Me levantaba 6:00 a.m. tomaba desayuno con mi esposa e hijos y salía al colegio y trabajo, en mi caso era un poco más complicado por el tráfico en mi ciudad es un caos, llegando al trabajo saludaba a Luis el vigilante.

Las primeras horas revisaba el correo que había llegado a mi área, en ocasiones venia José y nos íbamos al comedor de la oficina, donde me contaba sobre su fin de semana alguna historia sorprendente, era soltero; después regresábamos a nuestros cubículos, revisaba los documentos que tenía delante de mí, los organizaba y entregaba a las áreas correspondientes, pero debía de sacar copias por triplicado; por las mañanas me iba a la fotocopiadora, donde estaba Dora.

– ¿Cómo va tu día?

– Antes de responder la pregunta, Dora me decía.

– Josué ha obtenido la más alta calificación en un examen.

 -Justo iba a responder y..

– Diego será un gran deportista, era sobre su otro hijo.

– Solo atine a decir excelente.

    Esta conversación siempre para mi fue un monologo donde yo era el espectador, duraba 5 minutos, pero era una eternidad; luego de tener las copias listas, las ordenaba y a su destino, llegaba el mediodía, en ocasiones nos reuníamos con los directivos, lo cual me gustaba porque era una manera de hablar con personas de otras áreas; las reuniones siempre comenzaban 5 a 10 minutos después de lo acordado, luego de llegar a conclusiones que eran obvias, regresábamos a nuestras labores con un nuevo chisme que algún directivo se ha ido de viaje, comprado un auto y demás; eso que dicen que las mujeres son mas indiscretas que los  hombres, lo dudo considero que no somos tan evidentes; a la hora de almuerzo mis compañeros José e Iván siempre traían almuerzo, ambos vivían aun en casa de sus padres y los engreían; discutíamos del contenido de sus almuerzos, siempre nos burlábamos de ello; el horario de almuerzo era de 45 minutos, pero mientras terminábamos, reposábamos e íbamos a los servicios higiénicos, era más de una hora, luego a seguir con el papeleo, revisar correos y responder algún otro documento de importancia, ir a la fotocopiadora y ordenar todo, el reloj avanzó y las 5 p.m. hora de partir a casa, me despedía de Luis el gigante de la puerta y de nuevo a lidiar con el tráfico de regreso; llegar a casa y ver a mis retoños, luego cenábamos, mi esposa se iba a sus clases universitarias, yo cuidaba a los niños, les ayudaba en sus actividades, jugaba con ellos, cenaban y de ahí a acostarlos, después veía televisión esperando a mi esposa, cuando llegaba conversamos un rato, mientras veíamos el noticiero, para después irnos a dormir, era mi rutina de lunes a sábado, los domingos eran distintos.

    Todo cambio, el Primer Ministro indico que solo las personas que realicen actividades esenciales podían salir, así que técnicos instalaron un programa en la computadora de mi casa y listo, ya no salía de casa, las primeras semanas fueron un proceso de adaptación, no había mucho que hacer en el trabajo desde la computadora, ingresaba a las 8:00 a.m. me levantaba a las 6:00 como siempre, así que comencé a leer y hacer otras actividades, aquí siempre llegue puntual ingresaba 7:55 a.m., estaba a un clic, comenzaba revisando correos, ya no era necesario hacer copias, los revisaba y los remetía área correspondiente lo cual resulto rápido y eficiente, en conjunto con mi trabajo tenia a mis hijos en clases virtuales; mi esposa me ayudaba pero también tenía otras actividades como ir al supermercado, en esos momentos yo me encarga de mis hijos y me turnaba entre el trabajo y la escuela, así llegaba el mediodía, en las siguientes horas llegaban correos los revisaba y los derivaba como ya no era necesario hacer las copias, empecé a sentir nostalgia por las conversaciones con Dora sobre Diego y Josué, ahora ya sabía lo que sentía por no estar con ellos todo el tiempo; si me llegaba un correo enviaba la información al área correspondiente, por las mañanas mis conversaciones cambiaron ya no bromeaba con José o Iván en el comedor; comencé a conocer más a mis hijos, sobre sus amigos, profesores y juegos favoritos, los acompañaba en ocasiones en sus clases virtuales; el almuerzo duraba 45 minutos, en ese tiempo aprovecha para almorzar con mis hijos y esposa, antes lo hacía exclusivamente los domingos. 

    En ocasiones extrañaba las conversaciones banales con mis compañeros solteros; pero las conversaciones con mis hijos fueron muy divertidas, como cuando mi hija me conto que no le hablaba a su amiga Mirla.

    – ¿Por qué? – le pregunte

    – Es que no sabe guardar un secreto.

    – Si te entiendo – le dije

      o la de mi hijo sobre su personaje favorito.

      Luego de los 45 minutos debía de reportarme al trabajo y revisar documentos, casi todos los días teníamos reuniones por ZOOM, eran directas y precisas, aquí ya no había cotorreo como para relajarse; terminada la reunión de vuelta al trabajo, pero me escapada por minutos en ir a ver a mis hijos y aprovechar en hablar y jugar con ellos, eso era algo que antes no podía hacerlo y ahora disfrutaba, llegaba la hora de salida, antes demoraba 1 hora y 30 minutos, ahora lo hacía en minutos; apagaba la computadora y listo.

      Ayudaba a mi esposa en la cena, al compartir ese tiempo juntos sentí que la conocí más, ella tenía clases por las noches pero como eran virtuales solo hacia un clic y listo; cenábamos juntos con los chicos antes de sus clases; mientras ella estaba en clases yo arropaba a mis hijos, al terminar su clases veíamos la televisión y después a descansar.

      Meses después la situación se fue normalizando, primeros íbamos unos días a la oficina después fue entre lo presencial y virtual, si me preguntan todo tiene su pro y contra depende del ángulo como lo mires.

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