Se levantó con muchísimo dolor de cabeza. Tuvo una mala noche, de esas que no recuerda con exactitud que soñó pero sabe que no fue bueno porque amanece sudada, como si hubiese bailado toda la noche, algunas veces siente dolor en el tobillo o en la planta del pie, tiene la costumbre de batirlos para quedarse dormida. Se dirige al baño y nota que durmió con maquillaje. Juraba que se había desmaquillado antes de dormir, pero a veces llega tan casada del trabajo que omite ese paso que envejece la piel, según le han dicho sus tías solteronas. Creció más con ellas que con su madre, quien trabajaba todo el día para mantenerla y darle de comer. Su padre lo conoció siendo una niña (eso le dijeron) y se fue en una podadora cuatro ruedas, así de estúpido como suena, y no volvió. Así sería el nivel de desespero, que tuvo que huir con el medio de transporte más cercano. Su madre tenía un tono de voz chillón, quizás eso le perturbaba. Dicen que los hombres no están programados para escuchar de manera sostenida la voz de una mujer pues se cansan.
Mi enemiga declarada era Escarlet, me dejó en una ocasión una nota en mi puesto de trabajo donde me desempeño como asesora de seguros, en la torre EXA. No sabía con exactitud que podía envidiar ella de mí o que era eso que le perturbaba tanto. Soy esbelta, demasiado para mi gusto, quizás sea eso. Respecto a mi personalidad, tengo la firme creencia que mi mamá la succionó toda porque es parlanchina, simpática y eufórica. En la repartición de cualidades, el “Big Boss del cielo” ya se las había otorgado todas a ella y no dejó nada para mí, más que profunda introspección, escape en la lectura y habilidad para hacer pocos amigos. Así que tengo un tono de voz bajo, visto ropa como para ir a ver un partido de golf (quizás mi papá sea golfista y no lo sé) llevo mis cabellos lacios preferiblemente atados a una coleta y procuro pasar desapercibida. Mi novio dice que ama mis rodillas, redondas y perfectas… ¿será que son lo suficientemente bellas como para ser envidiables? ¿o será que quiere a mi novio? No lo sé. Ni siquiera sé si su nombre es real, no tengo idea de cómo luce. Fui hasta la oficina de recursos humanos, inventando que creía que una amiga de la universidad trabajaba para ellos y quería ponerme en contacto con ella, pregunté por Escarlet. Ingresó el nombre en el sistema de la nómina de la compañía y no arrojó ningún resultado. Quedé más confusa que antes.
El primer mensaje, escrito con una letra muy desaliñada fue el siguiente:
-Sonsa sin personalidad, deberías tener más coraje en la vida.
¿A que se refería Escarlet con más coraje? es decir, no me caracterizo por ser una persona valiente ni extraordinaria, pero no sabía si el mensaje era un reproche por un evento preciso o simplemente era genérico. No quise darle más importancia de la debida.
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Me pasaba la vida de bar en bar, ingiriendo alcohol. Por ello, no tenía pareja fija (prefería sacarla de los bares) y deslizarme a camas amigas. Tenía como regla no dormir con ninguno, no soportaba amanecer en otro lugar, era catastrófico para mi entorno y mi salud mental. Sufro de claustrofobia, odio los espacios pequeños, estar en una multitud ¡una pesadilla! se me tranca la garganta, no puedo respirar, no frecuento conciertos, ni cines, ni discotecas con dj’s famosos. Lo mío son bares, casi familiares, que me permitan tomar una cerveza o vodka (me parece que son los licores que dejan menos rastro de su olor y sabor en la boca) preferiblemente los mezclo con algo dulce, si es cerveza pido una clara y si es vodka lo tomo con jugo de naranja. Mi música preferida es el rock, es una melodía que me permite alejar pensamientos y concentrarme solo en la música, me dejo llevar por un torbellino que me genera más calma que mi propio cerebro.
