Perros de Carmellia Capítulo 2

Perros de Carmellia Capítulo 2

ígneo Ignoto

10/03/2022

El edificio se alzaba haciendo sombra la calle, pintada de azul marino y cartel blanco con letras verdes. Era una combinación de colores que a ambos nos pareció horrible, pero, ¿Quiénes éramos para decirles lo contrario? Nuestro propósito allí no era de jueces de la moda o decoración de exteriores.

Las personas entraban y salían con carpetas, papeles, documentaciones, maletines y mochilas, lo que me hacía preguntar sobre cuántas personas necesitaban un seguro. Aunque el de vida no era el único seguía pareciéndome extremo.

Viendo la cantidad de gente comencé a sentirme nervioso. Hacía mucho que no mostraba la placa en público. Sin darme cuenta la apretaba con fuerza en mi bolsillo dejándome la mano marcada con el borde.

Beth se adelantó a entrar y lo seguí por detrás sintiéndome cada vez más inseguro de tal plan que tenía en su mente.

— Beth…

— ¿Qué?

— En realidad, no creo que vaya a funcionar, digo, no lo sé, solo mostrar la placa y pedir lo que quieras, ni siquiera voy vestido de policía

— Nunca vas vestido de policía en primero, en segundo, te aseguro que funcionará, este tipo de lugares lo menos que quieren es problemas y mucho menos con la policía. Solo muestra la placa y… — se giró de golpe y me agarró por los brazos viéndome serio — Sobre todo actúa seguro, eres policía, luce como tal

Asentí un poco sorprendido por la seriedad en la que lo decía, no obstante, una cosa era decirlo y otra hacerlo. Respiré hondo iniciando desde ya el proceso de relajarme mientras nos acercábamos a la mesa de entrada. Había perdido la confianza, ahora mismo me sentía como un viejo que vuelve de jubilación temporalmente.

Había una larga fila que esperaba para ser atendida en la mesa de entrada. La mujer que atendía se movía nerviosa y rápida haciendo varias cosas a la vez. Daba atención a las personas que le hablaban mientras a la vez tenía en una mano el teléfono y con la otra escribía en la computadora, sus dedos volaban con tal rapidez que apenas podía seguirle el ritmo. Nunca había imaginado que ser recepcionista daría tanto trabajo y estrés.

— Será más fácil — miré a Beth sin saber a qué se refería mientras veía a la mujer con una media sonrisa.

Me posicioné en la fila. Iba a tomar tiempo viendo lo larga que era, casi más de diez personas delante de mí, me preguntaba si tardaríamos más de una hora allí.

— ¿Qué haces?

— Haciendo la fila ¿No?

Beth me veía incrédulo, confundido por un motivo que no entendía hasta que se rio por lo bajo refregándose la cara para luego suspirar largo y pesado.

— ¿Cómo se llama el esposo y la esposa?

— Benson William Winson y Ema Amelia Winson

— ¿Tu placa tiene nombre?

— No

— ¿Número?

— Tampoco, solo dice Policía Federal de Carmellia

— Perfecto entonces dámela, lo haré yo

— ¿Qué? No, espera no puedo

— Tampoco tu ¿No?, da igual lo haré yo vamos vamos damela

Lo miré inseguro, sin embargo, su rostro lucía una seguridad que daba confianza. Si al final nos llegaban a atrapar él podría terminar en problemas muy graves, si así era asumiría la culpa eso lo tenía claro, después de todo estábamos aquí por algo que yo había empezado. Realmente me preguntaba si Beth tenía algún límite para ayudarme.

Saqué la placa y se la pasé. La quedó mirando unos instantes y luego se rio repentinamente tímido.

— Lo siento, quedé un poco embobado, nunca tuve una en las manos, ahora me siento un poco nervioso

—¡¿Qué?! Entonces dámela — quise quitársela arrepintiéndome en menos de un minuto, pero la alejó rápido poniendo un dedo sobre sus labios para que guardase silencio. Me dio una palmada al hombro mientras sonreía.

— Tranquilo, nada que no pueda superar en medio de la acción, sígueme y sobre todo sigue la corriente

Caminó rápido y decidido a la mesa de entrada donde la mujer estaba hablando por teléfono mientras hablaba con la persona frente suyo.

Beth se acercó posicionándose a un lado de la mujer y apoyó los codos tranquilamente.

— Srta.

— Un momento por favor, haga fila

— Srta. No tengo tiempo preste atención — su tono de voz pasó de una amable y cortes a un llamado de atención que agravaba con la voz gruesa y cortante. Con esto también llamó la atención de la mujer a la que la recepcionista estaba atendiendo dos personas más detrás suyas.

