simbología detrás del mismo”.

La idea de que el cuadro no presentaba ni aludía a Dios generaba una extraña sensación de incomodidad, aunque como cabría de esperarse solo se tomó como la idea de que se trataba de una opinión, colocándolo en una de las paredes de su actual iglesia, a pedido del Sacerdote local, aunque desde ese momento no pasó más de dos semanas en el mismo lugar. Principalmente debido a que estéticamente no parecía combinar con prácticamente ninguna otra pieza, pero también porque el mismo evocaba en quienes lo contemplaba una molesta sensación de incomodidad, como si los ojos de la representación no consiguieran dar con la paz que debían transmitir. Si bien algunas representaciones como “La creación de Adán” traen al colectivo una imagen bastante autoritaria y frívola del patriarca de la humanidad, lo que realmente evocaba esta era ciertamente más… inquietante.

¿Quizá era el realismo con el cual se habían pintado los ojos? Era difícil decirlo, pero mientras pasaba el tiempo, más incómodo se tornaba aquello. Más molesta era su presencia, al grado de que algún niño rompió en llanto al verlo, gritando que aquella “cosa” lo miraba y lo seguía con la vista. Cuando se le consoló diciendo que el cuadro solo tenía como fin representar a Dios, su miedo pareció verse amalgamado con una suerte de indignación, balbuceando cosas aparentemente motivadas por el pánico. Una reacción decepcionante ciertamente, especialmente siendo que la idea de exponer el retrato era enternecer los corazones de la gente con la historia de cómo fue una de las pocas piezas sobrevivientes de una tragedia o incluso alimentar su curiosidad en referencia a la antiquísima edad que poseía, aunque realmente aquello tampoco acabó por librarle de su maldición, y siguió evocando la inquietud en los feligreses y personal, haciendo que finalmente se decidiera quitarlo de la vista del público, ¿Era posible que ese fuera el motivo por el cual ningún otro templo lo hubiera sostenido por mucho tiempo? Empezaba a parecer lógico…

El Padre Lorenzo, quien tanto había sufrido por ubicar la pieza eventualmente decidió quitarlo de la vista pública y colgarlo en su despacho, dejándole reposar en la pared donde aparentemente, la incomodidad llevó a que eventualmente el mismo optara por taparlo con una manta, suceso ocurrido algún tiempo previo a su muerte, coincidiendo el suceso con una entrada en su diario personal donde estableció las siguientes preguntas…

“¿Es posible que el título fuera mucho más claro de lo que pensamos realmente? No quiero juzgar la pieza por su valor estético, desde luego, pero el tiempo ha deslizado en mí ideas curiosas: No creo que el representado en esta pieza sea DIOS, al menos no el Dios en el que nosotros creemos. Aunque se supone que sí, debería serlo o al menos se presupone por el título de la obra y los registros arqueológicos que poseemos actualmente. Suena difícil, parece imposible de hecho, pero creo que es altamente probable que de algún modo la obra me esté hablando, o esté susurrando discretas ideas que me remontan a esta teoría: NO ES DIOS. No hay forma en que lo sea, ocupa el Trono, pero no lo es. Por eso resulta ser tan inquietante, porque no es benigno. Genuinamente no es benigno. Al ponerlo en una iglesia hemos evocado en tierra sagrada la imagen de una criatura que hemos adorado sin saberlo.

Se torna más inquietante porque está respondiendo al llamado, porque está respondiendo a la fe que le hemos dado… ¿Es posible? ¿Es lógico o solo estoy desvariando? Comienzo a negarme a querer verle, prefiero no arriesgarme. A lo largo de nuestras vidas hay muchos momentos donde se nos cuestiona si debemos o no creer que nuestros presentimientos son una manifestación divina. Elijo creer eso.

He establecido contacto con un comité de investigación, y tal parece que previo a su llegada a Rusia, el cuadro poseía otro nombre o mejor dicho, un nombre más extenso que aquel que habíamos conocido “Tergiversación de Jehová Apócrifo – Usurpador Metatrónico”, un nombre que parece hacer alusión a un ángel de la cábala judío, METATRÓN, mismo que se supone una figura de autoridad suficiente como para ocupar el trono, aunque debo admitir que no termino de entender porque incluso así la imagen aparenta no ser del todo benigna.

Tergiversar lo divino es imposible, debería ser imposible equivocarnos al percibir a Dios, ¿Verdad? ¿Cómo es posible confundir o engañar a aquello que es superior a todo? Si viéramos a un dios emerger de las aguas, jamás podríamos confundirlo. Quizá, solo quizá, Dios es consciente de nosotros tanto como nosotros de él, no hay forma de equivocarnos, no hay chance… ¿Qué es a lo que refería el cuadro en realidad? Me niego a creer que sea solamente una pieza de arte.

Entregaré el cuadro a una comitiva investigativa, hasta entonces creo que es mejor que permanezca tapado…”

Desde entonces, yace en la pared. Fijo, inamovible. Aunque curioso es que el propio Padre Lorenzo falleciera en un aparente accidente automovilístico.

Ninguna comitiva se ha presentado aún a retirar el cuadro.

Etiquetas: cuento fantasía relato

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