Yo le puedo ganar al limpiador.

Yo le puedo ganar al limpiador.

La mente del individuo era todavía precoz, solo disfrutaba de jugar con sus primos en el patio de su abuela y de comer lo que ella les preparaba con tanto amor. 

«Podemos vencerte en una pelea», gritaban los primos menores al primo mayor.

«¡Hiciste trampa!, estabas mirando mientras contabas», le reprochaba un primo a su familiar por hacer un engaño en las escondidas.

«12 vueltas y nos tendras que encontrar con los ojos tapados», eran las instrucciones para jugar al niñito ciego.

Lo peor para los 5 primos eran los momentos de tener que hacer las tareas; no siempre tu tutor va a estar motivado para hacer todos los trabajos en el hogar, hay momentos en que los niños hacen las tareas de los adultos. Limpiar el suelo era tan sofocante como el tener que comer sopa en pleno verano. No obstante el simple hecho de estar acompañado hace que el trabajo sea más ameno. A esto podemos agregarle la recompensa, dependiendo del familiar al que le tengas que trabajar te daba un regalo; la tía una pequeña suma de dinero para que tú sepas en que gastarlo; en paralelo tenemos el tío que te daba un chocolate para que la felicidad estuviese por las nubes.

La competitividad para conocer al mejor era lo más desafiante que podía sentir un niño, siempre pretendiendo sentirse una máquina metafóricamente hablando.

Quizas lo mejor que le pudo pasar a estos niños era el aumento en los ingresos de sus padres; quienes hoy son adultos y de pequeños pasaron por las mismas pruebas estaban viviendo la llegada de nuevas oportunidades, con ello la familia podía darse unas vacaciones en los nuevos autos que habían adquirido.

Verlos era cosa de otro mundo, un nuevo objeto al que nunca habían estado acostumbrados, era lo más sorprendente para una mente lozana. 

-No tan rápido pequeño, tenemos un nuevo objeto que es capaz de tragar toda la suciedad en cuestión de segundos, ¿no es asombroso?. Le dijo un tío a su sobrino.

Para efectos prácticos lo era, al igual que lo fueron los juguetes que podían hablar, nueva programación y las zapatillas que encendían luces al pisarlas, ¿Lo divertido no era imaginarse todo eso mientras jugaban?.

El patio seguía siendo el lugar más jovial y colorido por entonces, ahora la música en un idioma desconocido era lo que más se podía escuchar y los bailes lo más divertido que habían encontrado. Se hizo tradición ver las películas animadas de hace unos años en los nuevos canales televisivos mientras se llenaban con el rico pan y sus condimentos.

-«¡Hey tú!, ¿haz conocido hablar de las nuevas galletas con chispas de chocolate que explotan en tu boca?, ¡no pierdas el tiempo y consigue la tuya en este momento!». Fue la elocuente voz en un comercial transmitido en una de esas tardes.

La ansiedad se hizo conocer en todo el hogar, los niños demandaban experimentar con las nuevas galletas que sus chispas de chocolate explotan en la boca. La palabra «no» en la mente de los pequeños no es aceptable, tampoco lo era que todos sus ahorros habían sido ya gastados en otros dulces. La sala, oscurecida al no recibir luz solar se puso muy deprimente, el primo menor se puso a llorar por unos minutos. La voz de la razón en la prima mayor hizo clic.

-¿No se acuerdan cuando nos daban dinero por limpiar las cosas?.

La nueva y brillante idea para conseguir dinero por el nuevo alimento se puso en marcha, hasta que otro duro golpe los afectó, ¡todo ya estaba ordenado y limpio!, ¿qué van a poder hacer estos niños para conseguir su objetivo?.

Ningún familiar estaba interesado en darles un poco de dinero hasta fin de mes, lo percibian como un gasto de dinero innecesario, los niños podran amar los dulces pero no son sanos. 

La cocina, el comedor, las habitaciones, y hasta el auto estaban limpios, hace tiempo que no necesitaban la ayuda de los niños para poder ser lugares bonitos y agradables. 

-¡Quiero comer esas malditas galletas!, aunque sea lo último que hagamos en el mundo las vamos a comer hoy. Dijo el primo mayor.

Fue él quien se movió al vehículo de su padre, abrío las puertas, y con una demencia muy infantil y ansiosa tiro arena por todas partes. Su mente era todavía muy ingenua, no obstante en ese entonces todo calzaba; ahora que había una cosa que limpiar los niños podrían encargarse de eso.

La idea no duro mucho. Los padres podrían ser a veces tontos, pero era obvio que esa acción era intencional, no había por donde pillarlo. Lo único que consiguieron fue un buen regaño y limpiar todo lo que habían hecho. Aunque viendolo desde un punto neutro, ¿no era eso el objetivo final?, solo que esta vez no habría dinero.

A pesar de aquello y de lo nada satisfactorio que fue en ese momento, ese último trabajo hacía ya un buen tiempo siempre será recordado con humor y una buena dosis de risa, todo por un poco de dinero. 

Siempre que el humano realicé una acción que terminé en error y no haya nadie más, simplemente será el humano el que aprenda de eso y lo solucione.

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