La mujer se giró molesta y al ver la placa abrió los ojos como plato dejando casi caer el teléfono que tenía en la oreja.

— ¿La policía? ¿Qué quiere la policía? — dijo entre nervios mirando a todos lado y sonriéndole a la mujer que había estado atendiendo para que esperase unos segundos.

— Necesito información sobre un seguro de vida de Ema Amelia Winson

— Necesitan una orden para eso, no puedo darles ese tipo de información — era lo único que me preocupaba de el plan de Beth. Realmente no era tan sencillo pedir información personal de las personas así como así.

— Bien, entonces llamaré a mi jefe y esperaremos aquí hasta que se nos traiga una orden — el tono era lo suficientemente elevado para que las personas cercanas pudiesen escuchar. También su expresión hacía parecer que se burlaba de la recepcionista con una voz tranquila y una sonrisa casi cálida, pero con signos de hostilidad.

Sacó su teléfono y mis nervios empezaron a florecer a piel. ¿A quién se supone que iba a llamar? La recepcionista comenzó a mirar a su alrededor nerviosa mientras veía a Beth buscar entre sus contactos. Fue en el último momento en que marcó y acercó su teléfono al oído que lo tomó por el brazo alejándolo del teléfono. Se dio cuenta del movimiento brusco y enseguida lo soltó nerviosa por lo que había hecho a la vez que Beth la veía molesto.

— No hay necesidad de hacer esperar a la policía ¿No? Dijo Ema Amelia Winson ¿No es así?

La mujer comenzó a teclear rápido dejando a un lado el teléfono. En cuestión de segundos tenía en su pantalla el resultado de su búsqueda

— Ema Winson tiene un seguro de vida que fue cobrado ayer — Beth no reaccionó ante el cambio repentino de idea que tuvo la recepcionista y solo siguió con lo que buscábamos

— ¿Cuándo se lo sacó?

— Fue…hace una semana

— ¿Quién fue?

— Su marido Benson William Winson

— ¿De cuánto es el seguro?

— Fue de…dos millones — ni la recepcionista ni Beth se inmutaron por la cantidad tan absurda que acaba de decir. ¿Realmente era tan insignificante tal cantidad?

— Perfecto, muchas gracias Srta. Me ha ayudado mucho – Beth sonrió amable cambiando completamente su postura autoritaria del inicio. La mujer le devolvió la sonrisa falsa y recogió el teléfono nuevamente.

El espectáculo que acababa de ver me había resulta extrañamente fascinante. ¿Qué demonios acababa de pasar? ¿Por qué había resultado tan sencilla? Habíamos pasado por la situación más estresante al menos de toda mi vida, sin embargo, Beth se veía imperturbable mientras nos dirigíamos a la salida. Incluso si lo hacía yo dudaba que pudiera hacerlo con tal soltura y naturalidad, de hecho, entre los dos el parecía más policía de lo que podría haberlo sido yo.

Salimos del lugar de la misma forma que entramos, tan tranquilos y pacíficos que nadie podría dudar de nosotros. Por otro lado, Beth sonreía cuando me devolvió la placa.

— Te dije que sería fácil – miré la placa sintiéndome extraño.

— ¿Cómo lo hiciste?

— ¿Cómo qué?

— ¿Cómo actuaste tan natural a pesar de no ser policía? Es decir…no lo sé — me era tan sorprendente que comenzaba a dudar que alguna vez hubiera sido un policía. ¿Realmente podría haber hecho algo así tan normalmente? Ni siquiera antes del incidente podría haber actuado de forma tan segura. Pero Beth lo hacía ver tan sencillo que me sentía avergonzado. Colocó su mano en mi hombro y habló con voz tranquila.

— Aquí hubo más factores que solo la actuación Faust

— ¿Qué más que la actuación? Solo te acercaste y dijiste lo que querías con tono serio y una sonrisa — negó con la cabeza riendo. Me sentía burlado y frustrado.

— Primero, cuando muestras una placa ya es el cincuenta por ciento más fácil, Segundo la mujer estaba ocupada, había mucha gente, nadie quiere problemas con la policía por ende tampoco quieren que llames la atención, si permanecía mucho tiempo ahí las personas comenzarían a darse cuenta, si se daban cuenta comenzaría a hablar y nada es peor que una mala reputación. ¿Cómo crees que les iría si la gente comenzaba a hablar diciendo que vieron a un policía en Valetudo Sanitas? Y aún peor, ¿Si no colaborasen con la misma? Estando tan abarrotada de gente y cosas por hacer fue aún más fácil porque en su apuro no pensó en ninguna otra posibilidad, solo vio la placa y lo único que podía rondar por su cabeza sería el alejarme lo más rápido de la vista pública, la mejor manera es dándome lo que pedía. Como vez no es solo actuación, aunque una buena también ayuda eso es claro.

