Me preguntaron el nombre, les dije que se llamaba carámbano. ¿Cómo que caramba? —refutaron todos—. No era una expresión admirativa. Les dije que esos hielos en forma de estalactitas se llamaban así: “Carámbanos”. En el otro idioma sasulki era algo así como: vasos conductores, tal vez. No conocía la etimología ni en uno ni en otro idioma. Nos preguntamos de dónde vendría esa raíz caramba y no llegamos a ninguna conclusión. Por la tarde, me fui a consultar el diccionario y me enteré de que la palabra venía del latín y que era calamulus, pequeña caña, y que su diminutivo era calamelus, más parecido a los dulces que a los hielos, o tal vez fuera así, porque algunos tendrían formas de pirulí y se les había asignado ese denominativo. Luego el término pasó a carámbalo y al final se convirtió en carámbano. El caso es que fuera griega o latina la palabra, su significado era caña o junco. Por consecuencia, cuando comienza a subir la temperatura y esos hielos se desprenden dando cañazos, juncazos, caramelazos o carambazos a la gente, pensamos en que más que dulces como lo interpretaría un portugués, son realmente peligrosos si llegan a ser como un bate, que sí los hay y más grandes.

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