Los niños están hambrientos y refugian la frustración en el cuerpo de su madre. Ella, como una gata protectora, les permite acurrucarse en sus hombros, en su regazo, mientras mantiene la mirada fija en algo que solo ella ve.

Llevan diez días en la carretera, viajando desde Murray, en el condado de Calloway, Kentuky, en dirección a San Francisco, California. Más de dos mil millas separan su hogar del que imaginan… desearían que fuera el próximo. Diez días viajando en la vieja furgoneta que heredaron de Buck cuando su hígado dijo “Hasta aquí hemos llegado, amigo”

Había aguantado bien el hígado de Buck dado que empezó a castigarle cuando Buck el viejo le premió, a los once con un trago del whisky que él mismo hacía, al matar  su primer ciervo de un sólo disparo certero, justo entre los ojos. Veinte años casi, había aguantado el puñetero hígado.

Diez días en la carretera, aguantando los refunfuños de los críos, las peleas entre Junior y Clark, porque ambos querían sentarse al lado de Molly, y cuando cualquiera de los dos lo conseguía, ella vigilando por el espejo retrovisor, que sus manos estuvieran bien visibles, sabe muy bien que debía poner todos los medios posibles para que Molly no tuviera que aguantar lo que ella había aguantado a su hermano Hank, hasta que se ennovió de Archie.

Archie no hablaba casi, solo permanecía aferrado al volante de la camioneta con la vista fija en el horizonte. Debía pensar qué si lo miraba así, el horizonte asustado, iba llegar más rápido hasta ellos.

Comenzaban a viajar cuando el sol se ponía casi hasta el mediodía, era cuando hacía menos calor y así, solo tenían que hacer una comida, los pocos víveres que consiguieron reunir para el viaje desaparecían con una velocidad pasmosa, algo lógico cuando tienes seis chicos en edad de crecimiento, sin contar con el apetito de Archie, ella se conforma con poca cosa.

Cuando cesaban los lloros y gritos en la parte de atrás y comenzaba a escucharse suaves ronquidos, se relajaba, entonces ya podía dejar de espiar a los chicos y perderse en el cielo estrellado que se contempla en la llanura, hasta que Archie le tomaba la mano y se la ponía en la entrepierna. Lo había empezado a hacer cuando llevaban cinco días de viaje, y desde entonces, lo hacía todas las noches. Incluso, una noche hasta paró el motor, y se lo hizo allí en el asiento delantero, sin preocuparle que los chicos despertaran y los vieran, aunque no les habría extrañado, estaban acostumbrados a escuchar los gruñidos de Archie por las noches, en la única habitación que tenían en la vieja cabaña.

La cabaña… ¡Cómo se había emocionado cuando Archie la llevó a ella el día que la raptó! Hasta la tomó en brazos y traspasaron el umbral así, seguramente lo había visto en alguna película de las que ponían en el Astoria. Pero ahí se acabó el romanticismo y pasó de tener a Hank encima para que quién la montara fuera Archie. ¡Menos mal que ella no era tan fértil como su madre! En diecisiete años solo había tenido nueve embarazos y seis hijos vivos, pero cuando llegaran a San Francisco estaría muy cerca de tener siete, ya se lo había notado, los pechos le dolían muchísimo y el olor pegajoso del sudor concentrado en sus cuerpos, se le metía hasta el estómago y hacía que tuviera ganas de vomitar todo el día.

Si no estaba equivocada, su próximo hijo nacería el mismo mes que ella. Octubre debe ser un buen mes en California, los chicos podrán ir a robar naranjas, les han dicho que las hay por todas partes, incluso Archie y los mayores podrían encontrar trabajo en la recogida, y quizá puedan conseguir ahorrar para alquilar una casa, una casa con dos habitaciones ¡No, con tres! Las niñas aparte. Y si hay suerte hasta con el váter dentro.

Ya casi es la hora de partir y Archie sigue con la cabeza metida en el motor. Los chicos están cada vez más rabiosos, y Junior y Clark están a punto de enzarzarse en otra pelea, entonces antes de que ella vaya a frenarlos, Archie tira la herramienta al suelo y se acerca hasta dónde están y los separa a bofetones. Después se acerca hasta ella y niega con la cabeza “Se acabó el viaje” Dice.

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