Miré al suelo apenado de mí mismo. Beth había logrado ver algo así a penas entramos al lugar, yo ni siquiera estaba preparado aún para hacerle frente a la recepcionista. Aun así, todo había resultado tan sencillo que me daba miedo. Aunque, a todo esto, ¿Desde cuándo Beth era tan buen actor?

— ¿Cómo es que actúas tan bien?

— Era un pasatiempo de chico, me gusta eso es todo

Era algo que no sabía, supongo que aún quedaban muchas cosas que no sabíamos el uno del otro. Me reconfortaba pensar que quedaba mucho tiempo y cosas nuevas de las que contarnos.

Caminamos una vez más hasta la parada del bus teniendo ya parte de la información que queríamos conseguir.

Un monto extremadamente alto, siendo Benson el que sacó el seguro en primer lugar y hace tan poco tiempo.

— ¿A dónde vamos ahora?

— Iremos a Barrio Bajo Sur

— ¿Para?

— Para hablar con la empleada

— ¿Conseguiste su dirección?

— Si, lo encontré cuando busqué los nombres de la pareja…o ex pareja

A lo lejos el bus se acercaba a alta velocidad, frenando de golpe en la parada. Pagamos y subimos. Si continuaba con la velocidad a la que iba en menos de diez minutos estaríamos en Bajo Sur.

Carmellia se dividía en cinco zonas, Norte, Sur, Este, Oeste y Centro; aunque otros dicen que hay una zona llamada Semi centro, esto es producto de la extensión que tuvo estos últimos años la zona Centro, pero, como no es nada oficial no se lo suele llamar de esa forma.

Nosotros vivíamos en zona Sur, cada zona está especializada o tiene alguna característica que la diferencia de las demás zonas. Norte es zona de agricultura, ganadería y urbanismo en general, está menos desarrollado que la zona Centro, aunque Berilio, el país, no se especializa mucho en la agricultura y esas cosas por lo que esas partes en zona Norte eran reducidas.

Hablando de menos desarrollado, zona Centro se caracteriza por estar en el epicentro de Carmellia, centro del comercio, mercados, donde se acumulan las riquezas, edificios altos y enormes por donde mires, al menos eso es lo que Jhonsson me decía cada que volvía de sus reuniones allí. Nunca tuve la oportunidad de ir.

Zona Este es un poco excepción a toda esta regla de características que los diferencian de otras zonas. Al menos por lo que escuché, tampoco fui así que no estaba seguro de lo que pudiese haber allí, hasta donde sé es la zona más aburrida pues no hay nada que la distinga, tal vez su característica es simplemente tener zona de viviendas a un bajo precio, aunque una mala área.

Zona Oeste se especializa en fábricas, producción secundaria muy activa, trabajos con productos primarios, mayormente marítimos pues es la mayor fuente primaria de Berilio. Zona Oeste tiene una sección únicamente dedicada a la construcción de fábricas, parte de esa sección se extienda hasta zona Sur. Donde vivimos.

Zona Sur tiene un puerto donde se reciben los productos importados, además de eso también se exporta pues también se dedica a la pesca y extracción de petróleo. El puerto se encontraba en Barrio Bajo Sur, justamente a donde nos dirigíamos ahora.

Bajo Barrio, era llamado de esa forma puesto que vivían personas que no podían pagarse algo más cerca del centro, en pocas palabras gente de menos recursos. Había un motivo detrás de todo esto para que las personas se amontonasen ahí, y eso eran las fábricas.

Cómo ya había dicho parte de la sección de fábricas del Oeste se extendía al Sur, justo por la zona del puerto. Por el exceso de fábricas el aire se hacía poco respirable, además del ruido constante había otros factores, como estar junto al mar. Berilio era un país que a principios de otoño los vientos invadían con mucha fuerza, es por eso que cuanto más cerca del mar más fuertes eran, a parte de la humedad y neblina que se alzaba por veces.

Todo esto hacía que el precio de las viviendas en esa zona fuesen mucho más bajas que el resto de zona Sur. El nivel de seguridad no era la misma que en el resto de zonas, era mucho menor, sin embargo, no estaba descuidado del todo. Por lo que el nombre de «Bajo» Barrio era más referente a la zona geográfica en la que se ubicaba siendo la más baja del sur. Aunque también podía ser por llamarlo despectivamente en forma socioeconómica, de cualquier forma, prefería verlo como algo más geográfico.

Las diferencias entre ricos y pobres era un problema de lo que en Berilios no se hablaba, pero todo el mundo estaba enterado. De vez en cuando se generaban algunas huelgas, pero solo eran eso, la mayoría de las veces los medios no lo comunicaban y nadie se enteraba y las pocas veces que lo hacían era para burlarse dedicándoles insultos camuflados.

