Las ocho. Bajo

casi corriendo los pocos escalones que separan mi casa de la calle , enfundada en un abrigo grueso que elegí al descuido . Cierro la puerta cuidadosamente y estiro mi pierna hasta sentir el «clac» de los huesos de mis caderas que me tienen tanta paciencia y respeto.

Llevo hacia atrás mi cabeza mojada y entre zancadas más largas unas o más cortas otras,  tengo la victoria sobre las insoportables líneas de las baldosas de la acera.  

» Casi» no significa que las haya pisado, así que un día más puedo retocar mis pensamientos y esperar a que llegue otra insoportable mañana.

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