La niña de los ojos marrones

La niña de los ojos marrones

Adriana Suiu

11/03/2018

-¡Te vamos a devolver con tus padres y tus hermanos! me gritaba mi madre adoptiva.

Estas eran las palabras que siempre las oía en mi mente, porque sabía que si hago algo mal, es lo que me podría pasar. Entonces me ponía a llorar horas y horas sin parar, algunas veces sin motivo alguno, solo por el miedo de no cometer algún error.

Nací en un día soleado de septiembre, en una ciudad fría de los Cárpatos. A los 3 años mis padres biológicos me quitaron de encima, entregándome a una familia sin hijos, para adoptarme, con la condición de no perder el contacto con mi hermano, mi hermana y mis padres, y pasar un par de semanas al año, en las vacaciones de verano en la casa de mis abuelos (los padres de mi madre biológica). Lo que me acuerdo de aquellos veranos, es la calle donde vivían mis abuelos, la fuente de agua de donde traían el agua, el establo de los animales (caballos, vacas, ovejas, gallinas, gansos) y las típicas casas cubiertas de trozos muy pequeños de madera de diferentes formas.

Cuando llegué a la casa de mi nueva familia, siempre oía que la gente estaba susurrando cosas sobre mí, pensando que yo no me enteraba de nada, pero yo estaba todo oído y a lo largo de mi vida me acordé todo lo que contaba esta gente sobre mí. Así me enteré que mi padre no me quería porque yo no tenía los ojos azules, como él y mis hermanos, y estaba convencido que no era hija suya solamente por este motivo. Los padres de mi padre, ósea, mis abuelos, le estaban metiendo en la cabeza esta cosa, y todos ellos me odiaban muchísimo. Por lo tanto se comportaban conmigo muy mal, haciéndome cosas inimaginables. Un día oí a mis padres adoptivos que contaban a una vecina el hecho de que mi abuelo cuando yo solo tenía 2 años, me pegó con una tabla de madera llena de clavos, sin ningún motivo. Entonces mire mis manos y efectivamente tenían muchas cicatrices. Otro día les contaban a unos amigos que mi padre me pegaba muchísimo y que muchas veces después de pegarme me quedaba inconsciente, entonces mi madre me llevaba al hospital y me daban un montón de inyecciones en los muslos. Entonces me di cuenta porque los niños siempre se ríen cuando ven la forma de mis muslos algo deformados, seguramente están así por las inyecciones que me dieron.

Esta niña será atrasada porque ya tiene 5 años y no habla casi nada. No sé qué haremos con ella, dentro de nada empezará a ir a la escuela y tendrá problemas para aprender. Nos da miedo que un día nos plateemos llevarla a una escuela especial… decía mi madre adoptiva a muchas personas que preguntaban sobre mí. Pero no fue así, en la escuela fui muy buena estudiante y siempre sacaba sobresalientes.

Aunque en España dicen que la felicidad tocará a quien por casualidad haya pisado una mierda, en mi país, dicen que el que se come una mierda, tendrá mucha suerte en la vida. Un verano cuando mi familia adoptiva me llevó a pasar un par de semanas con mis hermanos, empecé a oír otras cosas sobre mí.

– Esta niña tiene mucha suerte porque se comió la mierda cuando era pequeña…decía mi madre biológica.

Con el tiempo me enteré que cuando yo era un bebé, mi padre, en vez de darme de comer comida como a un cualquier bebé, me daba de comer mi propia mierda, para ver si así me moría de una vez, ya que con las palizas que me daba, por suerte, no llegó a matarme. Hace un par de años cuando vi a mi madre biológica, la pregunté porque no lo denunció cuando me estaba haciendo estas cosas.

– Me daba mucho miedo, tuve otra hija que solo vivió 3 meses, también tenía los ojos marrones como tú, un día tu padre la tiro a la cuna, y no volvió a respirar. Me amenazó con matarme si digo alguna vez algo…me contestó.

Con el paso de los años, aunque me costó mucho, casi me olvidé de todos estos recuerdos, incluso de la casa de mis abuelos, de los establos y de la fuente donde iba cada día a traer un cubo de agua… Pero un día me llamó mi padre:

– ¿Me podrás perdonar alguna vez? me dijo llorando.

– ¿Por qué te tengo que perdonar? le dije yo sorprendida.

– Sabes… cuando eras pequeña, pensaba que no eras mía, te menosprecié, te hice sufrir mucho, te di de comer cosas inimaginables…

– Ya lo sé…yo lo he olvidado todo….le dije.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS