El presente escrito tiene relación con el cuento corto llamado “Concupiscencia hibrida” publicado en esta misma página en el concurso “el dios tecnología 4”.
Allí se encontraba, la cincuentona Selina, soltera, sin hijos, sus padres fallecieron hace unos años. Estaba en una de esas zonas de la ciudad en las que los vicios del humano brotan en cada esquina, muchos de los que pensamos y creemos que lo son en estos tiempos, no son llamativos para los humanos de aquellos tiempos, ya que Aztaroth, capital del Reino del mismo nombre, contaba con los más grandes avances científicos y tecnológicos del año 30xx.
Selina era de las ultimas sexoservidoras de la nación, por las que los apenas algunos ancianos pagan pocos billetes electrónicos, ya que hasta los más vetustos preferían los «pinchos» metálicos que ponían en las cienes para su mejor disfrute y comodidad.
Ella se paraba allí, pensando en el pasado y como creían hace 30 años que las maquinas, lentes de realidad virtual o simples aditamentos a las cienes de las personas podrían sustituir las caricias y el calor de otro ser humano. Cuando actualmente, los jóvenes escaseaban en casi todo el mundo, y el gobierno empezaba a darse cuenta.
Cuando algún alma llegaba a pasar por la esquina que tenia reservada para que ella ejerciera su oficio, utilizaba su capacidad persuasiva, que solo le servía algunas veces, ya que era mujer entrada en edad y los superficiales poco consideran estar con ella, aunado al problema que las tecnologías que proyectan el ideal sexual de las personas y emulan el placer totalmente sin ninguna clase de riesgo.
Pasó un cuarentón que regularmente transitaba por la zona de trabajo de Selina; ella intenta de todo para convencerlo de contratar sus servicios, y como si ya estuviera harto de ser irrumpido en su acelerado correr hacia el burdel de tecnologías para el placer, el solo le mira con media cara volteando hacia atrás mientras camina, y gritando agitado le grita – yo, el viejo Harry, prefiero el simulador -, mientras continua su acelerado paso, Selina, solo lo mira alejarse, mientras decide encender otro cigarro, que dejará siluetas blancas danzantes de humo que se alejan indiferente hacia la difuminación en la atmosfera.
Selina solo obtiene unos cuantos clientes por semana, señores entrados en edad, “chapados a la antigua”, que no entran en la idea de tener que intimar con la nada o un autómata programado para proporcionar placer y ergonomía al humano. O también los pocos jóvenes curiosos que jamás molestarían a algún otro ser humano para que logren obtener el favor de la “invasión física” de un cuerpo humano a otro.
Si ese oficio, el más antiguo y uno de los más rentables, se vislumbra parecer quedar obsoleto, ¿Qué podemos esperar de empleos con más exigencias físicas y riesgos de trabajo? ¿La humanidad tomó la decisión correcta al querer automatizar todos los empleos y/o procesos? Solo el tiempo dirá si eso provocará o desembocará en nuestra propia extinción por falta de reproducción, o en nuestra propia destrucción por querer obtener mejores empleos y crearse una inestabilidad económica mundial.
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