Historias que me cuentan en sueños: El Brillo de Norman

Historias que me cuentan en sueños: El Brillo de Norman

Historias que me cuentan en mis sueños, vidas que quieren ser relatadas:

Patty vive con su hermana quien es viuda con dos hijos, juntos se mudan a una hermosa mansión desde el mismo momento que se mudan extrañas cosas comienzan a suceder, poco a poco entenderán qué es lo que pasa y que sucedió en esa casa.


El Brillo de Norman

Fue en la primavera cuando con mi hermana Jenny y sus dos hijos; Marcos de doce años y Antonio de siete años, nos mudamos a aquella hermosa propiedad. Comprada por Jen gracias a sus habilidades en los negocios de bienes y raíces, más una buena oportunidad que se le presentó y que no pudo dejar pasar por alto, haciéndose así de un estupendo negocio.

Meses antes una noche, poco después de llegar de su trabajo y mientras cenábamos nos dijo:

–Hoy fui a ver una casa muy espaciosa que la administradora puso en venta, realmente me encantó.

–Creo que haciendo unos ajustes y algunos recortes en los gastos podemos comprarla, a la larga será una buena inversión familiar — explicó.

Mis sobrinos y yo escuchábamos atentos lo que nos decía.

Yo le respondí entusiasmada con la idea

— Jen tu sabes que puedes contar conmigo, me parece bien que los niños tengan un lugar más grandes para crecer hace rato que este apartamento nos resulta pequeño.

Los niños asintieron a mi respuesta sonriendo.Seguimos cenando y charlando animadamente, mi Jen hacía planes y sacaba cuentas para resolver la nueva situación.

Al cabo de unas semanas mi hermana había finiquitado el negocio y estábamos listos para mudarnos.

La casa era una esplendida residencia que recibía a quien la visitaba con un grandioso jardín. Decorado con hileras de arbustos cuidadosamente podados en forma rectangular, el césped verde y dividido por un camino de piedras conducía hacia la puerta principal.

Aunque no lucía pretenciosa la fachada sobresalía por su acabado y belleza, propia de personas de muy buen gusto. Un camino amplio conducía a la entrada principal, ésta con una puerta ancha de doble ala, acabada en fina madera y cristal. Una vez adentro, al entrar al recibidor nos encontramos con una amplísima sala con paredes de madera caoba claro, pisos de mármol de color también claro, con grandes ventanales que permitían pasar toda la claridad a tan magnífico salón principal.

En el centro del salón dos amplias poltronas color amarillo pálido junto con una pequeña mesa de té sobre una mullida alfombra color crema invitaban a acomodarse en el estar. En el techo de esa habitación una preciosa lámpara de cristales adornando la sala, este lugar aunque con escasos muebles lucía todo un ensueño. La casa muy bien perseverada la encontramos semi amoblada.

Nos mudamos a una construcción constituida por dos pisos más el ático. En la planta baja se podía encontrar el salón principal, una cocina grande con muebles de madera pulida. En el salón comedor una vieja pero elegantísima mesa de roble de ocho puestos y una vitrina para guardar la vajilla.

También en ese piso una hermosa biblioteca que desde el principio fascino a mi hermana, quizás por el grandioso escritorio al estilo imperial al que enseguida lo hizo su despacho, desde donde en ocasiones trabajaba. En la biblioteca los antiguos dueños dejaron los armarios y estantes de la librería y una buena cantidad de libros.

Una majestuosa escalera en madera caoba nos proporcionaba el acceso a la segunda planta donde estaban dispuestas las habitaciones con sus respectivos baños. Pisos de madera, armarios de muy buen acabado. Toda la casa con bellos detalles. Ventanales y lámparas de hermoso cristal en todas sus habitaciones, permitían percibir el exquisito gusto de quienes la habitaron.

Aparte de los cuatro dormitorios en ese piso, ubicado con vista hacia el frente de la casa se encontraba un salón de música. De espacio mediando, adornado con cortinas de seda de color oro viejo, y un gran ventanal que permitía ver todo el jardín delantero así como la entrada al jardín de la casa. Una alfombra de tejido rojo con dorado vestía dos tercios del piso de la habitación.

En el centro de la habitación con el frente hacia la ventana y ubicado de espalda a la puerta se encontraba un sofá de terciopelo rojo. Una mesita de recibo amplia y bajita frente al sofá, y a la derecha del salón sobre una mesita alta se hallaba un gramófono. Se trataba de un antiguo toca disco de madera con una corneta en forma de lirio color dorado.