— ¿Dónde vive?

— ¿Ah?

— Que donde vive, la empleada, dijiste se llamaba Belinda ¿No?

—¡Ah! Si si, Belinda, vive en Meneia 234

— ¿Eso no es al lado del puerto?

— Supongo, no lo sé

Beth lo buscó en GPS de su celular confirmando que efectivamente era así. Al paso de ocho minutos llegamos a la parada que nos dejaba más cerca del puerto.

Al bajar no pudimos evitar toser por el humo que nos invadió los pulmones a bocanadas enormes. La gente nos veía de reojo con muecas de desagrado, lo que no llegaba a entender el motivo.

Ignorando las miradas miré por encima del hombro de Beth a su teléfono que nos marcaba el camino en el GPS.

— Si, está casi al lado del puerto, hay que seguir derecho — dijo guardando el teléfono en el bolso y caminando derecho.

Las veredas estaban hechas desastre, había parte que ni baldosas cubrían, la calle estaba empedrada algo que no me es muy común ver, en general era todo mucho menos cuidado.

Cruzamos bares de aspecto poco salubres, tiendas de ropa pequeñas, panaderías, verdulerías, carnicerías y pescaderías abarrotadas; nos cruzamos con una biblioteca solitaria y tristemente abandonada. Varias tiendas que habían cerrado, entre ellos una tienda más de ropa, un teatro pequeño y una licorería.

El viento frío había comenzado a aumentar a medida que nos acercábamos más al puerto. En el camino veíamos camiones, carretas y camionetas que llevaban mercadería, lo más probable fuese que acababa de llegar una embarcación y comenzaran a transportar los productos a las tiendas, fábricas y otras zonas.

La vista no era tan mala, sin embargo, había algo que continuaba molestándome desde que bajamos del bus. Había miradas discretas que nos veía y luego se apartaban, muchas otras que no nos prestaban atención y otras pocas más molestas nos quedaban viendo. Era cada vez más incómodo, hecho podía estar seguro de ellos puesto que era algo a lo que estaba acostumbrado en la comisaría.

— Beth…

— ¿Qué pasa? Ya casi llegamos no nos perdimos así que tranquilo

— No, no es eso, ¿No sientes…? ¿Nada raro? Solo…me siento algo observado

— ¿Miradas? No lo sé, no lo he visto, probablemente sean menos de los que tu piensas

— ¿Entonces me crees?

— Claro, sería raro que al menos uno no nos viese

— ¿Porqué? — Beth pensó por un momento y finalmente solo se encogió de hombros

— No lo sé, bueno, lo sé, pero no como explicarlo. Es como ver a alguien que tiene lo que quieres

— ¿Qué?

— Olvídalo Faust

— Pero explícame vamos — chasqueó la lengua un poco molesto y suspiró

— No lo sé Faust, en realidad no lo sé. Solo…supongo que nos odian, no lo sé

— ¿Por qué nos odiarían? No les hicimos nada, ni siquiera nos conocen

— Ya sé ya sé, pero no es a nosotros en específicamente

— ¿Entonces?

— «Odian» a los más cercanos al centro, lo mismo pasaría si alguien del Centro viene a la zona del Sur o a cualquier otra.

— No lo entiendo, es decir…no lo sé, no tiene sentido

— Por eso te digo que es tu imaginación que sean tantos los que te miran

— Pero dijiste que al menos uno sí

— Si

— ¿Entonces?

— Ya llegamos – dijo señalando la casa número 234. Pequeña de ladrillos anaranjados desgastados, ventanas que las cubría una cortina blanca y segundo piso con ventana redonda que lo más probable es que diese a un ático.

Volví a ver a Beth que estaba por llamar a la puerta.

— ¿Entonces? — me miró por unos segundos y desvió la mirada nuevamente a la puerta. Contestó en el momento que tocaba el timbre y éste resonaba dentro.

— Envidia y deseo — dijo sin ninguna expresión en el rostro

Tras unos segundos la puerta se abrió con violencia y una mujer apareció con una escoba y el pelo empapado.

—¡¡Dejen de joder hijos de perra!!

El grito resonó en toda la calle que se quedó estática por unos cortos segundos. Beth y yo nos miramos de reojo intentando procesar la situación tan repentina.

La mujer se hizo a un lado el pelo mojado y cuando nos vio abrió los ojos enormes y el rostro se le enrojeció a puntos que no imaginaba que un humano pudiera llegar.

Tiró la escoba a un lado y comenzó a levantarse el cabello que le mojaba la ropa como lluvia.

