Era de mañana cuando iba en camino al trabajo, las nubes eran grises y presentía que en cualquier momento llovería, se notaba en la brisa y en el olor del aire. 

Mire mi reloj, cada vez más se acercaba la hora de ingreso y cada vez más lejano se sentía el fin del día. 

Usaba los mismos zapatos de siempre, el traje era muy similar a los demás en mi closet y una corbata que sentía que había repetido más de dos veces en la semana. Hoy era viernes, pero parecía cualquier otro lunes, todos los días hacia la oficina daban esa misma sensación. 

El reloj no se movía. 

Llegue al trabajo, tome el elevador, me dirigí a mi escritorio y me senté en la silla reclinable de siempre. A mi lado se encontraba una pila de papeles esperando a ser tomados en mis manos e ir desapareciendo conforme los firmaba. 

Mire hacia la venta pero esta estaba cubierta por las cortinas que oscurecían la oficina. Trate de llamar a la secretaria para que las abriera, pero la línea estaba ocupada. 

Hoy era el fin del trimestre y todos estaban trabajando para terminar sus reportes, haciendo demasiado ruido en sus conversaciones y no haciendo nada al mismo tiempo, más que su labor de momento. 

La simple idea de trabajar me deprimía, así que prendí mi ordenador y me puse a escribir este correo. 

La idea era contarte que tan bien me sentía con mi nuevo ascenso, que tan grande era mi oficina, y lo realizado me sentía en este momento. Pude haber escrito estas afirmaciones, pero hubiera sido condescendiente conmigo mismo. 

Porque la realidad es que estoy muy lejos de sentirme realizado, y por más grande que sea mi oficina me parece que con el paso del tiempo se encoge. No sabía si creía que era así por mi ambición o por mi soledad. Creo que se la respuesta pero me niego a contestar la pregunta. 

Las cortinas no están abiertas pero se que el cielo sigue siendo gris y que lloverá en cualquier momento del día. 

No estoy seguro cuando caerá la primer gota, pero si estoy seguro de que no tardará en hacerlo. Me quito la corbata para escribir mejor. 

A todo esto, te escribía porque tu recuerdo del pasado me lleno de nostalgia, aquel momento en el que me decías que teníamos que cometer una gran cantidad de errores en nuestra vida para aprender algo. Tu recuerdo del pasado me entristece, pero tus palabras siguen sonando en eco en mi mente, supongo que viviré en tristeza para siempre. Lo peor no es solo es recuerdo sino mi respuesta a tu consejo, porque me parece que por más errores que cometo mi destino sigue siendo el mismo. 

Tú caminando por esa puerta y yo inmóvil en este escritorio. 

Parece que lo único que he aprendido en estos últimos años son las habilidades que me ayudarán a contar con mayor experiencia para mi siguiente trabajo rutinario, que por un momento se sentirá como un todo, y como subsecuente me hará sentirme realizado por unos días. 

Acabo de escuchar unos pasos, es la secretaria preguntándome si necesitaba algo, le digo que estoy bien y ella se marcha. 

Continuo escribiendo esto, a pesar de reconocer que este correo no tendrá remitente, ni editor por mi enorme soledad. 

Admitir esto no me hace bien, porque se que me da miedo el futuro, por ello apagaré el ordenador y continuare con mi trabajo, me pondré mi corbata y esconderé nuestros recuerdos. 

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