Cerca del ventanal un cómodo mueble blanco con pequeños adornos dorados que accedía comodidad y una esplendida vista hacia el jardín y a la calle. permitiendo disfrutar el paisaje. Todo lo de ese cuarto quedó de los antiguos dueños- Además de los muebles, y el gramófono había un buen repertorio de música. También se disponía de un pequeño espacio para bailar al son de la música.

Este resultó ser uno de mis lugares favoritos. Allí pasaba la tarde escuchando música sola o en compañía de los chicos, ese lugar me fascinaba.

Al mudarnos llevamos pocas enseres, pues la casa consumió todos nuestros ahorros, sin embargo, estábamos felices de estar allí. Así que nos encontrábamos en una grandiosa casa semiamoblada, y aunque no contábamos con muchos muebles, eso no importaba, estábamos maravillados de vivir allí.

Ese primer día entre alegrías correteamos y nos acomodamos cada uno en su habitación, todas ubicadas en el piso de arriba, primero acondicionamos las habitaciones de los chicos, sus cosas en los armarios y sus juguetes bien ordenados, quedando ellos muy satisfechos del resultado, luego mi hermana y yo cada una en la habitación que escogimos organizamos nuestras cosas, mientras los chicos jugaban, todo era genial.

Sin embargo, en esa jornada sucedió algo curioso, a media tarde, mientras Jenny estaba alistando la habitación principal ayudada por Marcos, ella se inclinó para ordenar la peinadora, cuando sintió como desde su lado izquierdo era bruscamente empujada hasta caer aparatosamente al piso. Todo fue muy confuso porque en ese momento Marcos estaba saliendo del cuarto de baño que se encontraba ubicado al otro extremo de esa habitación y yo estaba en la puerta de su cuarto del lado derecho de su ubicación.

Fue en ese preciso momento cuando la vi, como estando inclinada ante la peinadora caía al piso como si hubiese sido atropellada, cayendo aparatosamente al suelo. Marcos y yo sorprendidos corrimos rápidamente a socorrerla, una vez pasado el sobresalto, entre risas y burlas, no le dimos importancia a lo sucedido asumiendo que solo había perdido el equilibrio por la posición.

A los pocos días de manera continua sucedieron cosas fuera de lo normal, al principio corrientes de aire atravesaban el lugar donde nos encontrábamos. En ocasiones un recorrido de aire frío nos desconcentraba dejándonos confusos o de pronto una suave y cálida ventisca cruzaba en recinto sintiendo un grata impresión de bienestar.

Todo esto ocurría en los lugares en donde no había lugar a que sucediera tal situación, y como para que no hubiera lugar a dudas sobre estas cosas, siempre pasaban cuando todos estábamos reunidos. Bien acontecía cuando estábamos en la cocina a la hora del almuerzo, o estando en la sala de estar mientras charlábamos sobre nuestro día. Nos confundía tanto estas corrientes de aire dejándonos sorprendidos, lo que nos hacia preguntarnos los unos a los otros -¿tu sentiste eso?- confirmándonos que no era producto de nuestra imaginación.

Pasado los dos meses la cosas tomaron un tonos más bruscos. De repente escuchábamos fuertes pasos en el ático y portazos violentos en donde se suponía no había nadie en casa, en ocasiones cayeron al piso inesperadamente algún cuadro de la pared de la sala o los utensilios de la cocina sin explicación alguna.

Había días que podía escuchar como sonaba el tocadiscos de mi sala de música, pero al llegar a esa habitación para confirmar que sucedía, se conseguía todo en orden. Nada de música nada fuera de lo normal. Al principio pensé que era probable que algún sonido de afuera a lo lejos pudiera engañarme los sentidos confundiéndome, haciéndome pensar que era desde dentro de la casa que provenía el sonido.

Sin embargo un día, luego de irse mi hermana a su trabajo y de haber despachado a mis sobrinos al colegio estando solo yo en la casa escuché el sonido de la música. Sin prestar mucha atención y con la presunción de que era algún sonido fuera de casa, subí al piso de arriba y para mi sorpresa conseguí el tocadiscos encendido y los álbumes de los discos viejos puestos sobre la alfombra.

