UN ANHELO DE EQUIDAD

UN ANHELO DE EQUIDAD

Hollywood girl

28/05/2022

1960. Una nueva Era se avecinaba en la historia de Estados Unidos, todos los afroamericanos pensaron que ahora que la esclavitud había sido abolida, las cosas cambiarían para ellos, pero todo fue una falacia. Ya no tenían amos, ni eran propiedad de nadie, pero carecían de derechos civiles, no podían votar, ni ir a universidades de blancos, eran segregados en el transporte público, baños y hasta en fuentes de agua.

Michael Weatherly se apresuró a tomar el autobús, ya estaba un poco avanzada la noche, y en una enorme ciudad como Nueva Orleans no era muy conveniente andar solo por la calle. Acaudalado hombre de negocios, atractivo y amante de las apuestas, Michael Weatherly era lo que podría considerarse en esa época «Un hombre negro triunfando en un mundo de blancos». A pesar de ser de origen humilde, había sabido como moverse y buscar contactos en una nación en plena Guerra Fría, aunque con una prosperidad económica y una floreciente clase media. Adoraba invertir en emergentes industrias y acumular más y más capital, pues era la forma que tenía de vengarse de la cruel y miserable vida que le había arrebatado a su esposa e hijo en un atentado en la iglesia perpetrado por supremacistas blancos.

Pero tenía la certeza de que, sin importar cuan rico y poderoso se volviese, jamás sería visto igual a aquellos señores blancos, quienes tenían la ley y la prensa a su favor. Ese pensamiento lo atormentaba, y lo llenaba de ira, sin embargo, no era un hombre impulsivo, no sería como esos idiotas que pensaban que rebelarse a la policía o al gobierno cambiaría en algo las cosas, todos terminaban igual, presos o muertos…

Se encontraba sumido en esos pensamientos, cuando de repente, un hombre blanco de avanzada edad se acercó a su  asiento y le vio despectivamente, luego carraspeó, Michael sólo se levantó y le cedió el asiento. Pero en su mente, ya le había dado un puñetazo en el rostro y lo había arrojado afuera del autobús directo al pavimento. Se maldijo por no haber llevado el maldito auto al viaje. Afortunadamente ya había llegado a su destino: El bar Be-Bops. Le agradaba ir a menudo, le ayudaba a despejar su mente del dolor y las frustraciones del día a día. Le devolvió una mirada asesina al anciano decrépito, se bajó del autobús y entró al bar.

Su camarada y socio, James Brown, lo esperaba como de costumbre. Era un hombre negro de mediana edad, adicto al alcohol, determinado a no casarse nunca, pues, según él, «El matrimonio era una imposición social, y por lo tanto, una atadura».

-¿Qué te pasa viejo? Llevo hora y media esperándote- le dijo a Michael.

– Me toco venir en autobús y lo peor fue cuando tuve que cederle el asiento a un blanco-.

– Son unos malditos, a mí me sucedió algo similar, hace unas semanas no me quisieron dar hospedaje en un hotel porque estaba «lleno» más bien, «lleno para albergar negros».

 Mathew, el mesero, se acercó a ellos, les sirvió la botella de Whisky que habían pedido y les anunció:

-No creerán lo que les voy a contar, pero hoy se presentará por primera vez en el show una mujer blanca-. 

-Oh sí, y yo soy el presidente Kennedy- se burló Michael.

-Les estoy hablando en serio, lo hace clandestinamente en otros bares, según los rumores que escuché.-

James y Michael estallaron en carcajadas ante semejante tontería.

-Ya verán- les dijo Mathew.

Todos se encontraban bailando blues y jazz cuando de repente, el presentador pidió orden y anunció lo inesperado:

-Damas y caballeros, permítanme presentarles a una dulce señorita, con un futuro prometedor en mi opinión,- rio- reciban con un aplauso a Mary Shelley-.

Una mujer blanca, de ojos azul claro, rizos rubios, esbelta y con una belleza extraordinaria subió a la tarima. Llevaba un hermoso vestido de perlas y encajes. El público quedó estupefacto ante aquella aparición, pero cautivados por su aura, comenzaron a aplaudir.

Mary interpretó Hit the Road Jack, de Ray Charles, junto a otro cantante conocido. Michael quedó embelesado, sus suaves movimientos, su vibrato sutil, su armonisa voz, su brillante sonrisa. Aparentaba estar muy alegre y eufórica, a pesar de su sombría vida…

Su padre la abandono a ella y a su madre, esto provoco graves trastornos mentales en su mamá que hicieron que fuese internada en un hospital psiquiátrico cuando Mary era muy joven, pasó parte de su infancia y adolescencia en orfanatos. Así que aprendió a valerse por si misma y utilizar las situaciones a su beneficio. Su mayor sueño era convertirse en cantante de fama internacional, pero nadie la apoyaba pues el lugar de una mujer en el mundo era ser esposa y madre.

Después de la función, Michael vio la oportunidad, y lleno de una inusual seguridad se acercó a hablarle antes de que se fuera, se hallaba contemplando la vista en la terraza cuando se le acercó:

-Un hermoso panorama, ¿No lo cree, señorita Shelley?- le preguntó.

-Hace mucho tiempo que soy incapaz de ver la hermosura en algo, señor-.

-¿Pero cómo puede decir eso? Una muchacha joven y llena de vida como usted no debería tener esos pensamientos, dígame, ¿Qué le causa tanta tristeza?-

-Es el primer hombre que me pregunta eso, la mayoría de ellos sólo se fijan en mi aspecto y dicen que soy la mujer más feliz del mundo-.

-Eso es porque los hace felices-.

-¿Eso cree?, lo siento, a veces digo cosas muy extrañas-.

-No tiene que disculparse por ser honesta, déjeme intentar algo, cierre los ojos.

Ella los cerró.

-Imagine lo que más desea en el mundo, no me lo diga si no quiere-.

-Deseo una América en donde la mujer sea vista mucho más que como un objeto sexual, en donde negros y blancos convivan juntos, los latinos tengan igualdad de condiciones, y nadie sea marginado-.

-Bueno, entonces ya somos dos- dijo él.

Luego la acarició y la besó por un largo tiempo, bajo la luz de la luna y las estrellas de aquella nocturna ciudad.

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