Momentos especiales

Momentos especiales

Mónica García

11/07/2022

Apenas un minuto después de entrar al trabajo, mira el reloj, como si tuviera magia y pudiera hacer pasar el tiempo más rápido.

Si lo piensa bien, su empleo no está tan mal. No tiene responsabilidades importantes, no discute con nadie, no le exige imposibles y su horario se ajusta a lo acordado.

A las 9:00 se coloca frente al monitor mientras van apareciendo los pedidos recibidos, ordenados por hora de llegada. Pulsa un botón y sale el ticket con el pedido que le corresponde preparar. Cada día prepara exactamente cinco pedidos y su objetivo consiste en que no los devuelvan.

Da igual las opiniones negativas, si les llegó tarde, o si esperaban un tono diferente. Lo único importante es que el pedido no se devuelva.

Pero muchos lo devolverán, simplemente porque es fácil. Estamos acostumbrados a que todo se puede devolver, como si cada decisión no contase, como si lo que no nos gusta pudiera dejar de existir con darle a un botón.

La empresa vende vestidos para “momentos especiales”, según anuncia la página web. Por momento especial se les viene a la cabeza una boda, un bautizo, una cena de aniversario quizás. Ella sabe que su idea inicial era que aquellos vestidos crearan momentos especiales, sin día, sin hora, sin previsión. Momentos inventados, que surgen sin avisar, que se encuentran sin buscarlos.

La primera hora de su jornada consiste en dividir el resto del día en esos cinco tickets. Analiza a la persona que ha realizado la compra, los vestidos que ha mirado, su forma de vestir en redes sociales, su edad, si es para un momento especial determinado, si es para un regalo o si simplemente es porque le ha gustado.

En cada ticket figura el modelo, la talla y las medidas de la persona que lo ha comprado. Cada vestido debe ser adaptado a esas medidas y a la forma de vestir de quién lo usará en su momento especial. Si la persona suele ir con ropa ajustada, lo estrechan, si no le gusta el escote, lo cierran un poco, si es muy alta, su modelo también lo será.

Una vez que el vestido está perfecto, se dobla, se envuelve en papel cebolla y se mete en una caja para su envío. Ésta última parte es igual de importante que el resto, sabe que se puede arruinar todo el trabajo previo por un mal envoltorio, por una arruga inoportuna o una mancha de última hora.

De vez en cuando le gusta cometer algún error y comprobar qué pasa. En esas ocasiones prepara el vestido perfecto pero distinto al que han comprado. Y, sorprendentemente, algunas de ellas nunca lo devolvían.

Son las 17:00. Prepara el último pedido y cierra la puerta. El monitor se queda encendido, alerta por si alguien está pensando en su momento especial y se decide por comprar uno. Recoge sus cinco cajas y las lleva a correos.

Otro día más las horas en el reloj se han acortado. Sonríe recordando el día que dejó de aplazar los momentos especiales a una fecha determinada y comenzó a venderlos en forma de vestidos a cualquier hora.

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