El sueño del asesino

El sueño del asesino

Rocío Benítez

06/03/2018

Abro los ojos, todo está oscuro aquí, parece de noche. Pero la sirena da la alarma de que es la hora de despertarse, y por lo tanto son las siete.

Cada día me levanto, me ducho con los demás presos. Ah sí, no lo había dicho antes, soy preso desde hace 9 años y 359 días. Aquí pasar un día es como pasar un mes entre insultos, el eterno juego de esquivar a los pinchos que cada uno de los presos se prepara. Por si alguno quiere venganza o para que, matando al más grande y fuerte, se consiga el respeto que todo el mundo quiere.

Y todo por un error de la policía, un error no resuelto, un error que me ha costado casi diez años de mi vida. Un error que resolveré en el momento en el que salga de esta cloaca infesta de meados.
Solo me quedan cuatro días, cuatro días para averiguar quien me tendió la trampa, cuatro días para volver a verla.

Recuerdo como entré en este sucio agujero de ratas como si fuera ayer. Aunque algunas partes están borrosas, la policía a veces es demasiado brusca y no saben en que medida pegar a un sospechoso. Así que normalmente dan con todas su fuerzas.
Cerdos, si tuvieran a gente competente en el cuerpo no estaría yo aquí. El día que me trajeron aquí, antes de toda la mierda policial, fue todo tan normal… Lo recuerdo como si fuera ayer.

UN 23 DE FEBRERO DE HACE CASI 10 AÑOS

Estamos en febrero, aun hace frío pero no demasiado. Vivo en Madrid, la ciudad rodeada de Burguer King’s si, cómo los odio, nunca me gustó la comida rápida.
Miro por la ventanilla de mi coche mientras conduzco, sin abrirla, uno no se da cuenta de la contaminación que producen los coches hasta que lo vive de cerca, ¡vergüenza debería darnos! Llego a casa rápido, abro la puerta, hay correo.

Me tumbo en el sofá, por hoy no quiero saber nada del mundo de fuera que solo quiere robar lo que tanto me cuesta conseguir.

Almuerzo una ensalada (con más salsas que lechuga) con alitas de pollo y J&B cola, mientras me quito los zapatos y pongo los deportes, esto es vida joder.
Mi médico no me deja comer un jodido entrecot por el colesterol, pero disfruto de lo que tengo.

De repente la puerta se cae abajo, sobresaltado me despierto sin saber que cojones es lo que pasa. Miro hacia la entrada donde debería haber una puerta cerrada, y me encuentro con cinco policías dentro de mi casa que me apuntan con pistolas, tengo un pequeño punto rojo en el pecho, estoy acorralado.

-¡Ponga las manos sobre la cabeza y levántese del sofá, despacio!- Me grita uno de los policías, que lleva la pistola que dibuja el puntito rojo sobre mí.

Me llevan a comisaria y me enseñan la foto de una chica muerta. Es…. no, no, no. No puede ser ella, imposible.

Me preguntan sobre una tal Mónica, por lo visto la encontraron muerta hoy por la mañana en su apartamento; desentrañada y con partes del cuerpo amputadas. Según el informe policial todo apunta a que los miembros fueron serrados con ella aún con vida, lo que manifiesta el carácter maníaco de su asesino.

-¿Pero qué coño me contáis a mí? Yo no sé nada– Respondo al policía que no quiere creerme, me traen un abogado de oficio. Está muy mal vestido y tiene un aspecto denigrante, con pinta de que no sabe que hacer con su vida, no quiero este abogado.

Por lo visto mis huellas han sido encontradas en el escenario del crimen… por todas partes. Incluso en ella… pero no, no es ella.
Me meten en una de las celdas de la comisaria, hasta el día del juicio estaré bajo fianza. Que solo un rico podría pagar, como no.

Mi declaración no ha servido de nada, les dije que trabajaba, pero no hay ni testigos ni cámaras que lo demuestren.
Estoy jodido, maldita suerte la mía… -Seguro que en el juicio tendré más suerte-, es el mantra que me repito a mi mismo mientras los demás convictos me comen con la mirada y miro las grises paredes de aquella celda.

<Parece que esta noche dormiré en el calabozo> Pienso para mis adentros. Un policía espera en una mesa al lado de todos los calabozos. Nos mira con desdén, como si los maderos fueran mejores que un pobre ladrón; que roba en un supermercado para dar de comer a su familia. Mientras que un poli corrupto se embolsa miles de euros por un trabajo mal hecho.
Asco me da esta absurda sociedad hipócrita donde abusadores, corruptos y más de su calaña encierran a personas buenas con poca renta.

De repente llega el policía;
-Eh tú, ven- me grita con una muesca de asco mientras lo hace.

-¡¿Qué!?- le grito enfurecido, ¿quién es él para sentir asco de mi?

-Han pagado tu fianza, largo de aquí y vuelve a tu cuchitril.

Las palabras de ese perro me queman la sangre, repulsivo perro uniformado… Salgo casi corriendo de aquel lugar podrido, corrupto y con hombres con ansia de poder, ansia comparable a la de un perro por un trozo de carne. Mentalmente, pido perdón a los perros por compararlos con algo tan repulsivo.

Vuelvo a mi casa, sin el entusiasmo de esa tarde y comienzo a repetirme en voz alta; «¿Quién cojones habrá pagado mi fianza?» No llego a comprender quién puede tener tanto dinero ni tanto interés por sacarme de allí. Mamá murió y jamás he conocido a mi padre. A parte de eso, no hay nadie más destacable en mi vida salvo ella, pero no la he vuelto a ver desde…

Salgo de mis ensoñaciones y me doy una bofetada en la cara, he de concentrarme y no entretenerme con un pasado que ya fue y está perdido. De inmediato reacciono, llamo al trabajo y pido unos días libres que tengo, justo los días antes del juicio, hay que averiguar muchas cosas.

Ya es de noche. «MIERDA» farfullo. Esos títeres de pacotilla me han tenido toda la tarde en comisaría, decido que es hora de dormir porque mañana será un día de grandes disturbios, voy a mi habitación y me acuesto.

Dos de la madrugada de ese mismo día.

Me despierto sobresaltado ¿Donde estoy? Miro a mi alrededor contemplando mi cuarto de paredes color beige, con una cómoda color madera de cedro de cuatro cajones, dos damas de noche a los lados de la cama a juego de tres cajones cada una y una lámpara flexo normal y corriente color azul cielo.

Pero… siento viscosas las manos. Enciendo la luz, las tengo rojas, es… Sangre. «¡¿PERO QUE COJONES!?» Grito, creo que he despertado a los vecinos, cosa que ahora mismo me la trae al pairo. Pero si me dormí, y no volví a despertarme hasta ahora, no he salido de aquí. Que cojones está pasando en mi vida. Si hay un Dios, parece que la ha tomado conmigo y está consiguiendo joderme vivo.

Empiezo a dar vueltas por la habitación intentando recordar como llegó esa sangre a mis manos. Y nada, todo es para nada, ¡pero que he hecho!

CONTINUARÁ…

Sinopsis:

Nuestro protagonista lleva casi diez años en la cárcel, por un delito que dice que no cometió.
Nos relatará el antes, durante y después de la cárcel desde su más intimo punto de vista.

Aún nos quedan por resolver sus misteriosos sueños, por saber quien es ella, que le llevo a la cárcel y si es o no el verdadero asesino en serie que anda suelto.

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