Simón mira con resignación el rectángulo que forma la ventana del Motel, piensa en los ángulos rectos que forman sus cuatro lados. Se reprocha por no haberla cerrado correctamente, y eso lo tiene inquieto. Piensa que por ese pequeño espacio entre el metal, el viento y la calle se puede escuchar algo. La cortina amarilla de imitación de Satín ondula un poco. Un zumbido entra por ese espacio que trae consigo un murmullo. A pesar de sus escasos 16 años no es la primera vez que se encuentra en este Motel. Aunque siempre se sintió intimidado al pasar frente de alguno. Recuerda uno en particular: “Acuario”, un edificio de grandes vidrios y luces parpadeantes; el que siempre vio desde la buseta que lo conducía a su casa; sin saber por qué, este recuerdo lo sonroja, e imagina cuantas personas podrían estar en ese lugar entregándose al placer del sexo.

Siempre creyó que se cruzaría en la puerta con la maestra de ciencias, esa mujer sin cejas, perdidas en una apuesta adolescente, pero que reemplazo por unas grandes líneas negras que atravesaban sus ojos, saliendo de la mano con el profesor de música, ese muchacho de cabello corto, que la recogía en la salida del colegio en su motocicleta de bajo cilindraje. La veía subirse con esos pantalones negros, y sentarse de tal manera que se le pronunciaba el culo. La imaginaba escaleras arriba, rápidamente, para poder disfrutar de los besos de su amante, y desnudarse sin pausa, seduciéndolo paso a paso, mientras él, tararea una canción de esas que ha soñado que algún día podrá grabar profesionalmente. Y también piensa en Marta, sonríe con complicidad. Para él toda una mujer y para ella un deseo inquietante. Cuando Marta lo vio pasar por el frente de la tienda de su padre se le fijo la idea de “comerse” ese niño de cara angelical, bebió su café sin despegar la mirada de su objetivo.

Marta se siente un poco extraña con este sentimiento que es toda una novedad, estaba cansada de tener sexo con su novio de toda la vida. Alex un hombre que trabaja y estudia sin tiempo para ella. Y cuando lo tiene, solamente toca los senos de Marta con la rapidez necesaria para que su pene logre una erección, y cabalga velozmente tratando de satisfacer los deseos de su amante que reniega mentalmente de su falta de aventura. Pero un día todo cambió, Marta descubrió que para aprovechar esos pocos minutos con su novio, debía fantasear con el joven que pasaba por el frente de su tienda. Lo imaginaba sobre ella, ansioso, lozano, bello, con una erección potente, y ella: madura, inteligente y excitante. Y eran tres en un orgasmo infinito. Alex desahogaba sus angustias del trabajo, sus horas de auxiliar contable interminables, y sus clases de Contaduría arrugando sus días. Todo salía en un gemido incomodo que detonaba su inconformidad con la vida. Simón eyaculaba precozmente sobre el cuerpo de Marta, mientras ella, en medio de la ensoñación fantaseaba con ese joven efímero y nebuloso que ansiaba tener. Y abraza a Alex, y le aruña la espalda, y siente alivio, sobre todo cuando mira el rostro complacido y complaciente de su amante. Ella mira con un poco de nostalgia y resignación, lo ama, pero su deseo ya no es suyo, ya no lo puede manejar, y sabe que debe tener a Simón.

Para Simón es extraño pasar por la tienda del señor Martínez, sobre todo cada vez que Marta está ahí. Durante los últimos 6 meses se siente vigilado por la hija del señor de abultada barriga y bigote al buen estilo Vicente. Para sus ojos una mujer no muy atractiva, pero que esconde algo que le llama la atención, tiene bonitos senos, y tienen un ademán extraño al tomarse el cabello, inclina la cabeza hacia el lado izquierdo, y con su mano derecha, por detrás de su cabeza acaricia su cuello, para volver a beber su café, y Simón quisiera verlo más de cerca, sentir esos dedos que rápidamente levantan los pequeños vellos antes de continuar con su rutina de sacar y meter mercancía en los estantes. La ha visto salir de la mano de Alex, el señor de corbata roja, camisa blanca, mirada cansada. Cada vez que lo ve, tiene pena por él, y no porque le parezca un mal tipo, o una persona de feos rasgos, sino porque proyecta tristeza, inconformismo, desaliento para con la vida. Lo ve alejarse con la mirada clavada en el piso, como si quisiera encontrar en la calle, la fortaleza para seguir viviendo, para sentirse digno, para sentirse hombre.

