Querida Emily:
Mis ojos te contienen y no quieren soltarte en esta hora preciosa, porque el tiempo es como un niño jugando a lanzar piedras al estanque. Las ondas dibujadas son nuestras heridas: unas se extienden hasta casi tocar la orilla, mientras otras simplemente se hunden. ¡Qué niño tan necio es el tiempo!
Lo que más deseo es peinar tu cabello, liberarlo de todas nuestras despedidas. Releo tus poemas mientras afuera ruge la tormenta, pero tus palabras son tan estruendosas que una tormenta no es más que un cúmulo de gotas de agua.
Te escribo, amada Emily, y te pido que siempre me leas en voz alta porque tu voz que vive en mi vientre se agita como si vivieras dentro. Una hija-mujer nacida de tu tímido cuerpo.
Pronúnciame.
—Es Evelyn Moreno
(Imágenes libres de derechos)
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