Con la excusa de conocer al crío iría a casa del Rulos. Una cena, risas, los gins en su chaise longue color topo. Y un mira lo que traigo, entradas para nuestra final soñada.

Pero no. Apuré las aceitunas, su mujer me acompañó a la puerta, y adiós Jose, dijo él, biberón en mano, lo agarraba como un mini en la barra del Birras, la boca llena de mi rey, mi sol, mi pastelito.

Fijo ni recuerda la noche de la movida con el Frente. Llovía tanto, aquel portal tan oscuro, y no sé por qué y nos besamos.

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