Es muy raro para ser una coincidencia– piensa,

Cada vez que paso me mira” Pero no le presta mucha atención.

Con paso firme entra a la tienda del Señor Martínez. Marta lo ve acercarse. Recuerda todas las noches que ha fantaseado, y siente un cosquilleo en la panza. Lo ve entrar, y su respiración se agita más de lo normal. El señor Martínez está arreglando unos costales llenos de frijoles y destapando las libras de arroz para marcarlas y ponerlas en el estante al lado del azúcar y el café descafeinado que se está vendiendo como pan caliente, desde el momento que ese actor de telenovelas Colombiano con acento Mexicano decidió beber frente a la cámara la humeante taza de nuestro preciado grano. Simón se percata de la mujer y por primera vez se siente intimidado.

Hola– dice Marta. Se siente como una adolecente, y de eso hace ya muchos años.

Hola– contesta Simón, sin levantar la cabeza. Sabe que si lo hace se encontrará con los ojos incisivos de la hija del Señor Martínez.

Marta ha estado preparando este día, desde el mismo momento que logró llegar al orgasmo mientras su novio moría en el intento. Después de ver a Alex alejarse con la corbata a medio poner, se sentó en su cama, y sin percatarse tocó con la yema de sus dedos su sexo, al igual que un guitarrista consiente sus cuerdas antes de salir a su mejor recital. Pensaba en Simón y como seducirlo. Después de todo ella es la de la experiencia, la mujer y él: un niño. Le dio vueltas a la idea. Se sentía tonta, sonreía y se sonrojaba con las opciones que atravesaban su cabeza. Una carta de amor fue la primera idea que deambulo por su mente, y recordó las muchas cartas de amor que regalo cuando tenía 12 años a José, un joven de 16 que estaba terminando el colegio, mientras ella lo miraba pasar por la ventana de su salón al mismo tiempo que la profesora Claudia leía “El Viejo y el Mar” con un tono que hacia bostezar hasta el más entusiasmado marinero.

Tomo una hoja, y creyó que las palabras saldrían tan fácilmente como sus deseos, pero no fue así. El lápiz dio vueltas y vueltas en sus manos. Antes era tan fácil ser “romántica” pensaba. Antes era tan fácil soñar con el príncipe azul. Antes era tan fácil enamorarse. Pero hoy después de tantos años, el amor se desgastó, perdió la ensoñación, perdió la magia. Todo ha cambiado, ya no se sienten las mariposas en el estómago, con el pasar de los años esas mariposas han migrado hacia el sur para aletear incesantemente, sobre todo cuando ve a Simón. Se levantó de la cama y se miró al espejo. Su cabello crespo le daba un aire sofisticado, pero las arrugas en sus ojos le dan cuenta de su juventud en decadencia.

¡Al diablo! Suelta un grito, que más bien parece una súplica a la juventud infame que se ha olvidado de ella. Siente que su cuerpo es un pasado olvidado. Como si las arrugas se posaran en su rostro para recordarle lo poco que hizo con su vida. Entregó su juventud a Alex, sin darse cuenta que cada beso y cada caricia la alejaba de vivir plenamente. Recordó con amargura todas las negativas a pretendientes ansiosos por su cuerpo. Recordó las noches en vela esperando que Alex llamara, sus miradas al teléfono que no sonaba, esperando lo que ella creyó que era el amor, cuando solo le temia a la soledad, no terminar su vida a la deriva de sus recuerdos. Se sentó nuevamente en su cama, desde donde se veía reflejada, y sintió nostalgia. Su nariz empezó a tener un pequeño ardor, pero se prometió no soltar una lágrima más. Suspiro profundamente y todo fue mucho más tranquilo y claro, ya sabía qué hacer, ya sabía cómo enfrentarse a sus deseos encarnados en ese joven apuesto que no dejaría ir.

