Relato Infraordinario nº 2

Relato Infraordinario nº 2

Relato Infraordinario nº 2

Salió agotado de la oficina, había sido un día verdaderamente intenso. Por fin su jefe quedó satisfecho con el trabajo que le había encomendado. Había vivido una auténtica pesadilla desde hacía más de un mes, pero ya todo había pasado, gracias a Dios.

Se dirigió a la estación donde cogía el metro habitualmente. Cuando llegó, estaba tan abarrotada que pensó que lo mejor que podía hacer, era ir a la estación anterior, habrían menos personas, e incluso, era más probable que hasta  encontrara un asiento libre, donde depositar  su maltratado esqueleto. En unos diez minutos llegó a dicha estación, ¡estoy   liquidado!, pensó.  Llegaría a su casa, se quitaría los zapatos y así mismo se metería en la cama.    

El trayecto hasta donde vivía, duraba unos aproximados cuarenta y cinco minutos de viaje. Llegó al fin a la estación. Se dirigió al andén y en pocos minutos llegó el tren. 
Y tal como lo había pensado, encontró un asiento vacío. Se sentó, cerró los ojos, y en escasos minutos se quedó dormido.  
Estando en ese estado de sopor, escuchó de repente a un bebé llorar muy cerca de él. Abrió los ojos lentamente, y ¡vaya sorpresa!, tenía delante de sus narices a una señora con un precioso  niño en brazos. Entonces miró a su alrededor, en un arranque de verdadera supervivencia, buscando algún milagro que se manifestara en forma de asiento vacío, y lo salvara de la terrible situación en que se encontraba. Mas no fue así. Estaba rodeado por un auténtico «abuelario». Todos los que estaban sentados cerca, eran personas mucho mayores que él. Y llegado a este punto se levantó, dirigió una mirada amable a la mujer que llevaba al niño en brazos, invitándole a sentarse. Ella le dio las gracias visiblemente agradecida, mientras él se sujetaba a la barra que estaba más cerca, como lo haría un marinero al mástil de un barco durante una terrible tempestad, y mientras sus ojos se iban cerrando y él luchaba por abrirlos, pensó que el destino, decididamente, era un cabrón del que era mejor no fiarse.

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