— Lo-Lo siento muchísimo, pensé…es que…esos idiotas de los testigos, no han dejado de molestarme todo el maldito mes y les dije que…pero bueno, eso no importa. ¿Qué los trae aquí? ¿Puedo ayudarlos en algo?

Quise aguantarme la risa de la escena tan absurda que nos había tocado presenciar tan al aleatoriamente.

Beth, quien se había recuperado más rápido, habló en voz baja y tranquila.

— Mi….Mi amigo quiere hacerle unas preguntas

— ¿Tú amigo? — respiré tratando de devolver la estabilidad a mi mente y comencé a hablar.

— Mi nombre es Fausto, nos conocimos ayer, fui uno de los que asistió al caso de Ema Winson

— Ah…Usted

Su rostro pasó de una vergüenza extrema a él desagrado total. Sin embargo, no nos impidió el paso a su casa y con una señal suya nos dejó pasar.

El lugar era pequeño, un comedor que dividía la cocina con una media pared y unas escaleras que llevarían al baño y habitación. Era un lugar acogedor para una sola persona.

Nos indicó que nos sentáramos y desapareció al subir las escaleras. Nos quedamos algunos minutos esperando y al bajar llevaba una toalla que le envolvía el cabello.

— ¿Quieren algo?

— No gracias

Desenvolvió la toalla y dejó caer el pelo secándolo un poco y colocándola en el respaldo de la silla en que se sentaba. Quedó frente a nosotros mirándose las manos que juntaba y jugueteaba incesantemente.

— Bueno, ¿Quiere presentarme a su amigo? No lo vi en la casa

— Ah…Beth, Betreon, Betreon Doyle. No es policía, solo vino a acompañarme — Beth hizo un gesto con la cabeza saludándola y continuamos

— Está bien, entonces…¿Qué quiere preguntar? O más bien ¿Por qué?

— Tengo algunas dudas sobre el caso

— Pensé que se había marcado como un suicidio

— Si, pero, yo tengo algunas dudas que usted podría resolver

— No lo creo

— ¿Al menos me escuchará?

— Ya lo estoy haciendo — su tono declaraba que a pesar de habernos invitado a su casa no éramos bienvenidos realmente.

— Entonces… ¿Puede decirme donde estaba cuando pasó lo de la Sra. Ema?

— Abajo, limpiando la cocina, esto ya se los dije a sus compañeros

— Si, bueno, yo no estuve en ese momento, pero… entonces ¿Luego?

— ¿Luego qué?

— Ah… – comenzaba a sentirme cada vez más nervioso. Nunca había hecho un interrogatorio, los había visto, sabía que con algunas jugadas mentales al final los pillaban con su propia mentira, pero no sabía cómo hacer esas cosas, me parecían de película. Ahora más que nunca necesitaba a Jhonsson, él sabía hacer este tipo de cosas.

Nos veía molesta y lo entendía, el ambiente se estaba poniendo cada segundo más incómodo y por ende yo cada vez más nervioso.

Beth lanzó un suspiro pesado y sin ningún miramiento rompió la tensión con una simple acusación que había intentado no decir, al menos no de manera tan abierta.

— Creemos que vio algo Belinda, estaba en la biblioteca a la hora del asesinato de la Srta. Ema

Belinda se levantó de la mesa golpeándola con ambas manos y con un dedo en dirección a la puerta entre grito nos dijo.

—¡Fuera de mi casa! ¡Están acusándome de cosas que no saben ni tienen pruebas! ¡La Srta. Ema se suicidó! ¡Eso es todo!

— No, espere, no es lo que quiso decir – dije en un intento de arreglar la situación

— ¿Entonces tú no lo crees?

— ¿Yo?, Ah…No, bueno… — si lo creía, pero no era mi intención decirlo tan a la ligera y acusando directamente a la primera que la veía.

—¡Váyanse!

Beth se levantó de un salto clavando sus ojos en ella, y como quien dice, si las miradas matasen aquí hubiera habido una masacre.

En mi mente la única oportunidad que tenía para saber si era verdad o no se estaba yendo de mis manos como arena. Mientras nos dirigíamos a la puerta vino a mi mente el recuerdo en el pasillo y nuestra corta conversación que fue la que me incitó a seguir con todo ello.

—¡Alto! — Belinda me vio en una rabia que no disimulaba ni un poco

—¡Qué es lo quiere! ¡Solo váyanse de una maldita vez!

— Me dijiste, en el pasillo, que Ema no tenía ni tuvo nunca depresión, ¿Por qué se suicidó entonces?

—¡No lo sé! ¡Solo váyanse! – bingo.

