(Relato infraordinario)
La gota sobre la hoja del roble. El agua brotando en el abrigo, filtrándose por los poros de la roca, bañando las raíces de los líquenes que quieren devorar al ciervo de ocre.
La gota que cae insistente y suena distinta. De la hoja aún verdusca, agarrada al árbol con la fuerza de un niño a la madre, renegando caer. Y de ahí al suelo cubierto de hojas ya defenestradas, tan saturadas de agua que reflejan la luz tenue, como una laguna ahogada.
La gota sobre la hoja del roble y el ciervo mojado que ya no se esconde en un abrigo y se echa al bosque. Y su huella arcillosa recogerá también la gota, que gorjea ahíta de tanto emborronar silencios milenarios.
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