Contrato de presagio.

Contrato de presagio.

Han pasado 12 días tras finalizar mi momento dentro de la primera empresa que me contrató oficialmente. Me inicié en el campo laboral de manera formal como un empleado general, un nivel bajo, pero no el peor, esto a comparación de otras ofertas laborales, funciones, competencias, habilidades y expectativas económicas; soy capaz de afirmarlo, me baso en la realidad que se vive en el país, la comparación con el panorama actual de otras naciones y mi experiencia tras un año de permanencia, la cual, es avalada por el punto de vista de mis padres, la vida comentada de mis amigos, familiares y ahora excompañeros. Son la evidencia irrefutable de mi postura.

A pesar de no ser el empleo que tanto anhelaba, me confieso, estoy agradecido de tan magníficas enseñanzas, recuerdos imborrables y adversidades con alta exigencia profesional, dominio mental y de emociones. Tras concluir un periodo de viaje dentro de un espiral lleno de estímulos, te comparto que la vida se va transformando en un gigantesco coliseo de batallas, sin exagerar, lo que afrontamos fuera de casa es estremecedor.

Quisiera revelar que se trata de una broma, un chiste rompe hielo o quizá, el libreto de una obra teatral que se presentará a un grupo estudiantil como parte de un programa educativo, pero la desgracia se encarga de ventilar la verdad detrás de cada persona en el mismo rango económico-social, se convierte en una llave sin misericordia que abre las puertas a su alma llena de parches y heridas sin cicatrizar.

Gran parte de las empresas, fábricas o negocios tienen en sus filas a miles de jóvenes, algunos de ellos comprometidos y/o enganchados al empleo que consigan con mayor facilidad, no les queda más que conformarse, poder ganar un sueldo para saciar las necesidades de sus familias, hablando de madres, padres, abuelos, pareja sentimental e hijos; si, acertaste, ya tienen de uno a tres hijos a su cargo, para rematar su edad oscila entre 17 a 26 años de edad.

Otro grupo bastante pequeño de jóvenes se desviven por conseguir el recurso monetario y la experiencia con el fin de continuar su trayectoria académica, ya en hora buena el culminar estudios universitarios para encontrar mejores oportunidades de trabajo, trayendo consigo elevar su calidad de vida.

La tristeza resalta al recordar que se trata de algunos cuantos, en el sentido de la valoración de contar con un empleo; la mayoría entra una semana de actividad, con suerte un mes regularmente cumplido, entre variadas inasistencias o incapacidades y después se marchan dejando a su paso un lago de quejas por los salarios, el tiempo invertido, la complejidad de las tareas e inclusive sobre la aplicación de normas institucionales. Recuerdo las palabras que me compartió un joven compañero (en ese entonces) antes de renunciar:

“No mi amigo, yo no me voy a estar esforzando para que me paguen bien poquito, y esto de estar cargando herramientas pesadas o estar a pie durante horas hasta la comida no es lo mío, me da mucha flojera, mejor me quedo con lo que me dan mis padres de mesada, salgo a beber con mis camaradas y no me pierdo de las fiestas”.

Sus deseos son claros, quieren tener todo con inmediatez, al mínimo esfuerzo.

¿A dónde miramos?

Cientos de mujeres, ya siendo madres solteras o cabezas de familia se encadenan a jornadas extensas de trabajo para intentar sobrevivir las semanas, entre pasillos cuentan las dolorosas espinas con las que cargan a diario, descuidan a sus hijos por horas, sus relaciones personales se llenan de conflictos, el cansancio en ellas es constante, esperan el milagro de dormir 8 horas continuas.

La situación para personas mayores de edad o que se encuentran fuera del rango permitido para ingresar (mayores de 45 años) es horrible, las posibilidades son extremadamente limitadas, los conocimientos salvan a unos cuantos, el resto debe continuar en la sala de espera.

Cuando logran ser aceptados, son ubicados en zonas de baja producción, se les asignan tareas de lo más sencillas por temor a que cometan errores, dado que, para varios jefes, se consideran a estas personas como torpes e incapaces de ascender, sin poner a prueba sus saberes, habilidades y aptitudes.

¡Es monstruoso!

Nuestro futuro pinta un paisaje todavía más grotesco, las personas deciden olvidarse de avanzar, expresan sus razones con desaliento, abandonan su preparación con tal de permanecer y seguir obteniendo las monedas que tanto necesitan, puesto que, solamente cuentan con educación primaria o máximo hasta la preparatoria, para subir de nivel mínimo requieren contar con formación universitaria a lo que se niegan rotundamente, aseguran un temor por afrontar nuevos retos, prefieren quedarse en la zona actual, además que para ellos solamente va a significar gastar muchísimo tiempo y dinero que no tienen.

Procedo a retomar su variante, conservando la sintonía, aquel sector de jóvenes que creen en la llegada de respuestas a la palma de sus manos, también abandonan sus estudios para conseguir efectivo, por gusto y no meramente necesidad, sería increíble que todos ellos lo invirtieran en un negocio o comercio rentable; absurdo, resalta mi ingenuidad, la verdad es que también son escasas las personas que se animan a eso.

Yo logré concluir una licenciatura, significó un esfuerzo brutal y afortunadamente se construyó la oportunidad, pero, ¿qué pasará con ellos?

Pareciera ser que se quedan atrás, se mantendrán atados a tales condicionantes que inconscientemente los encierra en un laberinto inundado de neblina. Descansan en la ignorancia, la desidia y el conformismo, lamentablemente, dentro de algunos años van a tener que armarse y pelear por su existencia ante peones de hierro.

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