Su cuerpo había perdido la intensidad con la que inicialmente nos trataba de echar y su voz se quebró por un segundo, un segundo que fue suficiente para darme cuenta que algo más había pasado. Sin embargo, no era suficiente para convencerla y en un último intento me decidí por apelar al lado más sentimental, aunque siempre me parecía algo cruel y sucio de jugar, no obstante, no era el momento para ponerse morales.

—¡Usted dijo que era su amiga! ¿No?

— ¿Qué? – se detuvo en seco aflojando su rostro

— Dijo que era muy amiga de la Srta. Ema ¿Verdad?, me lo dijo en el pasillo, eso no era mentira ¿No es cierto?

— Basta, no lo sabes, no sabe de lo que habla

— Pero me lo dijo – su cara había cambiado por completo, el silencio abarcaba el lugar y ella solo lucía horrorizada.

— No, no es cierto cállese

— ¿No eran amigas?

— ¿Qué? No, es decir, si, no… ¡Basta!

Belinda se agarró la cabeza revolviéndose el pelo y se fue hasta la entrada de la cocina donde nos dio la espalda gimiendo y quejándose.

Nos quedamos viéndola por unos instantes hasta que Beth me tiró de la manga haciéndome seña para que me agachase, lo que me dio gracia, aunque no era el momento para reír, pero no podía evitarlo. Al acercarme más a él me susurró al oído.

— Lo siento Faust

— ¿Porqué?

— Bueno, es que fui yo quien empezó la disputa — ya lo había pensado, aunque lo culpaba en un inicio solo negué con la cabeza

— Tranquilo, creo que hubiera pasado lo mismo no importa cómo se lo dijera, solo estaba esperando la oportunidad para echarnos

Ahora sabía que sin importar si Beth se lo decía bruscamente o yo de manera amable y pasajera de cualquier forma el resultado habría sido el mismo.

Al final, todo hubiera dependido que pensara de manera rápida. De todas formas, el método de Beth se salteaba todo el lío de cabeza que hubiera fracaso estrepitosamente en hacer para confundirla, e imaginaba que el único confundido hubiera sido yo.

Unos segundos después Belinda lanzó un suspiro largo y cansado haciéndose el cabello para atrás. Se giró viéndonos y nos hizo seña para volver a sentarnos. Nos sentamos en los mismos asientos en los que habíamos estado antes de toda la revuelta y Belinda, frente nuestro, nos miraba seria.

— Usted gana

— ¿En qué?

— En todo. Ema no tenía ninguna necesidad de suicidarse, ni siquiera lo hizo. Fue él, él la mató.

— ¿Lo vio?

— Si

— ¿Desde la biblioteca?

— ¿Cómo…? Olvídelo, si, desde la biblioteca. Le voy a contar qué fue lo que pasó. Ayer por la mañana…

—⛓—

Abrí la puerta despacio de no hacer ruido, sin embargo, la sombra que se movía en la habitación de los Winson me indicaba que no era necesaria tanta discreción.

Fui rápido hasta la cocina y guardé en el armario el bolso y la campera, me recogí el pelo preparándome para otro día de exhaustiva limpieza. Había hecho ya la gran mayoría de la planta baja, tan solo me quedaba el piso de arriba.

Busqué los guantes, lustrador, plumero, limpiavidrios y un trapo, los coloqué a todos en un balde y subí al piso de arriba encontrándome de frente con Benson.

— Buenos días

— Buenos días — dijo cortante mientras bajaba las escaleras y se acomodaba la corbata.

Rodee los ojos molesta y seguí mi camino hasta la oficina, cuando quise abrir la puerta maldije para mí al darme cuenta que debería pedirle la llave. Tomé aliento y volví bajando las escaleras rápido.

Ya tenía una mano con la maleta de trabajo y la otra en el picaporte cuando lo detuve.

— Necesito la llave de su oficina para limpiarla — dije con la voz más serena y dócil que pude. Aunque no pude evitar que rechistara mientras rebuscaba en el bolsillo de su pantalón.

— Aquí — me lanzó la llave ya separa del resto y agradeciendo me fui nuevamente arriba.

Cuando abrí la oficina escuché la puerta de la entrada cerrarse indicándome que ya se había ido.

Agarré el balde entrando al cuarto cuando del otro lado del pasillo escuché una voz somnolienta.

— Bel…

Miré en la dirección al sonido viendo que provenía de la habitación matrimonial. Dejé las cosas en el piso y fui hasta allí.

Al entrar en la cama Ema estaba boca abajo con el pelo hecho un desastre. Parecía la niña del exorcista con toda esa maraña en la cabeza.

— ¿Sí?

Se giró a la puerta viéndome y sonrió.

