DEL TRAPICHE HACIA LA TALABARTERÍA

DEL TRAPICHE HACIA LA TALABARTERÍA

Netty Del Valle

22/07/2022

Más allá del hermoso altozano de colinas que bordean la aldea y sobre el camino a “Tapaculo” , llamado así por ser el hábitat en las lagunas del lugar de las tortugas conocidas también por este nombre, está ubicada Kalimbe, modesta finca de mi tatarabuelo que dedica parte de sus tierras a la siembra de la caña de azúcar y la molienda con la fuerza animal de la yunta de dos bueyes ;el resto del terreno se ocupa como reserva para leña y para cultivos de rotación como el maíz, la yuca, el ñame y los plátanos, destinados a la alimentación de la familia y los trabajadores.

Aquí labora mi bisabuelo José David, como mayordomo del trapiche.

Es una tarde de verano y reposa sentado en un banco de madera mientras respira el dulce aroma que emana del cañaveral que le penetra los sentidos. A lo lejos, en su mundo de ensueños, divisa el verde rabioso de los tallos erguidos de la caña bailando una frenética danza a merced del viento que viene de los cerros que circundan el lugar.

¡Qué espléndido y majestuoso es el paisaje!

El sol como una bola de fuego, rojo y sin rayos, se va escondiendo en las crestas de las pequeñas montañas; las garzas se refugian en los juncos y el gemido del día que decae, duerme en medio de los brazos de los pastizales.

José David se harta de la vida rural, del mal genio de su padre Abraham y del arduo trabajo del campo: decide instalarse en el pueblo donde nació.

Un caluroso junio de 1918, llega con su mujer Ana María, la prole de once hijos y bultos de cachivaches a una rústica casa cerca a la estación del ferrocarril Cartagena- Calamar, en la población de Turbaco.

Se plantan en el salón donde descargan la mudanza y descansan resoplando todos al mismo tiempo: el calor es tan intenso que las láminas de zinc del techo chirrean y el piso de tierra de la vivienda se cuartea.

El pito estruendoso del tren retumba en la pequeña aldea anunciando que pronto llegará cargado de encomiendas y con parientes que vienen de otros pueblos a visitar a familiares y amigos.

Las fantasmagóricas figuras que forma el espeso humo gris y negro que sale de la locomotora, se esparcen en el azul del firmamento formando un atractivo espectáculo que los hijos del matrimonio aprecian con alegría desde lo alto de la escalera de cemento por la que se baja hacia la estación. Son las 3.30 de la tarde y el maquinista activa el silbido del tren para anunciar que partirá y seguirá con el recorrido hacia Arjona, Arenal, Soplaviento, Hatoviejo y Calamar, lugar donde finaliza el recorrido.

El rezongar y traqueteo de la “bestia de hierro” sobre los rieles, interrumpe el descanso de José David quien salta de la cama y se dirige al corredor para observar a lo lejos en un punto indeterminado, la jadeante silueta del tren que le deja un vapor de nostalgias.

Percibe el olor de los cañaverales cuando trabajaba en los trapiches de la hacienda Kalimbe, y el olor a tierra quemada cuando incendiaban los campos para eliminar las hojas secas, espantar las serpientes y facilitar el corte de la caña de azúcar.

¡Suelta un suspiro largo repleto de nostalgias!

Ahora trabaja en la fábrica de jabones y destilería de don Leonidas.

Es controlador de la temperatura del mosto de caña de azúcar que hierve en pailas de cobre, bajo el fuego de leña de hornos artesanales .De esta operación saldrá el alcohol que se convertirá en ron o aguardiente.

Ruge como un tigre para liberar el infernal dolor que le ocasiona la accidental caída –por un resbalón- que lo zambulle hasta las rodillas en una de las hirvientes pailas de mosto.

Profundas cicatrices de quemaduras de tercer grado le comprometen los miembros inferiores afectando de por vida no solo la movilidad, sino su estado emocional-y el de su familia-con fuertes depresiones y pesadillas que le acompañarían toda la vida.

¡Pero como el ave mitológica, mi bisabuelo resurgió de la ardiente paila de mosto!

Entre sus callosas y firmes manos, el ahora talabartero José David sentado en un taburete de cuero, el más sencillo de los asientos, acomoda la lezna y agujerea trozos de cuero.

Y cose que cose monturas, abarcas, bozales y cinturones.

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