***

Simón pasa rápidamente la mirada por los estantes de la tienda. Necesita encontrar lo que está buscando lo antes posible, para no seguir pasando por este momento incómodo. Posa su mirada en un par de aretes. Dos pequeñas pepas azul marino están unidas a dos delgados alambres. Hacen parte de un conjunto que se complementa con un collar del mismo material. Están marcadas con líneas muy pequeñas que parecen hacer un mapamundi en el cuerpo del collar. Simón mira un poco desorientado. Realmente no sabe si este regalo le gustara a Sonia o no. Pero recuerda con claridad las palabras de su padre: “Los aretes nunca fallan mijo”. Y como era el primer regalo para Sonia, no podía fallar. Fija su mirada en el continente africano que es una pequeña mancha en el collar, y piensa en Sonia. Nunca antes había conocido una niña como ella. Cabello negro largo, tan largo que parecía no tener fin, y unos ojos igual de negros, profundos e inquietantes. Su rostro es fino, con una quijada delicada y una sonrisa que lo enloquece, por eso sabe que debe hacerla feliz, que debe hacerla reír, carcajear, y se divierte viendo como ese piercing da vueltas sin parar en su lengua inquieta. Quiere perderse en esa sonrisa, así como se perdió de su familia unas vacaciones para terminar en una playa de Coveñas, admirando el atardecer que lo estremeció y marco para siempre, así de tranquilo y feliz lo hace sentir la sonrisa de Sonia. Espera que esa sonrisa sea infinita. Pensar en Sonia hace que Simón haga una mueca. Su boca se contrae un poco por el lado derecho, hasta el límite, parece que fuera a sonreír pero no lo hace, solo lo insinúa, y eso le encanta a Marta.

Son para tu novia– Dice Marta con los ojos clavados en la boca de Simón.

Perdón– Contesta Simón, un poco consternado. Se evapora la imagen de Sonia, levanta la cabeza y se encuentra con los ojos de Marta

Los aretes ¿Qué si son para tu novia?- los ojos de Marta se ven redondos, amigables con un aire de ingenuidad

-no, yo no tengo novia- contesta Simón, con rapidez

-Pero esos aretes son para una niña-

-son para una amiga- la voz de Simón da prueba de su inseguridad

-¿sabes algo?- Marta se inclina acercándose a Simón, esta tan cerca que puede sentir su respiración –los aretes nunca fallan-

eso me dijo mi papá– piensa Simón mientras siente la cercanía de Marta. Al verla ahí, a un paso de darle un beso descubre su belleza oculta. Ve en sus ojos un brillo que no había visto en ninguna mujer antes, y descubre unos dientes perfectos que denotan mucho cuidado, los labios son delgados y provocativos, y el cabello que inicialmente le había parecido una madeja enredada, en este momento le recuerda una muñeca erótica de una revista que esconde su padre.

-si a mí me dieran unos tan bonitos, seguro que le daría el sí- Marta se siente un poco extraña con la forma en que ha abordado a Simón, e inclina su cuerpo para atrás, pero sin dejar de mirar fijamente el objeto de su deseo.

-¿sabes qué?- abre la vitrina donde guarda los aretes y los toma en sus manos –te los regalo-

Simón claramente emocionado estira su mano para recibir la bisutería. Marta sonríe con algo de complicidad. En sus ojos se ve que está a punto de hacer el movimiento maestro.

pero con una condición– Simón no responde, solamente la mira atento e hipnotizado con el collar.

-salimos este fin de semana, ¿Qué dices?-

Simón queda sorprendido ante la invitación de Marta. Nunca antes una mujer como ella le había invitado a salir. Por lo menos quince años mayor, toda una mujer y él solamente: un niño; así que poso sus ojos en Marta y sin percatarse apretó un poco los labios y sonrió sin sonreír, y Marta se dejó seducir por la comisura de esos labios.

SINOPSIS

EN TU CAMA es una novela que se desenvuelve en varios espacios y tiempos, donde sus protagonistas reflexionan sobre su forma de ver la vida y actuar. Tiene una narración provocativa y filosófica sin llegar a perderse en el discurso. Las encrucijadas existencialistas plantean preguntas que el lector debe responder bajo la responsabilidad de su propia experiencia de vida. Cada personaje, cada situación, cada momento, es una ventana a nuestro ser, que hará que cada una de las personas que reciba este libro no pueda soltarlo.

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