En una terraza pública sentado al lado de una ventana observo el infinito y me detengo cuando mis ojos llegan al límite que da inicio a las montañas. Observo la variada vegetación con mi mente inquieta y mis sentimientos tristes por lo que representa una Guerra. Reflexiono acerca de la soledad que produce salir obligado de lo más íntimo que es el hogar. Pienso en el desarraigo de miles de personas que huyen de la violencia que trae el invasor.

Mi alma se estremece y se siente impotente al no poder entender el motivo de una salvaje invasión.  

Regreso a mi realidad y me encuentro con mi propia guerra. Más de cincuenta años que convirtieron a mi propio País y a algunas personas en extraños sin corazón. 

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