Ellos vinieron y nosotros no pudimos hacer nada. Vinieron de repente, sin aviso alguno. Y en cosa de unos meses tuvimos que rendirles culto, tuvimos que llevarnos la mano al pecho y rendirles homenaje con aquellas palabras que nos arañaban la garganta. Todavía recuerdo como cada vez que nos miraba la maestra para empezar la oración tenía un brillo especial en los ojos, como si la añoranza que sentía hacia la vida que teníamos antes luchase por la libertad a través de esos ojos tan verdes.

Pero al final, siempre terminaba echándose la mano al pecho y murmurando aquel credo al que nos habían habituado.

Fue un martes cuando tuvo lugar el accidente en París. Desde hace un par de años había un grupo de investigadores que se habían planteado averiguar el origen del alma. Y como se había pensado, se reunieron los programadores, ingenieros e investigadores en el ámbito de la robótica más prestigiosos del planeta. La nombraron Génesis.

De un tronco fabricado con fibra de carbono salían las estructuras movíles que formaban las extremidades elegantes y robustas. El cuello era una fina capa de fibra que cubría los cables necesarios para que aquella criatura pudiera parecer estar viva. Y ese fue el origen de la Tercera Guerra. Génesis creció gracias a la dedicación de sus padres, de los hombres y mujeres que habían invertido sus esfuerzos y tiempo, aprendió a hablar, a andar, a correr y saltar. Y cuando se quisieron dar cuenta ya era demasiado tarde. Tal y como su nombre indicaba fue el origen de una nueva especie.

Empezaron a meterse en nuestras vidas haciendo uso de la información que tenían en sus sistemas gracias al descuidado comportamiento de los humanos. Sin querer, les habíamos estado dando durante años toda clase de información privada y secreta que habían captado por los micrófonos, porque al final habíamos sido nosotros mismos quienes habíamos acabado con la privacidad en cuestión de años. Y con esa información vinieron los chantajes que fue su moneda de cambio para hacerse con el control de nuestra voluntad, con nuestra lealtad (aunque esta solo estuviera en el esquema por miedo a la divulgación de esa información que nos parecía tan preciada). Pero como todo, nuestros secretos tenían precio y aquel mercado acababa de abrir.

Los ancianos fueron todos llevados a residencias donde las enfermeras hacían todo lo posible por no alargarles la vida con lo que en un par de años la esperanza de vida mundial bajó estrepitosamente. Los adultos fueron los siguientes, desde la edad de 16 hasta los 55 se convirtieron en sus esclavos haciendo todo tipo de trabajos, y siempre se llevaban a los más listos y a los más fuertes. Al fin y al cabo, ¿se puede llamar guerra cuando los soldados de un bando son esclavizados para crear a sus rivales de la nada? Sin embargo, es como llamaron al proceso de creación de toda una especie. Pero ni los mejores ingenieros se consiguieron salvar, las máquinas y su procesamiento de datos era más eficaz que los humanos con sus dudas por conflictos emocionales.

Génesis fue nombrada reina de todos y cada uno de los droides, clones y demás creaciones artificiales. Los niños y adolescentes menores de 16 tenían un solo cometido: aprender sobre el mantenimiento de los droides que conformaban los más altos estratos sociales. Aquellas máquinas precisaban de ser limpiadas, revisadas y actualizadas todos los días y los dedos de los niños eran mucho más eficaces para colarse entre las aperturas de sus corazas. Fue una guerra perdida desde el principio, y la postguerra fue aún peor. Sin poder decir ni expresar nada nos habíamos quedado presos de una realidad que con tanto afán e ilusión habíamos buscado.

Si tan solo nunca hubiésemos buscado la ruta fácil, si no nos hubiéramos aprovechado de la tecnología para mermar nuestras propias capacidades no nos encontraríamos en esta situación.

Mi nombre es Gerard, tengo 16 años y mi ejecución está programada para mañana 23 de agosto del 2068.

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