En el fondo, aunque frecuente muchos sitios soy solitaria, mi mejor amigo es Ben, responsable del turno de la noche del Blue Light, sitio al que estilo ir…y luego está Melisa, niñera de ocupación, a quien veía cada cierto tiempo en el mismo lugar y tomábamos una copa. Éramos polos opuestos, en el fondo sabía que trataba de aconsejarme y me analizaba demasiado, pero su esfuerzo perdido de intentar mejorarme la hacía merecedora de mi cariño. Hay gente que se preocupa por ti y no hace nada por ocuparse de sí misma, me angustiaba que un día de estos apareciera una nota en el periódico alegando que un niño había sufrido un accidente por culpa de la borrachera de su niñera (aunque no tendía a excederse). Pero seamos honestos, para tolerar el llanto de un niño ajeno hay que estar sedado.
Siento que todos los humanos se toman la vida demasiado en serio, procuro escapar y hacer cosas que me den emoción, principalmente la encuentro en la música. Un escape perfecto sin tener que partir muy lejos, me hace embellecer las cosas, cierro los ojos, bato el pie y el cabello con energía para sentirme libre, como la sensación experimentada al estar asomada por la ventana de un carro a toda velocidad o volar en parapente. A fin de cuentas ¿qué es la libertad? no eres libre ni del Estado, ni de tu familia, ni de tu entorno social. Tratando de encontrar libertad, era yo no contra el mundo, solo confiaba en mi criterio para descifrar las acciones necesarias para conseguir mis objetivos.
Por ejemplo, descubrí que la comida no me liberaba sino me ataba, así que comía lo justo y necesario para no emborracharme, tenía el estómago reducido para la comida y amplio para la cerveza, así me decía Ben, que estaba ansioso por aprender de mí, la cualidad de no “embucharse”. Aunque algunos por mi aspecto y hasta mi nombre, pudieran juzgarme de Mata Hari, rompe corazones o dañina para el medio ambiente, en realidad no me considero mala per se. Me reconozco como un vampiro come frutas, salgo de noche, algunas veces me voy con un chico a su casa y procuro no generar daños colaterales. Con mi estilo de vida no hago daño a nadie, al contrario, hago más ricos a los dueños de la Heineken; pero ¿Qué puedo hacer? ¡así funciona el mundo! las industrias y los más poderosos, logran quitarnos nuestros ahorros con el fin de “hacernos más felices” y ellos ríen más fuerte al ver sus cuentas bancarias engrosadas. Pero solo yo, con dejar de consumir mi cerveza preferida no iba a cambiar esa realidad, una realidad que ni los soviéticos ni los Castro por mucho que trataron, pudieron hacerle frente, al menos, en el discurso.
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Iba camino al trabajo, esta vez sin mi habitual dolor de cabeza. Por fortuna, hoy me siento un poco más enérgica. He ido al médico para descifrar si sufro de alguna especie de anemia, aunque mis valores sanguíneos siempre salen normales. El internista dice que es migraña, según mi novio (que se la pasa de médico en médico como la jirafa de la película de niños Madagascar) en su experticia en temas de salud, dice que solo sufro de pereza y que debería dejar de estar buscando explicaciones. Arranco el día con mal humor y mal pie, pero cerca del mediodía soy una mujer revitalizada. Me tomo varios cafés para sobrevivir las primeras horas en la oficina. Es la única forma de lidiar con el teléfono sonando de manera constante y las peticiones de mi jefa. Una mujer de gustos extravagantes (creo que yo entro en la categoría de sus gustos) porque la mayoría de las cosas personales las debo realizar yo y solamente yo. Como otras veces, mi novio me halaga y me aconseja que tenga paciencia, que es extraordinario que eso suceda, ya que eso me va a permitir mantener por largo tiempo mi trabajo al volverme indispensable (o al menos eso creía). Hay días que me pide tantas cosas, que no sé ni como recuerdo quien soy. Me agobia de tareas: Andrea, ven a mi oficina. Salgo corriendo esperando que sea una instrucción importante: llamar algún cliente pez gordo, agendar una cita, recordar si teníamos algún proveedor por pagar… esperando cualquier cosa importante, me dice con cara despectiva:
-Ah, puedes pasarme el bolígrafo que lo dejé en la mesa de reuniones (cuya mesa se encuentra a 10 pasos de su escritorio) En ese momento, me siento como una chiquilla y no una asistente ejecutiva con máster en seguros y gerencia de riesgos.