Después de ese día todo esto comenzó a preocuparnos debido a que gradualmente se hizo más recurrente y agresivo. Mis sobrinos sufrieron caídas en el jardín trasero de la casa, sufriendo magulladuras y lesiones. Estos incidente estaban aconteciendo casi a diario. A tal punto que donde ellos se encontrarán en casa yo los acompañaba para asegurarme de que estuvieran bien.

Al mismo tiempo, de esa manera al estar con ellos yo corroboraba que lo que me contaban realmente sucedía, ya que me parecía increíble y muchas veces dudaba de lo que me decían.

Un día casi finalizando la tarde estando en la parte de atrás de la casa en el jardín pudimos ver como ante nuestros ojos se materializó una especie de buey de mediano tamaño que nos persiguió para embestirnos haciéndonos correr despavoridos hasta el grado de subir sobre un muro para ponernos a salvo.

Y así en cuestión de segundo como apareció se materializó y nos asedió, de igual manera tan impredecible se desvaneció, dejándonos sorprendidos, intimidados y exaltados por la carrera, era asombrosamente extraño el suceso.

De hecho ya todos nos encontrábamos nerviosos al vivir esas situaciones a tal punto que decidimos dormir en una misma habitación y hacer cualquier cosa que necesitáramos juntos. Además incluso, mi hermana había solicitado la visita de un cura para que bendijera la casa quien gentilmente se apersonó a la casa y la bendijo.

Recuerdo que pasado el tiempo esos sucesos extraños acaecían con fuerza y se calmaban más o menos por cuatro o cinco días. Volviéndose a activar de sucesos desde leves como sólo un sonido extraño y melodioso, una brisa suave y cálida aún cuando las ventanas estaban cerradas a intensos golpes de cómo de martilleos y nuevamente una serena calma.

Una tarde nos visitó nuestra amiga Verónica, aunque nos encontrábamos nerviosos por las cosas acontecidas decidimos relajarnos y subir a escuchar música en el salón. Entramos a la estancia y nos quedamos conversando sobre lo bella que era la casa, especialmente esa habitación.

Y allí sucedió de nuevo, y por primera vez a plena vista de nosotros se accionó el tocadiscos y comenzó a sonar una muy rítmica y animada melodía. Todos quedamos sorprendidos ¿cómo se había prendido la música? ¿Eso no era posible? Pero para mí estaba por acontecerme otras cosas.

Además de la música en el salón, yo podía ver como un hombre apareció parado en el salón hacia el lado de la poltrona cerca del tocadiscos. Era un hombre bastante alto de contextura delgada, el rostro de color blanco un poco bronceado, de cabellos marrón oscuro, grandes y alegres ojos negros, nariz un poco larga y labios finos.

Vestía una hermosa bata de seda de un color púrpura con suaves diseños negros, debajo de la bata se podía apreciar una fina piyama gris claro, llevaba pantuflas del mismo color. Él resplandecía como si su piel emanaba una suave y cálida irradiación, sus ojos me miraban con tan simpática intensidad que parecía que siempre había sido mi amigo, así lo sentí desde el primer momento.

Sin embargo, aunque los demás sentían su presencia en el salón, solo yo podía verlo. Con gran energía salvo la distancia que había entre él y yo y me rodeó en un muy fuerte abrazo, asiéndome en posición de baile, desde mi lado derecho.

Yo estaba sorprendida con absolutamente todo lo que estaba pasando. Por mi cabeza se atropellaban todas las preguntas en un solo momento, ¿cómo era posible que podía verlo?, ¿Cómo sabía que sólo yo lo veía? ¿Cómo podía sentir su cuerpo, sus brazos? ¿Cómo era posible que pudiera sentir su abrazo?, ¿por qué sentía como si lo conocía, si nunca lo había visto? Todo esto sucedía mientras sonaba aquella música, y él rápidamente se colocó frente a mí y agarro mi mano izquierda, me tomó de la cintura y comenzamos a bailar al son de esa rítmica música.

Mientras tanto los que se encontraban en el salón veían sorprendida como yo danzaba y hablaba sola. Cuando acerco su rostro al mío mientras bailábamos le pregunté cual era su nombre, dentro de mi cabeza escuche a un mismo tiempo su voz y la mía al unísono decir ¡Norman!, a lo que rápidamente le pregunté si estaba leyendo mi mente, al mismo instante me respondió — “No, ese es mi nombre, me llamo Norman” — y seguimos bailando él con aires de felicidad.

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