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A mi huerto: primero mirando al cielo, a lo alto, imaginándome en vuelo, después virando la cérvix y asumiendo el suelo, que es lo más cercano, y permanezco sentado.

Abundante de verde, de clorofila. Repleto, tapizado de espesura. Más murmuros inquietos de sollozos invertebrados rozándose el exoesqueleto, diminutos inquilinos de colores diversos.

Entre huecos caducos, los aromas se esparcen, con menta o lavanda mi huerto se ufana de brindarle a la brisa, la mayor amalgama, cuidando que el aire renovado y henchido, recuerde volver a mi huerto querido.

Como la luna menguante en proceso decrecido, yo me reduzco y aumento mi instante, atento al momento y mirando mi vista que, reflejada, me vuelve en gotas distantes.

Multiplicidad perceptiva, acuosa y ovalada, que me introduce en la vida de mis plantas encantadas. Ya siento el latir por las venas enraizadas, un transcurrir lento de la vida, como el árbol de paciencia escondida.

Un segundo deprisa, creyéndose el tiempo, precisa un descanso y lo albergo en mi huerto. Pregunto sin ira -¿Qué haces corriendo? Detente y admira mi huerto creciendo.-

Me desplazo y me sigue el segundo pausado, la luz ilumina nuestro trayecto hacia el centro. El segundo disimula su entusiasmo morboso, nervioso y temblando, rijoso y gozando, por haber conseguido librarse del yugo, aquí en mi huerto vibrando y danzando.

La lluvia se acerca, lo noto sintiendo, la tierra calmada recibe la ofrenda de agua colmada. Yo en mi centro, con mi segundo disociado y el tiempo estancado, le canto a mi huerto con tono sagrado.

Las plantas se apresuran recibiendo con agrado el empape de la lluvia más la calor de alzado. El agua la invierten en nutrir su organismo, mas el sol se divierte untándose con descaro por las diferentes formas de los cuerpos mojados. Hojas, troncos y variados tallos, todo se deja querer y sin lugar a enfados.

La vida discurre en mi huerto esperando un poco de frescura, al apartarse bajando el sol y pasando el turno a la luna. Ella llega con sigilo y permanente constancia, corroborando el infalible esfuerzo de este universo que gira, gira y perdura.

En mi huerto comprendo, con elegante sutileza, la forma itinerante de esta gran belleza.

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