Al salir del trabajo casi siempre quedo con Erick para ir a librerías, tomarnos un café, dar un paseo por el parque, ir a una tienda de comics (que a él le gustan) ir a algún cine que muestran películas independientes en su mayoría o comer algo rico. La verdad, tenemos una vida tranquila, disfrutamos de cosas simples, compartimos muchos gustos, cosa buena, porque nos dicen que es el secreto de la mayoría de las parejas. Por alguna razón, tiene mucha paciencia respecto a mis compromisos y obligaciones, y pone poca objeción respecto a mi restricción de dormir en su casa, solo algunos fines de semana accedo a quedarme en la de él. Últimamente, mi sueño ha empeorado, quizás es el ritmo laboral que no deja que mi cerebro descanse. Algunas mañanas amanezco en el sofá del cuarto de visita, sin razón alguna aparente, a veces rio como una bruja escandalosa para drenar, una mezcla entre burlarme de mi y exteriorizar mis miedos, luego callo, no quiero aturdir a nadie con esos episodios esporádicos de mi vida. Solo con la risa, logro ser un poco desenfrenada cuando me lo permito.
La risa extraña me recuerda, que estuve a punto de sufrir un ataque de pánico y no precisamente por ver mis estúpidas deudas de la tarjeta de crédito que minutos después vería, porque en efecto iba a retirar la correspondencia antes de irme (para variar) apurada a la oficina. Encontré, en el sitio más extraño posible (detrás de una caja de fósforos) una frase que atribuyo a Escarlet… vaya manera de decirme las cosas, con tal no sea un mensaje subliminal con el cual pretende amenazarme que me va a incendiar.
–Corres de mí.
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Creo que soy una persona un tanto minimalista, al menos a lo que el vestuario se refiere pues tengo pocas prendas de vestir, alterno con frecuencia la ropa que tengo en el closet (casi toda de colores oscuros). Me veo en el espejo y me gusta las combinaciones y la manera como se ajustan a mi cuerpo. El cuerpo de la mujer es obra de dios o del demonio, porque ¿como más se puede recrear una guitarra humana? una armonía entre los pechos, la cintura y la cadera, ningún hombre goza de eso, y nosotras nos enfrascamos en quejarnos que dios nos dio celulitis y a ellos no, basta con ver la estatua de venus de milo, con todo y sin brazos, para dar cuenta de ello.
Odio los centros comerciales, no recuerdo la última vez que frecuenté uno, soy más de las que compra por internet, puedo darme ese lujo por mi talla cuatro, no sé si es elevada autoestima, pero creo que pocas cosas me quedan mal, el lujo de ser delgada. Y eso que no voy a gimnasios, la pura palabra es desagradable: un montón de personas aglomeradas en un sitio, deseando un cuerpo perfecto, sudando el narcisismo en simultáneo, alzan una pesa y miran a ver si el músculo ya creció ja, ja, ja; comparten no solo el gusto por el cuerpo, también las bacterias alojadas e imperceptibles en cada espacio del lugar ¿no me digan que creen que una micro toalla sirve de algo o te mantiene aislado del problema? Es como la mujer que pone un pedazo delgado de papel sobre el retrete y se cree en potestad de sentarse sobre el, luego de que muchas personas lo utilizaran previamente ¡asco! Soy un poco maniática con las bacterias “soy de las que” si me piden un sorbo del trago, me hago la loca y pido otra cerveza, orino de pie y no me sujeto a ninguna escalera. Al menos con pequeñas medidas me siento más segura de esos bichitos.
Iba camino al bar y comencé a sentir una ligera lluvia rosar mi cuerpo, me dio grima, no me gusta mojarme con agua de lluvia, mejor dicho, no suelo estar expuesta al agua, la evito a toda costa. Hay personas que creen que el agua purifica, lava. En mi caso, no creo que el agua de lluvia o de cualquier tubería esté exenta de suciedad en algún nivel, solo confío en el agua embotellada y porque es indispensable tomarla, el cuerpo la necesita. Si los gimnasios me dan asco, con respecto a las piscinas no hay tregua, son un charco inmundo lleno de cloro para quitarle a los bañistas la sensación de suciedad, frente al número de traseros inmundos sumergidos allí, imposible sentir tranquilidad, no quiero ni pensar al respecto… se me hace un nudo en la garganta, me da pánico.
