Yo te explico

Yo te explico

edu

25/09/2022

Amigos oyentes, buenas noches y feliz día del trabajo. Esto que acabáis de escuchar es el testimonio de uno de vosotros. Y, cómo no, compañera de producción, te lo avisé, tú que pedías peripecias heroicas o reveladoras de alguna realidad laboral mutante, no es por ser pesado pero te lo avisé, la primera historia de esta laaarga noche abunda en el clásico, quejicoso cacareo de ingeniero lastimado por vida acomodada. Una voz herida por su destino de número en una multinacional que, oh, sorpresa, repentinamente percibe que el mundo no gira alrededor de su insignificante existencia. #pobreduardo está triste, qué tendrá #pobreduardo. Y no es sólo que lea a Houellebecq. No. Desde su jaula de mármol, desde su lago de azur, #pobreduardo nos lee lo que le dice Houellebecq para que conozcamos nuestra cualidad de eslabón en la blablabla… 

Ay, #pobreduardo, menos mal. Mil gracias por contarnos porque seguramente no nos habíamos percatado. ¿Sabes?, seguramente este curro en la radio es cuanto soñé en la universidad mientras me convertía en el estudiante un millón, confeti, en destripar el Cantar de Mío Cid. Seguramente que mis cien o ciento cincuenta oyentes, mis sonámbulos vírgenes del podcast, colapsan nuestra humilde centralita ansiosos por darte las gracias.

Y bueno, ahora, ya pues que todo el mundo mis penurias de esta respuesta espera… en fin, allá voy, responderé, ojalá que no sonando o breve o tibio o cansado. A ver, yo te explico, tampoco te vuelvas loco con esto del trabajo, con el trabajo es como con todo, en el fondo va de nunca pararte a contemplar tu estado y seguir siendo un buen chico, siempre, para así hacer todo eso que Houellebecq ya sabe que haces, por la mañana escuchar las noticias de camino a la oficina y por la tarde la playlist de indie mientras preparas la próxima maratón; por ahí, los domingos, pero también los sábados, mucha disciplina para correr los kilómetros precisos que te diga el móvil, y, aunque ya no uses la bici de diezmil pavos que mejor cuidaba de tu ojete, mejor no dejes de depilarte esos pelos tan molestos que se rizan cerca de tus huevecillos, esos pelos en los que no paras de pensar mientras pelo a pelo pelas esa gamba de tu plato, mientras contestas un whatsapp, mientras riñes al pequeño, mientras, en el mismo mágico segundo, porque eres una puta máquina multitarea, dices pero qué rica, suegra, pero qué rica está la paella, y luego bebes vino y luego dices prefiero la educación por proyectos o para el centro mejor patín eléctrico, y claro que con el bipartidismo estábamos mejor, porque ahora, estarás conmigo, con el var, sí, con el var el fútbol es más justo, y justo ahora iba a decirte que yo también soy más de Uber que de Cabi… lar, comer, beber, comprar, follar lo que diga el móvil, viajar donde quiera el móvil, leer lo que diga Twitter para decir de corrido, sin pensar, sin parpadear, emprendedor, empoderar, posgraduar, hiperviralizado, un salmón, y con lo que quede de lengua insistir, antes de volver a casa, que es domingo y los baños, insistir en que la educación es una auténtica pero auténtica vergüenza, que no se pongan de acuerdo, que si unos, que si otros, porque ojo, no lo perdamos de vista, la educación es el futuro, y ya en el descansillo los niños a punto de perder los dedos con el ascensor y tú volviendo a dejar meridianamente claro, en alto, porque el vino era bueno, que para merecer su inocente nombre la educación debería seguir de cerca la estela del maravilloso y tierno y luminosamente desinteresado mercado laboral.

Pero si no, por Júpiter, si no, si tú no eres flor de kapeí bello, si de la historia tú huyes o porque los años de oro extrañas o porque en competir por tu cabello perro flaco en Granada ladra en vano, entonces, amigo, entonces también puedes elegir hacer todo eso que no te dice Houellebecq y que sí te dicen las millones de voces de esa otra clase de sacerdotes que peregrinan hasta el mismísimo centro geográfico de tu oído interno para escuchar su voz mientras gritan SÉTÚMISMOSÉTÚMISMO y persigue tu sueño como si otra enorme y apetitosa zanahoria fuera también un sueño o resplandeciente y naranjísima fuera mientras en el mismo mágico segundo reciclas y plantas un árbol y viajas solo a pie o en bici o un rato en tren y otro en patín eléctrico o subes una montaña pero solo la más alta pero solo si no la han subido antes un número determinado de personas pero cuál es ese número jodidamente exacto de personas hablando de personas folla mucho pero solo si ella es punk y come y compra y bebe si es justo pero qué es lo justo tener un trabajo de tu gusto y luego lee muy rápido y sobre todo escribe mucha poesía muchísima poesía toda la poesía del mundo hasta que tu YO rebose una sustancia o clara o viscosa pero siempre es-pec-ta-cu-lar-que-sea-tu-YO hasta que ya perfectamente enjaulado en tu árbol puedas dedicarte o a hacer yoga o veganía hacer o incluso leer el quincuagésimo sexto libro del año con las perseidas por venir empezando por su final para variar anodino a la par que imprevisto y a buen seguro sin ninguna pero ninguna importancia.

Y, al final, edu, al final, si a diario más o menos te parece, pero el domingo, al acabarse, con el mundo tu sangre se impacienta como sangre de Pizarnik, entonces qué hacer con el miedo. 

Qué hacer con el miedo.

Nada, hijo mío, nada. Tranquilo, también hay otro millón como tú ahí fuera. O sí, mejor, mejor ven a mi lado, ven a echarte sobre la sombra que ya somos. Que cada sol repetido ruede sobre las ruinas de tu frente. ¿Estás cansado? Te sienta bien estar cansado. Venga. Ven y descansa y escucha cómo cantan. Mira cómo vuelan los pájaros. Que si aire no con pájaros azul con cielo de infancia.

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