La niña

I

Los seres humanos estamos buscando constantemente una ventana o un pequeño resquicio para asomarnos a lo que llamamos «La magia», porque nos es insoportable esta burda y grosera realidad de autobuses destartalados, transitados por cáscaras vacías, embarrados de rutina, en ciudades crueles que nos aplastan, de cuentas por pagar del internet, la televisión por satélite, el teléfono, el celular, el frágil auto nuevo pagado a plazos. Porque es mejor el horror de ficción que el enmudecido espanto del vacío, de la implacable certeza de la propia intrascendencia, de nuestra vacuidad.

Invocamos dioses y demonios creados para aplacar nuestro pavor ante el abismo.

Yo al menos, me considero un escéptico. Durante mi juventud busqué el encuentro con lo sobrenatural. Provengo de una familia católica pero muy pronto comencé a dudar de todo, siendo un ávido lector, devoré la Biblia rápidamente, releyendo varios capítulos en los que quería encontrar lo que la religión ofrecía: El significado último de todo, no lo encontré ahí, tampoco en otros libros de religiones diversas, entendí que la religión era una cuestión de fe, no de certezas científicas comprobables, era para quién la necesitara, pero yo quería algo más, una prueba, acudía sin vacilar a aquella casa que decían estaba embrujada, me lanzaba al encuentro de apariciones a la hora y al lugar en que otros los habían reportado: La llorona en el puente sobre el río, el fantasma del ahorcado bajo el mismo puente, etcétera.

Por la vida me han acompañado las lecturas del gran Poe, de Lovecraft, E.T.A Hoffmann, Stephen King y muchos otros, Carlos Castaneda me proporcionó la última esperanza para acceder a mundos ocultos, místicos, misteriosos, pero tal parece que el camino del guerrero tolteca no es posible sin una guía como la del mismo Don Juan Matus, al menos no lo fue para mí. Así es de que al ser ya todo un viejo incrédulo fue lo que hizo que la serie de eventos que presencié y que me envolvieron de una manera total y terrible me tomaran por sorpresa.

El espiral de horror en el que me sumergí en esos días oscuros comenzó como una neblina densa que todo lo cubre y de la que es imposible escapar pues entre más se intenta disipar, más se cierra alrededor de quién se encuentra irremediablemente atrapado.

Comenzó con una visita casual a un amigo en una tarde lluviosa. Hacía varios meses ya que no lo veía. Se llama Ernesto, es un tipo sencillo, tímido, pequeño y delgado, se ha ido haciendo enjuto con los años, casi no tiene amigos, lo conozco desde la preparatoria, nos hicimos amigos por el interés en común que tenemos en la literatura, aunque éramos muy diferentes, él era más una rata de biblioteca y a mí me gustaban los deportes, la música y el teatro, jugaba de poste en el equipo de basquetball de la escuela, era parte de un grupo de teatro y tenía un grupo de rock con otros amigos. Ernesto sólo leía y veía películas viejas.

Yo había estado numerosas ocasiones en su casa anteriormente y nunca me había mencionado nada acerca de voces infantiles que parecía provenir del cubo de las escaleras, pero ese día nefando, mientras mi amigo me servía un whiskey y pasábamos a la sala, lo noté un tanto pálido y de las expresiones de su rostro surgían evidencias de noches en vela, preocupaciones y mucho estrés, cosa muy extraña en él.

Tomamos asiento. Ernesto adivinó la pregunta. Mencionó las voces. – ¿De niños? – Pregunté.

No, una sola, parece una niña, contestó. También suena una pelota rebotando en las noches, hasta la madrugada, nunca la hemos visto, todos la escuchamos, mis padres se persignan cuando grita. Mi madre ya fue a buscar al sacerdote para que venga a echar la bendición, yo por supuesto no creo que eso sirva de algo, sabes que no comparto las creencias religiosas de mis padres, pero en este caso pienso que sería interesante intentar eso y ver lo que pasa. Yo mantengo la mente abierta y creo que un fenómeno así no necesariamente es negativo, el problema práctico es que no me deja dormir, a veces hace demasiado escándalo por las noches, si no es la maldita pelota, son gritos que tengo que aceptar que son para poner los pelos de punta, a veces entiendo fragmentos de lo que dice pero la he grabado con el celular y con una aplicación para reproducir más lento el audio se entienden mejor algunas cosas más. Al principio no sabía si se podría grabar algo así, pero resulta que es posible. Al escuchar más lento me di cuenta de algo que te puede interesar.

Ya para ese momento yo estaba más que interesado en el asunto, con mis reservas de siempre por supuesto, sin dejar en ningún momento mi pose de escéptico, le pedí que me pusiera esas grabaciones, pero en realidad él ya tenía lista una laptop en la mesita de centro de la sala con unas bocinas conectadas y los archivos de audio abiertos.

Yo por supuesto que estaba listo para darle por su lado y salir de ahí con la convicción de que mi amigo había sucumbido a algo que lo había sugestionado avivando su imaginación, cosa muy posible dad la soledad en la que se recluía frecuentemente, el caso es que al escuchar yo aquellas grabaciones, sentí un escalofrío que me recorrió la espalda y se clavó en mi cuello, erizándome el pelo y el vello de los brazos, al principio era solamente la risa de una niña, luego, un golpeteo, efectivamente como si rebotara una pelota, después algo como susurros muy bajitos, casi como el viento entre las hojas de los árboles, poco a poco convirtiéndose en palabras ininteligibles, que suben de volumen en un crescendo continuo hasta ser un grito desgarrador. Ahora, me dijo, te lo voy a poner más lento y con más volumen.

Comenzó la reproducción y fue entonces que mi vida dio un giro, fue entonces que me hundí en el pantano del horror.

El programa de computadora puede alentar el audio sin modificar el tono o altura de la voz, por lo que sigue sonando con voz de niña, escucha bien, creo que esto te va a sorprender, me dijo Ernesto.

La grabación comienza con las mismas risas que había escuchado anteriormente, después, la pelota, y después, la voz que antes era un susurro, sonaba claramente como la de una niña pequeña, transcribo aquí el contenido de ese audio que escuché primero ese día y después muchas otras veces más, en busca de respuestas.

Mamá, papá, ¿dónde están? El señor Arturo dice que quiere jugar conmigo. ¡No me gusta ese señor! ¡Mamá ayúdame !. El audio se hacía más fuerte.

¡No por favor!

¡No!

¡Gonzalo ayúdame!

Después de eso, gritos de terror a un volumen superlativo. Pero ¡lo último que dijo! Me heló la sangre y me dejó con esa sensación tan familiar en el estómago como de un puñetazo que significa que percibimos el peligro, es donde el miedo se siente primero. ¡ mi nombre es Gonzalo!

Sinopsis:

El espíritu de una niña se hace presente por medio de sonidos a los habitantes de una casa durante meses pero al llegar un amigo de visita, la niña se le presenta a éste, primero diciendo su nombre: Gonzalo, y después, al despedirse, se le aparece casi de manera casual, pero a partir de ese momento, el espíritu de la niña no lo deja en paz y lo hunde en una espiral de eventos terroríficos que cambian su vida de manera radical, busca ayuda para entender el porqué es acosado y cómo terminar con ese mundo de espíritus, que. paradójicamente buscó mucho tiempo durante su juventud.

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