Esa vieja postal que sirve de separador entre las hojas de un libro ¿por qué la conservo? Tan pronto la tengo entre mis manos, un placentero escalofrío sube por mi espalda, un aire fresco con ligero sabor a sal humedece mi habitación, el piso se granula y los dedos de mis pies se entierran en la fina arena, mis oídos se sellan y el eco de un oleaje calmo penetra mi mente; dándome así la libertad para quedarme, para ausentarme, para pensar y olvidar, para renacer y vivir. Por eso la conservo.

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