— Oh Bel, es bueno verte

— Pero ya nos vimos ayer

— Si, pero se siente tan solitario cuando te vas

— Tienes a Benson

— Sí, pero él ya no me quiere, no lo dice, pero es evidente, el amor se acabó Bel, el amor siempre se acaba

— No digas eso, solo es…¿cuánto? ¿tu tercer divorcio? — dije haciéndola reír a carcajadas suaves.

— Aún no me divorcié de Benson, solo fueron dos

— Pero como tú lo dices parece que ya te divorciaste de él

— Si…

Quedó un rato en silencio mirando de reojo al suelo alfombrado pensativa.

Hacía ya varios años que trabajaba con ellos y en un principio los veía como la pareja perfecta, eran adorables, dulces el uno con el otro, sin embargo, como ella decía, el amor se acaba y pude ser testigo de cómo esa bella flor que eran como relación se marchitaba lenta y dolorosa.

Al cabo de unos dos años ambos habían dejado incluso de cruzar palabras, a menos que fuese para discutir por pequeñeces.

La rutina del día se repetía constantemente, Benson se levantaba, iba al trabajo mientras Ema dormía hasta las once, luego se levantaba comía e iba a trabajar, a las dos y media Benson volvía, a veces merendaba y se encerraba en su oficina hasta la hora de la cena que era a las siete, al menos para él; a las ocho Ema llegaba, cenaba y se iba a la cama a pasar el resto de la noche leyendo hasta las once que Benson también se acostaba y todas las luces se apagaban.

Sin embargo, Ema estaba despierta siendo aún las siete, por lo que supe enseguida lo próximo que me pediría.

— ¿Una pastilla? — me vio sonriendo y cerró las pestañas lentamente que en su idioma era un claro «Si»

Fui hasta el baño y saqué una pastilla de la caja de estrellas, bajé a la cocina a por vaso con agua y volví a subir para dársela. De un solo trago la tomó devolviéndome el vaso y se volvió a tirar en la cama.

— Gracias…Benson no me dejó dormir toda la noche, nunca antes había estado tan inquieto en la cama

— Tal vez tenga pulgas — lanzó una carcajada sonora que duró unos segundos y luego se relajó

— Eres muy buena conmigo Bel

— Me pagan por atenderlos

— Si… lo sé, pero no te pago para que hables conmigo

— Es una forma de atenderla también — volvió a reírse esta vez más débil causante de la pastilla que comenzaba a hacer efecto.

— Eres una buena amiga Bel

— Me alegra que digas eso

— Mmh…

Al final no pudo decir esas últimas palabras, pero ya imaginaba cuales serían. Con los ojos ya cerrados y completamente dormida dejé el vaso en la cocina y volví a mi labor.

La oficina. Era chica, pero había muchas cosas que limpiar y acomodar. Solo la biblioteca me llevaría por lo mínimo una hora, acomodar los papeles cinco minutos, piso y escritorio otra hora y la ventana quince minutos. Suspiré y me puse manos a la obra puesto que parada no haría nada.

Y tal cual había calculado mi tiempo se fue volando, tan solo la ventana me faltaba cuando la puerta principal se abrió. Salí de la oficina y me sorprendió ver a Benson que entraba apurado y subía las escaleras encontrándome de frente en su oficina. Lucía agitado y extrañamente de buen humor.

— ¿Qué haces aquí?

— Limpiando su oficina — ¿Qué clase de pregunta estúpida era esa?

— ¿Aún no has terminado?

— Solo me falta la ventana

— Está bien — dijo para enseguida ir y encerrarse en el baño.

Miré la hora en el reloj de pared en la oficina y me extrañó aún más que fuesen a penas las nueve. Sacudí la cabeza sacando ese pensamiento y concentrándome nuevamente en terminar con la oficina de una vez por todas.

Con el pulverizador rocié limpiavidrios en los cristales de la ventana y comencé a pasar el trapo. Al momento de hacerlo Benson salió del baño y se fue a la habitación, estaba a punto de decirle que Ema estaba dormida pero no parecía que me fuera a escuchar y tampoco que le importase.

Seguí refregando el vidrio cuando por el rabillo vi un movimiento que me llamó la atención por lo que me giré viendo al cuarto.

— ¿Qué?…

Benson había destapado los pies de Ema y con una jeringa entre los dedos parecía inyectarle un líquido blanquecino, casi transparente.

Me quedé viendo la escena unos segundos sin entender. ¿Debía detenerlo? ¿Ema sabía? ¿Era algo ya planeado? ¿Pero Ema no me lo contaría? ¿Tal vez lo olvidó? Tal vez no estaba viendo bien.

Se apartó con la jeringa en la mano y volvió a desaparecer a un costado donde no podía verlo.

