Querido Dani,

Estoy en la casona. Me he demorado unos días porque no juntaba valor. Pero aquí estoy, sentado debajo de la parra en donde todo ocurrió. En mi mente comienzan a crepitar las ideas y de nada sirven mis clásicas maniobras para apagar incendios. Lo que llevo dentro es un bosque milenario ardiente, un volcán de pensamientos.

Pero no estoy dispuesto a desmembrar todos estos años en busca de respuestas. ¿No es acaso recordar la forma más agonizante de vivir, de escapar de lo que sucede ahora bajo este techo de uvas moscatel?

Observo las flores danzando con sus vestiditos violetas, mientras una calandria come los restos en la olla del perro. Las alamedas rugen a lo lejos, empujadas por un viento que sopla obstinado. Seguro te reirías de mis cuatro pelos revueltos y tu sonrisa bastaría para que este volcán se convierta en un puñado de rescoldos moribundos.

No te castigues más. Ya eres libre.

Te abrazo,

Eli

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