Respecto al baño, en mi caso es muy simple. Soy como un gato muy aseado. El baño para mí no es una rutina que implica horas específicas, puedo salir de casa sin bañarme si me siento lo suficiente limpia. Por fortuna, no sufro de malos olores o cosas por el estilo. Luego de mis necesidades corporales, siempre me lavo, en ese sentido soy estricta. Puedo estar en un bar y si lo amerita, puedo pasarme una toalla húmeda de bebé y listo. Estos hábitos no suelo compartirlos con nadie, de todas formas nadie los nota, porque si oliese mal o tuviese mal aspecto, otro fuese el cuento…por el contrario, puedo dar un abrazo con los brazos airosos, sé que salgo ilesa de la prueba, PH de bebé. En cambio, las hay adictas al baño por el simple hecho que ni ellas mismas soportan su sudor y deben rotar de marca de desodorante mensualmente porque ninguno está a la altura del tufo de sus alas ¡pobre de ellas! Estoy fuera de ese lote.
Dios es sabio, si sabe que le tengo fobia al agua no me podía enviar al mundo de otra manera, en mi carta astral debo ser descendiente de un felino o algo por el estilo. Si dicen que las mujeres son de marte y los hombres de venus, en mi caso yo soy de tierra y que los hombres sean de agua. El mar es un agua profunda, desconocida, salada, pica a los ojos. Todavía me cuesta comprender como hay personas que les encanta o se dedican a surfear, habiendo tantas cosas en este mundo por hacer como para salir con los dedos arrugados y el cuero cabelludo salado, el mar es solo apto para peces y sirenas. No creo que todo el mundo me entienda, excepto las personas que son como yo, sé que no soy la única a la que le da fobia mojarse los pies para que luego la arena se adhiera a ellos.
Sigo caminando por la calle y vislumbré un relámpago a lo lejos. La lluvia comenzó a caer sobre mi mucho más fuerte, evento que me aceleró la respiración, ya que intenté cubrirme la cabeza con la cartera para evitar el contacto de las gotas con mi cuerpo, pero fue en vano. Empecé a sentirme muy agobiada, traté de controlar la emoción pero no podía evitarlo, traté de pensar en algo bonito ¡nada funcionaba! quería llorar, me sentí afligida, angustiada, con miedo, miedo a la muerte quizás… me llegó un olor a grama mojada… y me dejé llevar.
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¿Qué amo de Andrea? su necesidad de controlar todo, de hacer todo de manera perfecta, vive en el mundo de los adultos, pero en realidad su niño interno le surge seguido, como el simple hecho de pedir una torta y sin darse cuenta chupar el fondo del empaque, luego me mira con cara de culpable, quedando desde la punta de su nariz y todo el borde de sus labios con chocolate, trata de limpiarse rápidamente como para borrar la evidencia del crimen. Yo le paso mi lengua rápidamente, ella se ríe como un niño con vergüenza y me da un beso para que me detenga y los dos reímos. Cuando empieza a leer un libro y quiere ir muy rápido (para saber el final) la regaño en broma como si fuese un papá. Otras veces, me pone cara de niña consentida pidiéndome que le un adelanto, si acaso yo lo he leído primero ¡muero de la risa! Cuando cree que no está siendo observada juega a los roles, finge que es actriz, famosa o si está cocinando sola, es muy usual que vaya dando la explicación de la receta, paso a paso, como si estuviese en gourmet tv dirigiéndose a una audiencia. Cuando descubre que la estoy observando mientras sostiene un monólogo, sale corriendo, yo la persigo y al atraparla entierra su cabeza en mi cuello y empieza a reírse…
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SINOPSIS
Andrea es perseguida por su enemiga Escarlet, mucho más fuerte en carácter y personalidad que ella. Lo que está por descubrir, es que lleva una batalla contra sí misma, producto del trastorno de identidad disociativo que padece.
Víctima de su padre a temprana a edad, de una madre débil y unas tías alcahuetas, el pasado nos revela algunos eventos para clarificar la presencia del extraño trastorno que padece.
Desafiando sus propios padecimientos, su novio Eric descubrió una extraña felicidad, al dar cuenta que su novia tiene la habilidad de convertirse en dos personas. Las ama a ambas, por lo que destina toda su energía en preservarlas. En el intento, terminará perdiéndolo todo… hasta su propia vida.
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