Salí de la oficina insegura de lo que debía hacer, sin embargo, fue claro cuando de repente el cuerpo de Ema comenzó a sacudirse violentamente en la cama. Corrí a la habitación y en mitad del pasillo Benson salió del cuarto y me tomó por los brazos gritando entre lágrimas.

— ¡Se suicidó! ¡Nos dejó Belinda! ¡Nos dejó!

— ¿Qu-Qué? ¿De qué…

¿Nos dejó? ¿De qué hablaba? Ema estaba sufriendo, quería zafarme de su agarre, pero su fuerza era mayor a la mía y me tapaba el paso. Comenzaba a alejarme de la habitación mientras Ema seguía convulsionando a sus espaldas.

Mi respiración se aceleraba cada vez más a cada paso de los segundos sin poder hacer nada para llegar a ella. Intenté suplicarle que me soltara, pero solo seguía balbuceando cosas sin sentido entre llantos y gritos que no entendía. Comenzaba a ahogarme sintiendo inútil e impotente entre sus manos.

Miré a Benson en un intento que escuchase mis súplicas, pero fue mi horror cuando vi su rostro entre lágrimas con una sonrisa y sus pupilas dilatadas viéndome fijamente a los ojos. Por un momento sentí que perdía el control de mí misma y era arrastrada a la oficina nuevamente.

El lugar se había vuelto silenciosa de repente, tan solo el llanto agotador de Benson hacía eco en la inmensidad de la casa. El cuerpo de Ema había dejado de moverse, sin embargo, era ahora el mío quien no paraba de temblar. La vista se me nublaba entre lágrimas que no paraban de salir, caían, caían a borbotones, como cataratas, pero estaba tan aterrada que mi rostro no se daba cuenta de esto.

Solo podía ver a Benson tirarse al piso en llanto descontrolado y a gritos que no distinguían entre tristeza o risa pero que seguro despedazaban su garganta.

—⛓—

Al terminar de relatar lo ocurrido el ambiente quedó en un silencio sepulcral, tan solo el exterior era único en aportar algo de normalidad.

Lo macabro con la que describía al Sr. Benson me hacía preguntar si estábamos hablando del mismo hombre que hasta hace tan solo un día lloraba en los brazos de Fenrir por su esposa muerta.

Si bien ya sabía, o más bien presentía, que tenía algo que ver directa o indirectamente con la muerte de su mujer, no creía que pudiera ser de tal manera horrible. Aún con su mujer muriendo a sus espaldas era capaz de llorar y reírse al mismo tiempo.

— Sé que se preguntarán porque no lo denuncié antes, en realidad, tampoco lo sé, creo… solo… no lo sé

Belinda se refregaba las manos nerviosas. Podía entender que en el momento fuese mayor el terror a Benson que pensar en denunciar, es algo de naturaleza temer a lo desconocido, y ella creía haberlo conocido.

De hecho, aún si no lo decía creía saber lo que en su cabeza habría pasado luego de asimilar lo sucedido. ¿No era mejor olvidarlo?, después de todo, siendo sinceros nadie le hubiera creído en un principio, la hubieran tachado de loca pues ellos mismo con sus propios ojos lo habían visto destrozado.

¿Cómo sería posible que alguien así hiciera algo como lo que esta mujer decía? Ridículo.

Además, otra preocupación era que Benson era abogado, dentro de lo legal sabía lo que hacía y sabía cómo cubrir sus huellas hasta cierto punto. No sería fácil.

— Entonces ¿Lo harías?

Belinda me vio con sorpresa y horror, pero enseguida sonrió y dejó caer la cabeza viendo la mesa y entrelazando sus dedos por delante. Por unos segundo no dijo nada si no que poco a poco comenzó a reír.

Sus hombros se movían con espasmos hasta que levantó la vista mostrándonos su rostro empapado en lágrimas.

— Quiero hacerlo. Quiero hacerlo por Ema – dijo largándose en un mar de lágrimas que no parecían tener fin.

El caso comenzaba a avanzar, sabía que su testimonio por muy convincente que pudiera ser o que el mundo entero lo creyese, no era suficiente para enviar a Benson a prisión, pero sería lo suficiente para iniciar una investigación. Al final, solo sería cuestión de buscar mucho más.

Miré la hora en mi celular, ya eran las once veintiséis, Fenrir pronto saldría a almorzar, debíamos llegar antes que eso pasase o esperaríamos al menos tres horas.

Le conté a Belinda sobre esto y ella, ya habiéndose calmado y secado las lágrimas, asintió. Nos levantamos esperándola en puerta. Bel, tras agarrar las llaves, fue a correr las cortinas.

Fue en aquel momento en que tapó el último rayo de sol entrante por ventana que una bala atravesó la habitación haciendo pedazos el vidrio en miles de astillas que explotaron por el aire.

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